Capítulo Siete

lunes, 4 de mayo de 2009


De esta manera fueron pasando los días sin que nada destacable alterase nuestra rutinaria labor, dedicada exclusivamente a la supervivencia. En ningún momento relajábamos la vigilancia; desconocíamos por completo los designios que moverían a nuestros enemigos, y éramos conscientes de que podrían en algún momento cruzar sus caminos con los nuestros, a pesar de que la ruta que habíamos tomado era contraria a la que conducía a su nación. Pero bien sabíamos que cuando un pueblo se hace fuerte, rara vez se conforma con una victoria, dado el afán de conquista y expansión que los dioses nos insuflaron en nuestras almas cuando nos crearon. De ahí que siempre tuviésemos en cuenta la posibilidad de que algún destacamento enemigo anduviese tras nuestros pasos.

Para mayor seguridad, intentábamos en todo momento movernos bajo la protección de los cañizos y la abundante vegetación que se levantaba en los márgenes del río. A su vez, éste nos proporcionaba alimento, agua, higiene y la certeza de no errar nuestro rumbo hacia las tierras bajas del sur, donde pensamos podríamos estar a salvo de los pueblos bárbaros a los cuales, en otros tiempos, habíamos hecho morder el polvo bajo el yugo de nuestro incontenible ejército.

Aunque en verdad, estos asuntos concernientes a nuestra seguridad, parecían preocuparme sólo a mí; el joven caudillo al que me unía ahora la amistad, aún se mantenía demasiado ocupado en arrancarse de la piel el apestoso olor de las incontables ciénagas que cruzábamos, o en protegerse, sin mucho éxito, de las temibles picaduras de los insectos que habitaban en aquellas charcas. Por más que yo trataba de convencerle de que el lodo, a pesar del olor, era el mejor remedio contra tales eventualidades, él no hacía caso, resistiéndose una y otra vez a dejar su piel cubierta del barro maloliente. Aún era pronto para hacer desaparecer de su inconsciencia los hábitos adquiridos durante largos años en la casa real, viviendo rodeado de altos muros protectores y con todo tipo de aceites aromáticos a su alcance que le habían permitido vivir alejado de los hedores que emanaba el mundo real. Su anterior vida de lujos y placeres desmedidos aún pesaba demasiado sobre su aturdida mente y, por qué no decirlo, también sobre la mía, ya que me veía obligado a aguantar durante gran parte del día y de la noche sus constantes quejas: le molestaba el tórrido calor proveniente del sol en su cenit, la nocturna brisa refrescante, el persistente roce de la espinosa vegetación sobre sus miembros entumecidos e incluso el tenaz ulular del viento largo a través de las cañas que anunciaba el cambio de estación. Su falta de costumbre en largas caminatas a pie, también me obligaba a detenerme con frecuencia, algo que tampoco me preocupaba mucho, ya que desconocía si nuestro incierto destino sería mejor que el que dejábamos atrás o, por el contrario, encontraríamos en nuestro camino un final más amargo del que huíamos.

Pero como digo, esta incertidumbre no parecía hacer mucha mella en el ánimo de mi acompañante, el cual había dejado toda la responsabilidad de las decisiones importantes del viaje sobre mí. Se ve que tampoco estaba muy habituado a tener que decidir sobre cuestiones relevantes, y pronto comprendió que le sería de mayor provecho el dejarse llevar por mis disposiciones, dada mi más extensa experiencia sobre territorios inhóspitos y salvajes desconocidos para él.

No me atrevería a augurar si fue la falta de experiencia o el infortunio, lo que deparó el angustioso final que las deidades tenían escrito para el que nunca llegó a reinar. Lo cierto es que una mala mañana abrió los ojos tras un amargo sueño lleno de delirios, con la piel ardiente y sudorosa. El temblor hipnótico que le recorría todo su ser, me hizo comprender con prontitud el mal que le aquejaba, y sobre el cual poco se podía hacer; eran muchos los que yo había visto arder con anterioridad en la pira funeraria después de largas jornadas de lucha contra aquellas convulsiones intermitentes, capaces de tumbar y dar fin al más fornido y osado de los guerreros.

Ante mi impotencia, opté por procurarle los mejores cuidados que podía ofrecerle en semejante situación. Su débil constitución, tan sólo fue capaz de aguantar aquel ardor incontenible durante tres noches. Mientras tanto, en sus alucinaciones de enfermo, parecía adivinar el inminente final que le aguardaba, y una y otra vez, cuando su conciencia se lo permitía, me agarraba con la poca fuerza que le quedaba del brazo, obligándome a prometerle, por los siete mayores dioses, que no abandonase al olvido, entre aquellas impuras aguas, su memoria de glorioso príncipe de un fausto imperio, el cual una vez fue grande entre los grandes.

