Capítulo Doce

lunes, 8 de junio de 2009

Aquel encuentro fortuito en la humedad de las cavernas mientras arreciaba la tormenta y aquellas palabras concisas, sólo fueron la llave que abrieron en mi alma la esperanza de un mundo diferente y mejor, la consigna que hizo brotar en mi aletargada mente todo un aluvión de preguntas sin respuestas que hasta entonces ni me había planteado, al menos conscientemente. Con el tiempo transcurrido a mis espaldas, he dejado de ver aquel acontecimiento como un comienzo para empezar a entenderlo como algo que tenía que llegar, un paso más en mi arduo caminar por este mundo incomprensible. Pero sea como fuere, lo que sí es seguro es que supuso un cambio radical en el modo de vida que hasta entonces había llevado. Un cambio más de tantos, aunque uno muy importante.

Le pregunté a aquel hombre si me permitirían acompañarlos a donde quiera que fuesen. Su respuesta no podía ser otra: “¿Y por qué no?”. Fue el preciso momento en el que dejé de ser un desahogado comerciante ávido de riquezas y expectativas futuras, para convertirme en un sumiso discípulo, pobre como la ratas y sin mayores perspectivas en la vida que las de la siguiente comida. Una locura.

Como sospecharán, el despachar todas mis pertenencias no me resultó nada difícil. En un primer término lo vendí todo a buen precio, como correspondía al hábil comerciante en el que me había convertido. Debo reconocer que incluso en aquellos momentos de incertidumbre no pude evitar el seguir comportándome como el mercader sagaz y prudente que llevaba siendo durante tantos largos años, siendo incapaz de desprenderme de ninguna de mis posesiones sin antes regatear un precio justo; justo para mí, se entiende.

El resto de compañeros acudieron a mí como las moscas al altar de sacrificios en cuanto les llegó la noticia de mi retirada del oficio. No comprendían mis motivos, claro que tampoco daban mucha opción a explicarlos debidamente, sus preocupaciones se centraban básicamente en hacerse con las mejores piezas que cargaban mis mulas al precio más ventajoso para ellos. Tampoco les importaba mucho el impulso que me conducía a cometer semejante locura, a pesar de las falsas palabras con las que se dirigían hacia mí en un fugaz y vano intento por convencerme de que todo aquello no eran más que tonterías mías de las que me arrepentiría más adelante. Al mismo tiempo me quitaban de las manos, prácticamente y con rapidez felina, lo que ellos codiciaban, supongo que temerosos de que mi arrepentimiento se produjese antes de lo esperado por ellos.

Todo fue para nada. Mis esfuerzos por obtener el máximo beneficio posible fueron inútiles. “Todo ese oro conseguido será una pesada carga que tan sólo servirá para retener tu marcha, viajero”, me espetó cruelmente mi nuevo amigo, después de haber estado prudentemente observándome desde la distancia. Supongo que le resultaría divertido el ver mis trajines innecesarios con mis antiguos colegas de profesión. Ni tan siquiera permitió que me quedase con algunas de las mulas que me facilitase el camino, algo que no pude olvidar durante demasiadas jornadas de dura marcha entre las rocas afiladas y que hubieron de pasar muchos años para que comprendiese.

Por supuesto, él no llegó nunca a prohibirme nada de forma tajante, lo hacía tácitamente, sin apenas palabras, casi con miradas y gestos, pero de una forma clara y contundente: o seguía sus reglas, o volvía mis pasos por donde había venido. No había otra opción. Fue lo primero que aprendí en su compañía, pero no lo último.

Despojarme del dinero conseguido resultó aún más sencillo, como supongo imaginarán, aunque a mí me costó la misma vida deshacerme con tanta facilidad y premura de cuanto había conseguido durante años de duro trabajo y largo caminar. Aquello fue el colofón que necesitaban mis antiguos compañeros de viaje para convertirme en el blanco despiadado de sus burlas y comentarios. Siempre después de haberse hecho con su parte del botín, claro está. Comprenderán que no sentí ninguna lástima de perderlos de vista después de aquel episodio tan humillante.

Afortunadamente no hube de aguatar por mucho tiempo sus divertidas miradas inquisidoras y atrevidas, con las que apenas disimulaban sus pensamientos arrogantes, como los de aquellos que se creen poseedores de la única e incuestionable verdad sobre la que se sustentan los pilares de esta realidad en la que estamos todos inmersos. Ahora comprendo la ignorancia que los movía a actuar así, pero por entonces, cuando la suprema duda aún albergaba en mi espíritu, no dejaba de atormentarme la idea de estar conduciendo mis pasos por terrenos demasiado resbaladizos para mi débil carácter.

Fue una suerte que el cielo aclarase prontamente, permitiéndonos a todos continuar el camino, cada cual por su senda, y alejándome para siempre de la tentación rebelde de dar marcha atrás a todo lo decidido y ejecutado en los últimos días. De nuevo la fortuna volvió a aliarse en mi favor.

