El día 25 se conmemora en gran parte del mundo el nacimiento de una persona. Una persona muy especial que nació, vivió y murió hace mucho, unos dos mil años aproximadamente. Nadie vivo conoce con exactitud la fecha exacta de su nacimiento, pero eso no importa, se ha elegido este día en concreto para recordarlo y bien está.
Desconozco si esta persona llamada Jesús fue hijo de algún dios, tampoco puedo asegurar que ascendiese a los cielos a los tres días después de morir, ni siquiera sé si fue un profeta o sólo un revolucionario, o quizás un santo, o sencillamente un hombre bueno. No lo sé. ¿Alguien lo sabe?
Lo que sí puedo asegurar es que nunca me cansaré de leer las palabras escritas en el Nuevo Testamento que se le atribuyen a él. Esas palabras y el mensaje que encierran son lo único que en verdad me importan de este personaje, los demás misterios sobre su vida y obra, ya sean divinos o humanos, apenas consiguen apartar mi mente ni un ápice de lo que pienso que debe ser lo esencial.
No pretendo llevar la razón, sólo intento transmitir mi opinión a día de hoy.
En estos días señalados se habla mucho de él, pero mi indomable mirada me dice que pocos son los que en verdad le conocen, a juzgar por lo que veo en la calle.
Y por ello, antes de retirarme a mi descanso bloguero obligado por las circunstancias festivas, quería dejar aquí constancia de mi homenaje a la Navidad: las palabras de Jesús de Nazaret.
Sé que resultará un poco pesado leer todo lo que he seleccionado, pero eso tiene fácil solución: no lo hagan si no quieren.
Por si no llegan al final, me despido aquí de todos por este año que acaba, deseándoles unas muy felices fiestas y una entrada de año como se merecen, y agradeciéndoles todo el bien que me han aportado en este año 2008 que se va.
Espero volver a contar con la amistad de todos en los próximos años. La mía la tienen asegurada. (Por cierto, dejo de escribir pero no de leer).
Dijo Jesús:
- Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos y humildes, porque ellos poseerán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los que tienen puro su corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
- Dichosos seréis cuando los hombres por mi causa os maldijeren y os persiguieren, y dijeren con mentiras toda suerte de mal contra vosotros. Alegraos entonces y regocijaos porque es muy grande la recompensa que os aguarda en los cielos.
- Si al tiempo de presentar tu ofrenda en el altar, allí te acuerdas que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja allí mismo tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y después volverás a presentar tu ofrenda. Componte luego con tu contrario, mientras estás con él todavía en el camino, no sea que te ponga en manos del juez, y el juez te entregue en las del alguacil, y te metan en la cárcel. Asegúrate de cierto que de allí no saldrás hasta que pagues el último maravedí.
- Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Yo empero os digo, que no hagáis resistencia al agravio; antes si alguno te hiriere en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Y al que quiere armarte pleito para quitarte la túnica, alárgale también la capa. Y a quien te forzare a ir cargando mil pasos, ve con él otros dos mil. Al que te pide, dale; y no tuerzas tu rostro al que pretende de ti algún préstamo.
- Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y (han añadido malamente) tendrás odio a tu enemigo. Yo os digo más: Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os persiguen y calumnian. Para que seáis hijos imitadores de vuestro Padre celestial, el cual hace nacer su sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos y pecadores. Que si no amáis sino a los que os aman, ¿qué premio habéis de tener? ¿no lo hacen así aun los publicanos? Y si no saludáis a otros que a vuestros hermanos, ¿qué tiene eso de particular? ¿por ventura no hacen eso también los paganos? Sed pues vosotros perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto, imitándole en cuanto podáis.
- Guardaos bien de hacer vuestras obras buenas en presencia de los hombres, con el fin de que os vean. De otra manera no recibiréis su galardón de vuestro Padre, que está en los cielos. Y así cuando das limosna, no quieras publicarla a son de trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles o plazas, a fin de ser honrados de los hombres. En verdad os digo, que ya recibieron su recompensa. Mas tú cuando des limosna, haz que tu mano izquierda no perciba lo que hace tu derecha, para que tu limosna quede oculta y tu Padre, que ve lo más oculto, te recompense en público.