No tengo muy claro si los fugaces trazos aquí expuestos sobre su persona, serían de su agrado o si tal vez él hubiese preferido que yo me hubiese dejado vencer por la imprudencia faltando a la verdad, relatando memorables conquistas en su nombre, para la veneración y gloria de éste en épocas venideras. Me consta que esto es algo que ya se ha hecho con anterioridad, y no en pocas ocasiones. Espero que me pueda perdonar mi imberbe príncipe, desde allá donde se encuentre, pero me propuse, al iniciar este relato, dejar constancia sólo de aquello que mi memoria diera por cierto, lo cual comprendo que no se ajustará a la realidad, pero no es menos cierto que ésta es la única realidad que yo poseo. Si hay algo que me ha hecho comprender la edad, es precisamente que no hay más verdad en este mundo que la que cada cual alberga en su memoria, y, sea sueño o sea experiencia vivida, lo que aquí cuento es todo lo que fui y lo que ahora me queda. No creo que nadie se espante de tanta sinceridad, porque es bien sabido que poco diferencia a lo pasado de lo soñado, así como a lo esperado de lo imaginado, ya que todo ello, una misma huella deja en nuestro destino.

Como iba diciendo, espero que, desde las alturas, sea aquel muchacho condescendiente con su fiel servidor, que lo fue hasta la muerte, ya que, tras su fallecimiento, ni tan siquiera una digna sepultura, conforme su alta estirpe requería, pude ofrecerle, tal era la situación tan precaria en la que me encontraba. Eso sí, juro por la diosa que me concedió la vida, que oré por sus huesos y rogué a las más altas divinidades que acogieran con clemencia a su leal súbdito, y que, por favor, supiesen perdonarle el estado tan calamitoso y exiguo en el que acudía a ellos desde su existencia terrenal. Poco después, adivino que sería despedazado y consumido hasta la extinción por las más diversas y extrañas criaturas que merodeaban por aquellas aguas pantanosas. Reconozco que lo abandoné lleno de remordimientos e ideas confusas, aunque ahora comprendo que fue un final acorde a una existencia banal.

De nuevo la soledad albergó en mi espíritu.

El tiempo es un fiel servidor al que tengo que agradecer que haya estado de mi parte en mi azarosa vida. Pudiera parecer que la soledad fuese de los más terribles castigos impuestos por los dioses, pero cuando se ha convivido con ella durante largos años y se ha aprendido a extraer de sus entrañas su oscuro valor, éste se convierte en un útil aliado al que se puede recurrir en los más pesarosos momentos. Tengo que reconocer que, en estas cuestiones, juego con ventaja, porque incluso en mis días pasados, cuando vivía rodeado de aguerridos combatientes y compartía mi lecho y mi mesa con toda suerte de semejantes, también entonces mi alma vagaba en soledad por terrenos insondables de ensoñaciones, tratando de desentrañar arcanos misterios incuestionables para el común de los humanos. Es por ello que agradezco al tiempo el que puliese mi espíritu tan denodadamente, como el paciente guerrero bruñe su espada en espera del más feroz de los combates. Fue así como mis incontables días en el más completo aislamiento no se me antojaron una cruel condena a la que sobrevivir.


29 Consejos, saludos, propuestas...:

Noelplebeyo dijo...

Es el momento del guerrero - príncipe ?

genialsiempre dijo...

Poco nos ha durado el principe, pero así el guerrero acaparará todo elprotagonismo en los próximos capítulos.

José María

(z) Victoria dijo...

Bueno, otra vez solo ... El guerrero tiene que reflexionar. La soledad es una buena compañera.
Un abrazo y gracias!

Anónimo dijo...

Bueno, dicen que la soledad elegida es grata. No así la que deparan estos destinos inciertos...

pero en estos tiempos, donde lo que prima es sobrevivir, mas vale solo que mal acompañado.

besitos guerrero!

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Esto te está quedando fenomenal, amigo Pedro.

Soberbio relato.

Un abrazo...!

Cecy dijo...

Me encanta este relato.
Eres un gran escritor.

Besos.

Unknown dijo...

Mi Pedro, solo nuevamente, el príncipe partió para otras vidas. Encontrará el guerrero una guerrera???...lo sabremos en el próximo capítulo...besos mis cielos, excelente semana!!!

Silvi (reikijai) dijo...

Una vez mas solo con su alma...Que será,de la vida de este guerrero¿?
Quizas...el encuentro con el principe,sea beneficio en un futuro...¿??Bueno Pedro el tiempo dira;muy Bueno.Besitos Silvi.

Gizela dijo...

Sigo aquí Pedro.Bien enganchada.
Poco duro el pobre príncipe
Veremos que pasará ahora con el guerrero que supo lo importante que es saber tener por aliada, a la soledad
Un abrazote grande

Rebeca Gonzalo dijo...

Me gusta como escribes y seguramente te visitaré a menudo a partir de ahora. Con razón han premiado tu blog en el Concurso Yenodeblog. ¡Enhorabuena!

Marina dijo...

Tiempo de sabiduria para el guerrero, después de esta preparación, será invencible! Hasta el pròximo lunes hay que sperar? Abrazos

Emma Núñez dijo...

A mi me gusta la soledad, siempre que sea yo quien elija cuando, claro ^^

AHEO dijo...

La soledad siempre ayuda, y aunque para el guerrero llegó sin más, al final ha comprendido que saber convivir con ella es encontrarse a uno mismo un poco más. Me ha gustado que hablaras de la situación de soledad incluso cuando se está rodeado de personas. Muy bueno.

Un abrazo.
Haydeé :)

Mar dijo...

Yo vengo todas las semanas pero no te leo jajaja, me lo voy copiando para leerlo todo seguido, no me gustan los capitulos jajajajaja, espero que no te importe ya que no te pedi permiso para hacerlo.

Besitossssssssssss

Natacha dijo...

Bueno, el principe se marchó... pensé que tomaría su identidad, con sus ropas y demás...

Ahora a seguir en esa soledad que parece que fue su compañera más fiel...
Un beso, cielo.
Natacha.

David Alonso dijo...

Aplastante relato... la soledad es el pilar del espíritu de todo guerrero, en ella se sustenta el valor, el coraje y el desapego por la propia vida, a lo cual es la puerta del Honor.

Un abrazo Pedro

David

La Gata Coqueta dijo...

Uno se va y el guerrero se queda, con su propia sombra y soledad, a ver que le depara el destino a partir de ya en los próximos capitulos.

Muy bueno!!!

Un abrazo con todo mi afecto.

Runas dijo...

Cuando alguien empieza a conocer la soledad, sabe cuanto puede sacar de ella, no es tan mala como parece y creo que tu guerrero sacará lo mejor de ella. A ver que nuevas aventuras nos cuenta en tu proxima entrega, me gusta como se va desenvolviendo la historia. Un beso

Unknown dijo...

gracias pedro:

te dejo una invitación entonces: http://www.locosporlapoesia.blogspot.com

un abrazo
juank

tia elsa dijo...

Creo que su soledad lo enriqueció más que la compañia de su banal príncipe.
Pedro sigo tu relato con sumo interés, me encanta como escribes, logras atrapar al lector. Te mando un cariño grande tía Elsa.

Marinel dijo...

Pobre príncipe imberbe y desaliñado,que poco acostumbrado a batallar contra la adversidad...
Y me gusta como te pones en la piel de ese guerrero,lo bien que hablas en su nombre, hasta el punto que cada vez se me hace más cercana su aventura.
Leer sus pensamientos y saber de sus vicisitudes,cada semana es más acogedor.
Vale, es que eso es lo que me pasa cuando leo un libro que me gusta,que lo hago mío.
Te lo explico para que no pienses que digo tonterías,jajaja
O quizá sí las diga?...
Seguiremos en el siguiente capítulo.
Besos.

El que corre con lobos dijo...