No tardamos mucho en alejarnos de la caravana; nuestros pasos seguían senderos demasiado sinuosos y estrechos como para ser tomados por las rudas bestias de carga que acompañaban a los mercaderes. A mis nuevos amigos parecía no importarles en absoluto las dificultades que podía acarrear el transitar por caminos poco habituales para el ser humano y apenas perceptibles para ojos ufanos, como por entonces eran los míos. También advertí, para mi desconcierto, que a ellos tampoco les incomodaba nada la extrema dureza del empedrado, a pesar de sus precarios calzados de lona, ni el atajar a través de colinas demasiado escarpadas incluso para las mulas, aunque los escuálidos cuerpos que ocultaban bajo sus ropas escarlatas pareciesen decir lo contrario. En definitiva, y para mi pesar, se limitaban a tomar las rutas más directas que le condujesen a su destino, fuese éste cual fuese, y que en un principio era todo un misterio para mí.

Durante las primeras horas de marcha, los obstáculos y contratiempos que parecían entorpecer únicamente mi camino, me impidieron observar algo que más adelante, cuando me percaté de ello, me resultó sorprendente: llevábamos casi media jornada de marcha sin parar ni para tomar agua y no se habían dirigido ni un solo comentario entre ellos, simplemente caminaban uno tras otro con la cabeza gacha y siguiendo un mismo ritmo frenético, como si de un solo ser se tratase. En mi vida había visto nada igual. Y por más que yo intentaba no romper la perfecta armonía de la formación, menos lo lograba, dado que mis pies estaban demasiado habituados al cómodo caminar de los animales que formaban la caravana por terrenos allanados y bien señalizados.

Aún no sé qué es lo que más me exasperaba en aquellos primeros días de mi nueva vida, si la fatiga y el cansancio físico que parecían afligirme tan sólo a mí, o el desesperante silencio que embargaba nuestra caminata. En todo mi largo transcurrir por este mundo, hasta entonces no había conocido un silencio parecido hallándome entre semejantes, tan absoluto, difícil de describir. Pero para que intenten hacerse una frágil idea, les diré que ni tan siquiera el contacto de sus pies por el suelo emitía el más leve murmullo.

Y de esa manera fueron pasando los días: caminando hasta la extenuación, comiendo lo preciso y descansando lo inevitable. Aún no sé como pude soportarlo.


30 Consejos, saludos, propuestas...:

Liz Marin dijo...

guauuuu le fue mas facil quitarse el oro de encima que ganarlo....a ver como va ese viaje deseando seguir leyendote


besitosssss

Anónimo dijo...

Saludos guerrero.
Tu relato me ha dicho mucho más que si lo hubiera leído cualquier otro día, hoy me va. ¿ Que difícil resulta desprenderse?
Besos
anamorgana

genialsiempre dijo...

La envidia y la codicia retratada en este capítulo, mientras continua el peregrinaje de nuestro protagonista....

José María

Noelplebeyo dijo...

Despojado de lo material, su oído empezó a agudizarse de tal manera que desaparecieron los sonidos vanales...

Un camino de transformación muy interesante

Saludos

(z) Victoria dijo...

Hola Pedro: El trabajo interior se hace en el silencio. Qué interesante!
Un abrazo!

Dani7 dijo...

Que interesante el cambio de mentalidad que experimenta el guerrero. me gustan los giros que da en su vida.

un saludo Pedro.

Runas dijo...

Pensé que le costaría mas desprenderse de todo lo acumulado, cada vez me sorprende mas nuestro guerrero. Un beso

Gizela dijo...

hola Pedro.
Acabo de leer, también el capitulo once, ya que estaba fuera y con terrible conexión ese lunes, y después me lié jajaja
Sorprendente giro a tomado tu historia.
Encuentro con monjes, desprendimiento, voluntad de un cambio tan profundo de vida..
Bien interesante!!
Seguiré a la espera del siguiente
Un besote
Gizz

Cecy dijo...

Que lindo Pedro.
Tu relato cada vez me atrapa mas.
Este silencio que va experimentando el guerrero, es tan sublime que se le puede oir solamente a el.

Genial.

besos y buena semana.

mj dijo...

Y los días pasan y el ser humano soporta más de lo que podemos imaginar.
Un abrazo Pedro, llego tarde a tus anteriores capítulos, pero en ello estoy, poniéndome al día.
mj

Doncel dijo...

Pedro me ha gustado lo de cajita der sopresa, GRACIAS.
Tu eres un gran guerrero de la literatura.
Un abrazo
http://en-companyia.blogspot.com/

tia elsa dijo...

Preciso tu relato, tu guerrero es un aventurero nato por eso siempre busca el cambio. Veremos hacia donde lo conducen sus nuevos amigos, besos tia Elsa.

Mauro dijo...

...Primera puerta El Guerrero, puerta Interior...le sigue la puerta exterior,
El Mercader...y Despues...El sacerdote...

Logica Marcial y Universal

Atentamente


Mauro

misticaluz dijo...