- Cuando ayunéis no os pongáis cari tristes como los hipócritas, que desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan. En verdad os digo, que ya recibieron su galardón. Tú, al contrario, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava bien tu cara, para que no conozcan los hombres que ayunas, sino únicamente tu Padre, que está presente en todo, aún lo que hay más de secreto.
- No queráis amontonar tesoros para vosotros en la tierra, donde el orín y la polilla los consumen, y donde los ladrones lo desentierran y roban.
- Ninguno puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión al uno y amor al otro, o si se sujeta al primero, mirará con desdén al segundo. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
- Mirad las aves del cielo, como no siembran, ni riegan, ni tienen graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿Pues no valéis vosotros mucho más sin comparación que ellas?
- Acerca del vestido, ¿a qué propósito inquietaros? Contemplad los lirios del campo como crecen y florecen; ellos no labran ni tampoco hilan. Sin embargo yo os digo, que ni Salomón en medio de toda su gloria se vistió con tanto primor como uno de estos lirios.
- Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas se os darán por añadidura. No andéis pues acongojados por el día de mañana; que el día de mañana harto cuidado traerá por sí; bástale ya a cada día su propio afán o tarea.
- No juzguéis a los demás, si queréis no ser juzgados. Porque con el mismo juicio que juzguéis, habéis de ser juzgados; y con la misma medida que midiereis, seréis medidos vosotros. Mas tú, ¿con qué cara te pones a mirar la mota en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que está dentro del tuyo? O ¿cómo dices a tu hermano: deja que yo saque esa pajilla de tu ojo, mientras tu mismo tienes una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás como has de sacar la mota del ojo de tu hermano.
- Pedid, y se os dará. Buscad, y hallaréis. Llamad, y os abrirán. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama se le abrirá.
- Haced vosotros con los demás hombres todo lo que deseáis que hagan ellos con vosotros.
- Entrad por la puerta angosta, porque la puerta ancha y el camino espacioso son los que conducen a la perdición, y son muchos los que entran por él.
- Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces; por sus frutos u obras los conoceréis. ¿Acaso se cogen uvas de los espinos, o higos de las zarzas? Así es que todo árbol bueno produce buenos frutos, y todo árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo darlos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, será cortado y echado al fuego. Por sus frutos pues los podréis conocer.
- Al verlo, los fariseos, decían a sus discípulos: ¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores? Mas Jesús oyéndolo les dijo: No son los que están sanos, sino los enfermos los que necesitan de médico.
- El que trabaja, merece que le sustenten.
- Todo reino dividido en facciones contrarias, será desolado; y cualquier ciudad, o casa dividida en bandos, no subsistirá.
- No lo que entra por la boca es lo que mancha al hombre, sino lo que sale de la boca, eso es lo que le mancha.
- En verdad os digo, que si no os volvéis y hacéis semejantes a los niños en la sencillez e inocencia, no entraréis en el reino de los Cielos. Cualquiera pues que se humillare como este niño, ese será el mayor en el reino de los Cielos.
- Si tu hermano pecare contra ti o cayere en alguna culpa corrígele estando a solas con él; si te escucha habrás ganado a tu hermano.
- Acercósele entonces un hombre joven que le dijo: Maestro bueno, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la vida eterna? El cual le respondió: ¿Por qué me llamas bueno? Dios sólo es bueno. Por lo demás, si quieres entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos. Díjole él: ¿Qué mandamientos? Respondió Jesús: No matarás. No cometerás adulterio. No hurtarás. No levantarás falsos testimonios. Honra a tu padre y a tu madre. Y ama a tu prójimo como a ti mismo. Dícele el joven: Todos esos los he guardado desde mi juventud, ¿qué más me falta? Respondiole Jesús: Si quieres ser perfecto, anda y vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; ven después y sígueme. Habiendo oído el joven estas palabras se retiró entristecido, y era que tenía muchas posesiones. Jesús dijo entonces a sus discípulos: En verdad os digo que difícilmente un rico entrará en el reino de los Cielos. Y aún os digo más: Es más fácil el pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de los Cielos.
- No ignoráis que los príncipes de las naciones avasallan a sus pueblos, y que sus magnates los dominan con imperio. No ha de ser así entre vosotros, sino que quien aspirare a ser mayor entre vosotros, debe ser vuestro criado. Y el que quiera ser entre vosotros el primero, ha de ser vuestro siervo.
- El mayor entre vosotros ha de ser ministro o criado vuestro. Que quien se ensalzare, será humillado; y quien se humillare, será ensalzado.
- ¡Ay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas! Que pagáis diezmo hasta de la yerba buena y del heneldo, y del comino, y habéis abandonado las cosas más esenciales de la Ley, la justicia, la misericordia y la buena fe. Estas debierais observar sin omitir aquellas.
- ¡Oh guías ciegos! Que coláis cuando bebéis por si hay un mosquito, y os tragáis un camello. ¡Ay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas! Que limpiáis por fuera la copa y el plato, y por dentro en el corazón estáis llenos de capacidad e inmundicia. ¡Fariseo ciego! Limpia primero por dentro la copa y el plato, si queréis que lo de fuera sea limpio. ¡Ay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas! Porque sois semejantes a los sepulcros blanqueados, los cuales por fuera parecen hermosos a los hombres, mas por dentro están llenos de huesos de muertos, y de todo género de podredumbre. Así también vosotros en el exterior os mostráis justos a los hombres, mas en el interior estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.
- Vuelve tu espada a la vaina; porque todos los que sirven de la espada por su propia autoridad, a espada morirá.
- Nada de afuera que entra en el hombre puede hacerle inmundo, mas las cosas que proceden o salen del hombre, esas son las que dejan mácula en el hombre. Si hay quien tenga oídos para oír esto, óigalo y entiéndalo.
- Estando una vez Jesús sentado frente al arca de las ofrendas, estaba mirando como la gente echaba dinero en ella, y muchos ricos echaban grandes cantidades. Vino también una viuda pobre, la cual metió dos blancas y pequeñas monedas, que hacen un maravedí. Y entonces, convocando a sus discípulos, les dijo: En verdad os digo que esta pobre viuda ha echado más en el arca que todos los otros. Por cuanto los demás han echado algo de lo que les sobraba, pero ésta ha dado de su misma pobreza todo lo que tenía, todo su sustento.
- Más ¡ay de vosotros los ricos! Porque ya tenéis vuestro consuelo en este mundo. ¡Ay de vosotros los que andáis hartos! Porque sufriréis hambre. ¡Ay de vosotros los que ahora reís! Porque día vendrá en que os lamentaréis y lloraréis. ¡Ay de vosotros cuando los hombres mundanos os aplaudieren! Que así lo hacían sus padres con los falsos profetas.
- A todo el que te pida, dale. Y al que te roba tus cosas, no se las demandes. Tratad a los hombres de la misma manera que quisierais que ellos os tratasen a vosotros. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir recompensa, ¿qué mérito tenéis? Pues también los malos prestan a los malos, a trueque de recibir de ellos otro tanto. Empero vosotros, amad a vuestros enemigos, haced bien y prestad, sin esperanza de recibir nada por ello, y será grande vuestra recompensa.
- No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados.
- ¿Por ventura puede un ciego guiar a otro ciego? ¿no caerán ambos en el precipicio? No es el discípulo superior al maestro, pero todo discípulo será perfecto, como sea semejante a su maestro.
- Quiero mostraros a quién es semejante cualquiera que viene a mí y escucha mis palabras y las practica: es semejante a un hombre que fabricando una casa, cavó muy hondo, y puso los cimientos sobre peña viva; venida después una inundación, el río descargó todo el golpe contra la casa, y no pudo derribarla porque estaba fundada sobre peña. Pero aquel que escucha mis palabras y no las practica, es semejante a un hombre que fabricó su casa sobre tierra fofa sin poner cimiento, contra la cual descargó su ímpetu el río, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.
- Nada hay oculto que no deba ser descubierto, ni escondido que no haya de ser conocido y publicado.
