El engaño de la Democracia I

lunes, 6 de agosto de 2007

Uno de los mayores engaños a que nos tienen sometidos los que ostentan el poder es que vivimos en un país democrático (al menos lo que todos entendemos por esta palabra). Cualquiera con un mínimo de conocimiento y sentido común se daría cuenta de que esto es falso con sólo reflexionar un poco sobre la situación en la que nos encontramos.
Intentemos analizar detenidamente esta situación.
Los dos pilares básicos sobre los que siempre se ha sustentado la democracia son dos: libertad e igualdad (pasemos por alto lo de la fraternidad porque entonces no terminaríamos nunca). Pues bien, en primer lugar, la libertad consiste teóricamente en la capacidad que tenemos todos los ciudadanos mayores de edad de poder elegir libremente a nuestros líderes. Mentira; sólo tenemos la libertad de poder elegir entre aquellos que optan al poder, que suelen ser bastante pocos en comparación con el total de la población y a los que, para colmo, ni tan siquiera conocemos personalmente como para poder confiar en ellos. ¿Qué ocurre cuando ninguno de los que se presentan a dicho cargo nos parece adecuado (como suele ser el caso)? Adiós a nuestra libertad. Seguro que todos conocemos a personas maravillosas a las que seguiríamos con los ojos cerrados hasta el fin del mundo, si fuera necesario. Pero claro, por regla general, estas personas no suelen tener posibilidad alguna de llegar a lo más alto del poder gubernamental (ni ganas que tendrán, la mayoría de ellos). En cambio, siempre son los mismos demagogos, más preocupados por alcanzar el liderato a costa de lo que sea que del bienestar de la población, a los que debemos confiar forzosamente nuestro futuro. ¿Para qué sirve un derecho si no puedes ejercerlo libremente?
Sobre la igualdad habría que empezar por aclarar que es un principio falso, ya que todos sabemos que no somos iguales. Por mucho que nos cueste aceptarlo, tenemos que reconocer que siempre habrá personas más válidas que otras, así como personas que no deberían de haber nacido nunca, como son todas aquellas que tienen el desagradable hábito de perturbar la paz de la comunidad en todo momento, por el simple hecho de ser inferiores a otros. Si esto es así, y sólo hay que ver las noticias para comprobarlo, ¿por qué el sistema debe tratar de igual manera a una persona pacífica, justa y tolerante que a otra violenta, irascible e inadaptada? Yo sinceramente no lo encuentro justo.
También es algo fácilmente comprobable el hecho de que una persona rica tiene muchas facilidades para seguir aumentando su fortuna, mientras que un pobre cada día tiene más complicado salir de esa situación de miseria. Es decir, los ricos cada vez son más ricos y los pobres, más pobres. Adiós a la igualdad también.
Por otro lado, otro de los grandes errores de los que suelen presumir muchas democracias es el hecho de que cualquiera puede llegar a ser presidente (algo que demuestran muchos de ellos). Como digo, un grave error. No sé ustedes, pero a mí no me hace ninguna ilusión ser gobernado por cualquiera, prefiero pensar que sólo pueden optar a dicho cargo aquellas personas mejor dotadas y cualificadas para liderar a un pueblo. Como ya he dicho, no todos somos iguales, afortunadamente. Un país no sólo debe (ni puede) estar formado por personas aptas para el mando, también deben existir otras que se dejen mandar; lo importante sería que cada cual supiese cual debe ser su sitio y lo asuma con dignidad y entrega total. Pero esto, claro está, es una utopía, lo normal es que todos deseemos llegar a lo más alto, sobretodo si hay dinero de por medio, y de esta forma ocurre lo que ocurre, cualquiera puede llegar a ser presidente, como de hecho así es.
Sin igualdad ni libertad para elegir a nuestros gobernantes, ¿qué nos queda entonces a los ciudadanos de a pie? En teoría nos debería de quedar un sistema en el que al menos, a cambio de nuestros impuestos, nos eduquen convenientemente, nos alivien las enfermedades, nos protejan de los delincuentes, se nos facilite la obtención de una vivienda y de un trabajo, se nos ayude y aliente a formar una familia (para poder seguir manteniendo el sistema en un futuro), se nos ofrezcan posibilidades y alternativas suficientes de ocio y esparcimiento, ... En definitiva, sin los derechos fundamentales de la igualdad y la libertad, lo menos que podemos esperar de nuestro sistema es que se preocupe por la felicidad de los ciudadanos (de todos, no sólo de unos cuantos).
Continuemos analizando la situación. De sobra es sabido que, hoy en día, aquel que desee una buena educación para sus hijos debe pagarla; el que pretenda tener un sistema sanitario eficiente, que le cubra todas sus necesidades, debe pagarlo; el que quiera sentirse realmente seguro en su casa, debe pagarlo (de ahí la proliferación de empresas de seguridad privadas). Por no hablar del derecho a una vivienda y a un trabajo dignos.
Por todo lo dicho, mi conclusión es que nos engañan cuando nos dicen que vivimos en una democracia. En mi opinión, yo diría que más bien se trata de una oligarquía, donde tan sólo los ricos (que no suelen ser los más válidos) pueden aspirar al poder y a llevar una vida digna, segura y feliz (si es que saben hacerlo).
Para terminar me gustaría hablar de una de las democracias más antiguas del mundo y que en la actualidad sirve de modelo a copiar por el resto; me refiero, como no, a la de los Estados Unidos de Norteamérica. A parte de darse en ella todo lo dicho anteriormente, agravado aún más si cabe, esta democracia que gobierna casi la totalidad del planeta (y aspira a gobernar lo que le resta de él) posee un agravante más siniestro e inconcebible: ¡los partidos políticos que aspiran al poder (y los que ya lo tienen) son financiados por grandes empresas privadas! Como digo, algo totalmente inconcebible en una democracia que se precie de serlo.
¿Qué quiere decir esto? Imagínense. Las más poderosas multinacionales del sector energético y armamentístico en su mayoría (por no hablar de otros sectores menos lícitos), son los encargados de poner o quitar en el poder a unos u otros, es decir, son los jefes de los que gobiernan, los que les pagan los sueldos. Para echarse a temblar. ¿Cómo no vamos a esperar que estos líderes mundiales comiencen cruentas guerras injustificadas o boicoteen todos los proyectos de mejora del medioambiente que irían en contra de los intereses de los que les pagan?
En definitiva, el mundo entero, y nosotros con él, estamos en manos de una pandilla de necios avariciosos cuyo mayor (y único) interés es vender la mayor cantidad de armas posibles (y para ello deben de usarse) y que se consuma la mayor cantidad posible de energía, a costa de destrozar el planeta y de mermar la calidad de vida de la gran mayoría de sus pobladores.
Si esta es la mejor democracia que el ser humano ha sabido construir, ¡qué vivan las dictaduras!