En el fondo del valle se erguía imponente y majestuosa la fortaleza Din Aynn. Unos de sus magos nos había guiado durante cinco días a través de la jungla, por lo que ellos llamaban el Sendero Pequeño.
Durante nuestro viaje Iyankapi Sumani había cabalgado con el torso desnudo, ya que rechazo las ricas vestiduras con las que los emisarios de su prima, la Emperatriz, le habían obsequiado. Se quedo con la humilde indumentaria de un simple escudero. No lucia ningún adorno de Esencia de Cononlya, ni siquiera un simple brazalete de Plata. La túnica corta anudada a la cintura y el cuerpo recubierto de grasa, su apariencia estaba lejos de ser la apropiada de un guerrero Mhoo, y aun menos a la de su rango. Sin embargo ninguno de los demás capitanes se hubiese atrevido en amonestarlo.
Finalmente fui yo, por la gran amistad que nos unía, cuando al aproximarse a la fortaleza y porque era un gran honor, un privilegio ser invitado por el Maestro Swodulami, quien amablemente le sugerí:
"- ¿Piensas hacer tu entrada con esta pinta?
Iyankapi Sumani me miro sonriente:
- ¿Que tiene de malo?"
Había miles de motivos y estuve a punto de replicarle, si no hubiese sido interrumpido por la comitiva que venia a nuestro encuentro, encabezada por el mismo Maestro Swodulami.
Prontamente un capitán se acerco tendiéndome una capa. Yo mismo la coloque sobre los hombros de Iyankapi Sumani y acabo él de ajustársela.
Tras lo cual salio al galope hacia el Maestro, que ya se había adelantado a su séquito.
Al encontrarse ambos desmontaron, se dieron unos calurosos abrazos con golpes en las espaldas y risas, como dos amigos muy unidos que desde hacia años no se hubiesen visto.
Al alcanzarlos el resto de nosotros, el Maestro Swodulami se giro hacia mi, abriéndome los brazos en señal de que ahora era mi turno para recibir sus saludos de bienvenida.
Quise arrodillarme en su presencial como era costumbre, pero el Maestro me lo impidió abrazándome antes de que pudiera doblar la rodilla.
"- ¡Por la Luz que nos inunda Kaltar, no es necesario tanto ceremonial!"
Aunque me había convertido en un rudo y fiero guerrero, aun conservaba resquicios de mi antigua vida como simple aldeano sumiso.
"- Tenemos muchas cosas de que hablar, amigos míos. Ha pasado tanto tiempo... Vayamos a la fortaleza, que ya todo esta preparado para recibiros". Luego el Maestro levando sus manos para saludar a nuestros acompañantes.
Coloco su montura entre la de Iyankapi Sumani y la mía, y seguimos hablando sobre lo que mas nos preocupaba, las incursiones cada vez mas frecuentes en nuestro mundo de las hordas de los Dioses Oscuros.

Un fuerte abrazo Pedro y saludos a tod@s.

Dani7 dijo...

Amigo Pedro,me estoy quedando sin adjetivos. Vaya historia. Que gran escritor hay dentro de ti!.

Silvia dijo...

Hola!eres genial..el hilo conductor de tu relato lo hace aún más interesante...
imposible no leerte...
me atrapa mucho...
un placer visitarte.
besotes.
silvia cloud

Lunska Nicori:BegoñaGTreviño dijo...

La realidad que uno poesee y que se desacuerda tanto, a veces, con las realidades de los otros...
Cada vez, me gusta más esta Memoria de un Guerrero, mezcla de novela y pensamientos íntimos que nos desnudan a todos, en medio de las fieras que merodean.
Demasiado cuidaste a este príncipe, en tu realidad de "subordinado Rey", pues en tus manos quedó tanta hidalguía y su vida, a la que cuidaste hasta el
último momento.
Esperando tu próximo capítulo, te desafío a ese abrazo sin remordimiento.

Yenodeblog dijo...

Hola Pedro.

Nos ponemos en contacto de nuevo, con el fin de que te podamos hacer llegar un ejemplar de la novela LOBO GRIS de James Nava, firmada por el autor, ya que vuestra categoría está premiada con dicha obra del Patrocinador del Concurso.

Puedes ponerte en contacto con nosotros a través de yenodeblog@hotmail.com

Esperando tus noticias, junto a nuetra felicitación particular, recibe un cordial saludo.

El equipo de Yenodeblog

Fernando Manero dijo...

Al final siempre se acaba imponiendo el guerrero, porque es el que sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Ha tiempo que pasó la oportunidad de los principes, incapaces de adaptarse a las circunstancias y de ver más allá de su ventaja empavonada.

misticaluz dijo...

Que delicia de escritura. Ni te imaginas como me gusta leerte Pedro.

Sigo en ello..

Te dejo un relajante abrazo, siempre con esa ternura que te mereces y un beso fuerte

Beatriz

mj dijo...

A veces las circunstancias de la vida nos empujan a la más absoluta soledad. Y creo que eso pasa sobre todo a las personas que ya desde su nacimiento son solitarias.
El camino del guerrero es en solitario y sabe comprender muy bien sus situaciones donde el significado de sus aventuras es totalmente comprendido por él...
Te sigo leyendo, voy con un capítulo de retraso, ahora al siguiente.
un abrazo Pedro
mj

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