- Prosiguiendo Jesús su viaje a Jerusalem, entró en cierta aldea donde una mujer por nombre Martha le hospedó en su casa. Tenía ésta una hermana llamada María, la cual sentada a los pies del Señor estaba escuchando su divina palabra. Mientras tanto, Martha andaba muy afanada en disponer todo lo que era menester, por lo cual se presentó a Jesús y le dijo: Señor, ¿no reparas que mi hermana me ha dejado sola en las faenas de la casa? Dile pues que me ayude. Pero el Señor le dio esta respuesta: Martha, Martha, tú te afanas y acongojas distraída en muchísimas cosas; y a la verdad que una sola cosa es necesaria, que es la salvación eterna. María ha escogido la mejor suerte, de que jamás será privada. (Martha, sirviendo al Señor entre muchas ocupaciones temporales, es imagen de la vida activa; y María lo es de la contemplativa).
- ¡Ay de vosotros, igualmente, doctores de la Ley! Porque echáis a los hombres cargas que no pueden soportar, y vosotros ni con la punta del dedo las tocáis. ¡Ay de vosotros que fabricáis mausoleos a los profetas, después que vuestros mismos padres los mataron! En verdad que dais a conocer que aprobáis los atentados de vuestros padres, porque si ellos los mataron, vosotros edificáis sus sepulcros.
- ¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, que os habéis reservado la llave de la ciencia de la salud! Vosotros mismos no habéis entrado, y aun a los que iban a entrar se lo habéis impedido.
- Guardaos de la levadura de los Fariseos, que es la hipocresía. Mas nada es tan oculto que no se ha de manifestar, ni tan secreto que al fin no se sepa. Así es que lo que dijisteis a oscuras, se dirá en la luz del día, y lo que hablasteis al oído en las alcobas, se pregonará sobre los terrados.
- Estad alerta, y guardaos de toda avaricia; que no depende la vida del hombre de la abundancia de los bienes que él posee.
- Buscad primero el reino de Dios y su justicia; que todo lo demás se os dará por añadidura.
- Vended si es necesario lo que poseéis, y dad limosna. Haceos unas bolsas que no se echen a perder; un tesoro en el cielo que jamás se agota, a donde no llegan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.
- Se pedirá cuenta de mucho a aquel a quien mucho se le entregó; y a quien se han confiado muchas cosas, más cuenta le pedirán.
- Cuando fueres convidado a bodas, no te pongas en el primer puesto, porque no haya quizá otro convidado de más distinción que tú; y sobreviniendo el que a ti y a él os convidó, te diga: Haz lugar a éste; y entonces, con sonrojo te veas precisado a ponerte el último. Antes bien, cuando fueres convidado, vete a poner en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba. Lo que te acarreará honor a vista de los demás convidados. Así es que cualquiera que se ensalza, será humillado; y quien humilla, será ensalzado.
- Quien es fiel en lo poco también lo es en lo mucho; y quien es injusto en lo poco, también lo es en lo mucho. Si en las falsas riquezas no habéis sido fieles, ¿quién os fiará las verdaderas o las de gracia? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién pondrá en vuestras manos lo propio vuestro?
- El reino de Dios no ha de venir con muestras de aparato. Ni se dirá: Vele aquí o vele allí. Antes tened por cierto que ya el reino de Dios o el Mesías está en medio de vosotros.
- Dijo a sí mismo a ciertos hombres que presumían de ser justos y despreciaban a los demás, esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar; el uno era fariseo y el otro publicano o alcabalero. El fariseo, puesto en pie, oraba en su interior de esta manera: ¡Oh Dios! Yo te doy gracias de que no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces a la semana; pago los diezmos de todo lo que poseo. El publicano, al contrario, puesto allá lejos, ni aun los ojos osaba levantar al cielo, sino que se daba golpes de pecho diciendo: Dios mío, ten misericordia de mí que soy un pecador. Os declaro, pues, que éste volvió a su casa justificado, mas no el otro; porque todo aquel que se ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado.
- Quien habla de su propio movimiento, busca su propia gloria; mas el que únicamente busca la gloria del que le envió, ese es veraz y no hay en él injusticia o fraude.
- El que de vosotros se halla sin pecado, tire contra ella el primero la piedra.
- Si perseveráis en mi doctrina, seréis verdaderamente discípulos míos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
- En verdad, en verdad os digo, que todo aquel que comete pecado, es esclavo del pecado.
- El precepto mío es que os améis unos a otros como yo os he amado a vosotros. Que nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos.
Amén.