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“La democracia es sólo posible donde el estratego, el jefe, conoce el nombre de todos los ciudadanos.”
Pericles

“La primera condición para un mejoramiento de la situación presente es hacerse bien cargo de su enorme dificultad. Sólo esto nos llevará a atacar el mal en los estratos hondos donde verdaderamente se origina. Es, en efecto, muy difícil salvar una civilización cuando le ha llegado la hora de caer bajo el poder de los demagogos. Los demagogos han sido los grandes estranguladores de civilizaciones. La griega y la romana sucumbieron a manos de esta fauna repugnante, que hacía exclamar a Macaulay: “En todos los siglos, los ejemplos más viles de la naturaleza humana se han encontrado entre los demagogos”. Pero no es un hombre demagogo simplemente porque se ponga a gritar ante la multitud. La demagogia esencial del demagogo está dentro de su mente y radica en su irresponsabilidad ante las ideas mismas que maneja y que él no ha creado, sino recibido de los verdaderos creadores. La demagogia es una forma de degeneración intelectual.”
Ortega y Gasset


"Nos hemos visto obligados a crear una industria armamentística permanente de inmensas dimensiones; estos establecimientos dedicados a la defensa han contratado de forma directa a tres millones y medio de hombres y mujeres; la influencia sobre la economía, la política e incluso el terreno espiritual se puede llegar a sentir en cada ciudad, en cada cámara legislativa, en cada despacho del gobierno federal. Reconocemos la necesidad imperante por la que se produjo este desarrollo, pero no debemos dejar de entender sus graves consecuencias. En los consejos de gobierno debemos protegernos de la adquisición de influencias injustificadas, ya sean buscadas o no por parte del complejo industrial militar. La posibilidad de un aumento de poder desastroso e inapropiado existe y persistirá.
Nunca debemos permitir que el peso de esta combinación ponga en peligro los procesos democráticos y nuestra libertad. Si no controlamos al complejo industrial militar seremos testigos de la subida al poder de las personas inadecuadas, veremos a gente en la política que no tienen ningún tipo de responsabilidad con el votante."
Expresidente de los EE.UU. Eisenhower (discurso de despedida en 1961)

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