Hola Pedro! Paso en principio a saludarte, y en segundo a ponerme al día con tus escritos (voy atrasada, no he tenido tiempo de entrar), ahora con un par de horas por delante, y con detenimiento te leo.

Amigo siempre es un gusto visitarte y disfrutar de tus palabras.

Te dejo un besote y un abrazooo grande!

Beatriz

Unknown dijo...

mi Pedro, tremenda transformación!!!...el silencio es el mejor remedio para cuando uno anda medio confundido...parece que el Guerrero trata de introducirse en su interior???
Esto sí que está bueno, tendremos que esperar una semana???
Besos mis tesoros!!!

Cemanaca dijo...

Diferentes matices y enorme tensión manejas, amigo, nos narras historias que van desgranando lecciones para el diario caminar...

Saludos conversos

Anónimo dijo...

eres buen narrador, lástima de la frialdad de este medio; habrá que imprimir..

La Gata Coqueta dijo...

ESTE GUERREO ME SORPREDE POR EL MOTIVO QUE SEA SEMPRE SE ADACTA A CUALQUIER CAMBIO CIRCUNSTANCIAL, SIN INMUTARSE LO MÁS MINIMO Y SIGUE EL CAMINO, SIEMPRE DANDONOS SORPRESAS...

UN ABRAZO Y FELIZ SEMANA.

Marina dijo...

Qué duro puede ser el silencio cuando lo que nos revela es nuestro interior. Excelente, como nos tenés acostumbrados. Un abrazo.

El_Valencianet dijo...

Este relato me recuerda a un dicho que mi abuelo siempre comenta... La codicia rompe el saco

Cuantos habrán fallecido por la codicia...

P:D. Es la primera vez que te comento algo, pero vale la pena pasarte por tu blog, tienes magníficas entradas, sigue así ^^

Cuidate!!

el piano huérfano dijo...

Sabes una cosa: Cuando te leo mi alma tiene esperanza a un mundor mejor las luchas y las guerras cobran sentido, gracias Pedro, muchas gracias.

Fernando Manero dijo...

Recuperaste la libertad y eso es lo importante. Aunque eres avispado comerciante, nunca te interesó el oro en demasía, salvo para comprobar lo que de sinceros tenían quienes te rodeaban. Sin duda eso te proporciona la fortaleza necesaria para afrontar el camino con la mirada abierta, los pies diligentes y el zurrón en su punto. Mira de vez en cuando para atrás para que los que te acompañan no te pierdan de vista.

Cemanaca dijo...

Buen finde "Guerrero"
Que en tu caminar vayas dejando tus letras sobre las frentes de quienes te rodean.

Saludos conversos.

Anónimo dijo...

Ojalá no haya sido una mala decisión, y aunque siempre hay tiempo para arrepentirse no creo que este sea el momento. habrá que seguir, habrá que ver a dónde conducen esos pasos que inevitablemente obligan a pensar con tanto silencio.

besitos...

Roy Jiménez Oreamuno dijo...

Sabes el hilo conductor de tus escritos es tan fino que no puedo dejar de leer cuando empiezo, eso me encanta de tus post.

A veces los más grandes silencios nos gritan desde el alma queriendo que podamos escucharlos. Hasta el oro pesa en esas largas caminatas y en verdad que el silencio a veces mata el alma.
Saludos

Marinel dijo...

Soltar lastres materiales,quizá desmaterialice un poco por dentro,descoloque...
Pues es sabido,que todo lo tangible creado por los humanos,engancha en exceso.
Él, comienza un viaje,no sólo físico e incomprensible,sino interno, y con el tiempo puede que amado...
Seguiremos su pasos por esos caminos directos y difíciles.
Besos.

M. J. Verdú dijo...

Desde luego, Pedro, el silencio es una poderosa herramienta que nos permite adentrarnos en el trabajo interno y hallar respuesta desde la intucición y la meditación a los retos que nos va presentando la vida. Quería darte las gracias por lo inspiradores que me resultan tus textos y por la espiritualidad y sabiduría que alberga tu alma noble. ¡felicidades!

AHEO dijo...

El silencio... nada más aleccionador que el silencio, pues bondadoso ofrece un sin fin de caminos, los internos son los más difíciles de empezar a andar cuando el ruido exterior cómodamente se instala en el espíritu.Pero cuando se halla una señal en el camino y es el corazón el que te impulsa a seguirla, el espíritu inicia a vislumbrar los destellos del propio ser.

Pedro, un gustazo leerte. Te sigo.

Un abrazo.

Haydeé :)

Silvia dijo...

hola!este guerrero es muy inteligente...se adapta..ha elegido otro camino...y aún así sigue...
el silencio será muy útil para crecer...siempre aprende...
donde lo llevaran los nuevos compañeros de ruta...?
besotes.
silvia cloud

Emma Núñez dijo...

Nuestro guerrero de la vida lleva ya varias batallas perpetradas... quizá ésta haya sido la más dura hasta el momento.
Besos Pedro.

Se acordaron de mí: