Una historia de amistad

martes, 30 de diciembre de 2008

Esta es una historia de amistad y compañerismo. Es una historia de amor y fraternidad entre dos seres destinados a comprenderse y compenetrarse, aunque, como todo destino final que merezca la pena, también éste será alcanzado únicamente tras un largo camino repleto de amargos sinsabores, contradicciones incomprensibles y un sinfín de arduas pruebas a cada cual más dura y traumática.
La futura unión de nuestros protagonistas estuvo escrita desde que ambos vieron la luz, ya que, aunque parezca increíble, estos dos personajes comenzaron su existencia siendo un solo ser, una única entidad excepcional e irreemplazable. Y digo excepcional porque, a partir de ese irrepetible momento del alumbramiento, sus caminos comenzaron a distanciarse irremediablemente y ya nunca más volverían a conformar esa única forma sin forma y sin apariencia de la que surgieron en el instante primigenio.
Esta ruptura se produjo de forma paulatina, poco a poco, sin que apenas se percataran cada uno de ellos, los cuales emprendieron cada uno su camino por separado, llegando incluso a convertirse en determinados momentos en rivales irreconciliables, al menos en apariencia, porque esa raíz primitiva y común que los une también los condena de por vida a permanecer en absoluta comunión, a pesar de sus eternas divergencias.
Estos dos seres son el Consciente y el Inconsciente. El primero es extrovertido y dinámico, expuesto en todo momento a cambios provocados por su entorno exterior, del cual se alimenta a través de los sentidos, siempre ávidos y a la expectativa de nuevas sensaciones. Es un ser extremadamente curioso y voraz, y esto lo hace ser muy manipulable y estar en constante cambio, evolucionando con el medio ambiente que lo rodea, intoxicándose con las malas influencias, aprendiendo y desaprendiendo, creciendo y menguando todo ello al mismo tiempo.
En cuanto al Inconsciente, es más introvertido y bastante menos voluble. Su extrema prudencia y sensatez lo convierten a menudo en alguien aburrido, poco sociable. Se nutre de los mismos impulsos que su hermano el Consciente, y de millones de ellos más de los cuales el otro ni se entera, debido a su escasa paciencia. El Inconsciente es infinitamente más reflexivo y la gran cantidad de datos que maneja lo obligan a comportarse de forma más cauta y reservada. Con frecuencia trata de advertir a su compañero de posibles consecuencias a sus alocados actos, pero éste rara vez lo escucha, sobretodo en esas etapas de la vida donde las diferencias son tan exacerbadas que ni tan siquiera tienen conocimiento el uno sobre el otro.
Pero el Inconsciente es más inteligente, y en algunas ocasiones consigue sus propósitos por encima de la voluntad del Consciente, a lo callado, aunque, claro está, tampoco es perfecto y también se equivoca a veces. Pero su capacidad de aprendizaje es mayor y, con el tiempo y la experiencia, va consiguiendo poco a poco dominar la impetuosidad de su adversario y amigo, contagiándole en parte su calma y su espíritu reflexivo.
En aquellos momentos de sus vidas paralelas en los que las diferencias entre ambos se acentúan y se hacen más extremas, rara vez conocerán la paz y la quietud, y sólo cuando consigan unir sus esfuerzos para un mismo propósito, la armonía estará presente en ellos y vivirán sus mejores momentos. De ahí que, como dije en un principio, estén predestinados a entenderse, porque la evolución es constante y, al mismo tiempo que el Consciente irá conociendo la existencia y el valor del Inconsciente, éste irá alzando su voz haciéndose valer y resurgiendo de su silencio. Llegando así el día en el que los dos dejen de lado sus diferencias para convivir en completa conformidad, aunque respetando siempre la libertad de cada uno.
Pero esto no siempre sucede, o tarda demasiado en producirse, y es por ello que el mundo está en constante conflicto, es la causa de tanta sinrazón y de tanta violencia. Así que desde aquí conmino al Consciente a callar un poco, a prestar más atención a esa voz interior que le insinúa calma, y al Inconsciente le sugiero mayor arrojo y celeridad a la hora de prevenir y aconsejar a su hermano. A ambos les advierto de la necesidad de hacer un esfuerzo cuanto antes por comprenderse mutuamente. Es la supervivencia la que está en juego.

Jesús de Nazaret

lunes, 22 de diciembre de 2008


El día 25 se conmemora en gran parte del mundo el nacimiento de una persona. Una persona muy especial que nació, vivió y murió hace mucho, unos dos mil años aproximadamente. Nadie vivo conoce con exactitud la fecha exacta de su nacimiento, pero eso no importa, se ha elegido este día en concreto para recordarlo y bien está.
Desconozco si esta persona llamada Jesús fue hijo de algún dios, tampoco puedo asegurar que ascendiese a los cielos a los tres días después de morir, ni siquiera sé si fue un profeta o sólo un revolucionario, o quizás un santo, o sencillamente un hombre bueno. No lo sé. ¿Alguien lo sabe?
Lo que sí puedo asegurar es que nunca me cansaré de leer las palabras escritas en el Nuevo Testamento que se le atribuyen a él. Esas palabras y el mensaje que encierran son lo único que en verdad me importan de este personaje, los demás misterios sobre su vida y obra, ya sean divinos o humanos, apenas consiguen apartar mi mente ni un ápice de lo que pienso que debe ser lo esencial.
No pretendo llevar la razón, sólo intento transmitir mi opinión a día de hoy.
En estos días señalados se habla mucho de él, pero mi indomable mirada me dice que pocos son los que en verdad le conocen, a juzgar por lo que veo en la calle.
Y por ello, antes de retirarme a mi descanso bloguero obligado por las circunstancias festivas, quería dejar aquí constancia de mi homenaje a la Navidad: las palabras de Jesús de Nazaret.
Sé que resultará un poco pesado leer todo lo que he seleccionado, pero eso tiene fácil solución: no lo hagan si no quieren.
Por si no llegan al final, me despido aquí de todos por este año que acaba, deseándoles unas muy felices fiestas y una entrada de año como se merecen, y agradeciéndoles todo el bien que me han aportado en este año 2008 que se va.
Espero volver a contar con la amistad de todos en los próximos años. La mía la tienen asegurada. (Por cierto, dejo de escribir pero no de leer).

Dijo Jesús:

- Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los mansos y humildes, porque ellos poseerán la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los que tienen puro su corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
- Dichosos seréis cuando los hombres por mi causa os maldijeren y os persiguieren, y dijeren con mentiras toda suerte de mal contra vosotros. Alegraos entonces y regocijaos porque es muy grande la recompensa que os aguarda en los cielos.
- Si al tiempo de presentar tu ofrenda en el altar, allí te acuerdas que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja allí mismo tu ofrenda delante del altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y después volverás a presentar tu ofrenda. Componte luego con tu contrario, mientras estás con él todavía en el camino, no sea que te ponga en manos del juez, y el juez te entregue en las del alguacil, y te metan en la cárcel. Asegúrate de cierto que de allí no saldrás hasta que pagues el último maravedí.
- Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Yo empero os digo, que no hagáis resistencia al agravio; antes si alguno te hiriere en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Y al que quiere armarte pleito para quitarte la túnica, alárgale también la capa. Y a quien te forzare a ir cargando mil pasos, ve con él otros dos mil. Al que te pide, dale; y no tuerzas tu rostro al que pretende de ti algún préstamo.
- Habéis oído que fue dicho: Amarás a tu prójimo y (han añadido malamente) tendrás odio a tu enemigo. Yo os digo más: Amad a vuestros enemigos; haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os persiguen y calumnian. Para que seáis hijos imitadores de vuestro Padre celestial, el cual hace nacer su sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos y pecadores. Que si no amáis sino a los que os aman, ¿qué premio habéis de tener? ¿no lo hacen así aun los publicanos? Y si no saludáis a otros que a vuestros hermanos, ¿qué tiene eso de particular? ¿por ventura no hacen eso también los paganos? Sed pues vosotros perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto, imitándole en cuanto podáis.
- Guardaos bien de hacer vuestras obras buenas en presencia de los hombres, con el fin de que os vean. De otra manera no recibiréis su galardón de vuestro Padre, que está en los cielos. Y así cuando das limosna, no quieras publicarla a son de trompeta, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles o plazas, a fin de ser honrados de los hombres. En verdad os digo, que ya recibieron su recompensa. Mas tú cuando des limosna, haz que tu mano izquierda no perciba lo que hace tu derecha, para que tu limosna quede oculta y tu Padre, que ve lo más oculto, te recompense en público.
- Cuando ayunéis no os pongáis cari tristes como los hipócritas, que desfiguran sus rostros para mostrar a los hombres que ayunan. En verdad os digo, que ya recibieron su galardón. Tú, al contrario, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava bien tu cara, para que no conozcan los hombres que ayunas, sino únicamente tu Padre, que está presente en todo, aún lo que hay más de secreto.
- No queráis amontonar tesoros para vosotros en la tierra, donde el orín y la polilla los consumen, y donde los ladrones lo desentierran y roban.
- Ninguno puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión al uno y amor al otro, o si se sujeta al primero, mirará con desdén al segundo. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
- Mirad las aves del cielo, como no siembran, ni riegan, ni tienen graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿Pues no valéis vosotros mucho más sin comparación que ellas?
- Acerca del vestido, ¿a qué propósito inquietaros? Contemplad los lirios del campo como crecen y florecen; ellos no labran ni tampoco hilan. Sin embargo yo os digo, que ni Salomón en medio de toda su gloria se vistió con tanto primor como uno de estos lirios.
- Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todas las demás cosas se os darán por añadidura. No andéis pues acongojados por el día de mañana; que el día de mañana harto cuidado traerá por sí; bástale ya a cada día su propio afán o tarea.
- No juzguéis a los demás, si queréis no ser juzgados. Porque con el mismo juicio que juzguéis, habéis de ser juzgados; y con la misma medida que midiereis, seréis medidos vosotros. Mas tú, ¿con qué cara te pones a mirar la mota en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que está dentro del tuyo? O ¿cómo dices a tu hermano: deja que yo saque esa pajilla de tu ojo, mientras tu mismo tienes una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás como has de sacar la mota del ojo de tu hermano.
- Pedid, y se os dará. Buscad, y hallaréis. Llamad, y os abrirán. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama se le abrirá.
- Haced vosotros con los demás hombres todo lo que deseáis que hagan ellos con vosotros.
- Entrad por la puerta angosta, porque la puerta ancha y el camino espacioso son los que conducen a la perdición, y son muchos los que entran por él.
- Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos voraces; por sus frutos u obras los conoceréis. ¿Acaso se cogen uvas de los espinos, o higos de las zarzas? Así es que todo árbol bueno produce buenos frutos, y todo árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo darlos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, será cortado y echado al fuego. Por sus frutos pues los podréis conocer.
- Al verlo, los fariseos, decían a sus discípulos: ¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores? Mas Jesús oyéndolo les dijo: No son los que están sanos, sino los enfermos los que necesitan de médico.
- El que trabaja, merece que le sustenten.
- Todo reino dividido en facciones contrarias, será desolado; y cualquier ciudad, o casa dividida en bandos, no subsistirá.
- No lo que entra por la boca es lo que mancha al hombre, sino lo que sale de la boca, eso es lo que le mancha.
- En verdad os digo, que si no os volvéis y hacéis semejantes a los niños en la sencillez e inocencia, no entraréis en el reino de los Cielos. Cualquiera pues que se humillare como este niño, ese será el mayor en el reino de los Cielos.
- Si tu hermano pecare contra ti o cayere en alguna culpa corrígele estando a solas con él; si te escucha habrás ganado a tu hermano.
- Acercósele entonces un hombre joven que le dijo: Maestro bueno, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la vida eterna? El cual le respondió: ¿Por qué me llamas bueno? Dios sólo es bueno. Por lo demás, si quieres entrar en la vida eterna, guarda los mandamientos. Díjole él: ¿Qué mandamientos? Respondió Jesús: No matarás. No cometerás adulterio. No hurtarás. No levantarás falsos testimonios. Honra a tu padre y a tu madre. Y ama a tu prójimo como a ti mismo. Dícele el joven: Todos esos los he guardado desde mi juventud, ¿qué más me falta? Respondiole Jesús: Si quieres ser perfecto, anda y vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; ven después y sígueme. Habiendo oído el joven estas palabras se retiró entristecido, y era que tenía muchas posesiones. Jesús dijo entonces a sus discípulos: En verdad os digo que difícilmente un rico entrará en el reino de los Cielos. Y aún os digo más: Es más fácil el pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de los Cielos.
- No ignoráis que los príncipes de las naciones avasallan a sus pueblos, y que sus magnates los dominan con imperio. No ha de ser así entre vosotros, sino que quien aspirare a ser mayor entre vosotros, debe ser vuestro criado. Y el que quiera ser entre vosotros el primero, ha de ser vuestro siervo.
- El mayor entre vosotros ha de ser ministro o criado vuestro. Que quien se ensalzare, será humillado; y quien se humillare, será ensalzado.
- ¡Ay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas! Que pagáis diezmo hasta de la yerba buena y del heneldo, y del comino, y habéis abandonado las cosas más esenciales de la Ley, la justicia, la misericordia y la buena fe. Estas debierais observar sin omitir aquellas.
- ¡Oh guías ciegos! Que coláis cuando bebéis por si hay un mosquito, y os tragáis un camello. ¡Ay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas! Que limpiáis por fuera la copa y el plato, y por dentro en el corazón estáis llenos de capacidad e inmundicia. ¡Fariseo ciego! Limpia primero por dentro la copa y el plato, si queréis que lo de fuera sea limpio. ¡Ay de vosotros, Escribas y Fariseos hipócritas! Porque sois semejantes a los sepulcros blanqueados, los cuales por fuera parecen hermosos a los hombres, mas por dentro están llenos de huesos de muertos, y de todo género de podredumbre. Así también vosotros en el exterior os mostráis justos a los hombres, mas en el interior estáis llenos de hipocresía y de iniquidad.
- Vuelve tu espada a la vaina; porque todos los que sirven de la espada por su propia autoridad, a espada morirá.
- Nada de afuera que entra en el hombre puede hacerle inmundo, mas las cosas que proceden o salen del hombre, esas son las que dejan mácula en el hombre. Si hay quien tenga oídos para oír esto, óigalo y entiéndalo.
- Estando una vez Jesús sentado frente al arca de las ofrendas, estaba mirando como la gente echaba dinero en ella, y muchos ricos echaban grandes cantidades. Vino también una viuda pobre, la cual metió dos blancas y pequeñas monedas, que hacen un maravedí. Y entonces, convocando a sus discípulos, les dijo: En verdad os digo que esta pobre viuda ha echado más en el arca que todos los otros. Por cuanto los demás han echado algo de lo que les sobraba, pero ésta ha dado de su misma pobreza todo lo que tenía, todo su sustento.
- Más ¡ay de vosotros los ricos! Porque ya tenéis vuestro consuelo en este mundo. ¡Ay de vosotros los que andáis hartos! Porque sufriréis hambre. ¡Ay de vosotros los que ahora reís! Porque día vendrá en que os lamentaréis y lloraréis. ¡Ay de vosotros cuando los hombres mundanos os aplaudieren! Que así lo hacían sus padres con los falsos profetas.
- A todo el que te pida, dale. Y al que te roba tus cosas, no se las demandes. Tratad a los hombres de la misma manera que quisierais que ellos os tratasen a vosotros. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir recompensa, ¿qué mérito tenéis? Pues también los malos prestan a los malos, a trueque de recibir de ellos otro tanto. Empero vosotros, amad a vuestros enemigos, haced bien y prestad, sin esperanza de recibir nada por ello, y será grande vuestra recompensa.
- No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados. Perdonad y seréis perdonados.
- ¿Por ventura puede un ciego guiar a otro ciego? ¿no caerán ambos en el precipicio? No es el discípulo superior al maestro, pero todo discípulo será perfecto, como sea semejante a su maestro.
- Quiero mostraros a quién es semejante cualquiera que viene a mí y escucha mis palabras y las practica: es semejante a un hombre que fabricando una casa, cavó muy hondo, y puso los cimientos sobre peña viva; venida después una inundación, el río descargó todo el golpe contra la casa, y no pudo derribarla porque estaba fundada sobre peña. Pero aquel que escucha mis palabras y no las practica, es semejante a un hombre que fabricó su casa sobre tierra fofa sin poner cimiento, contra la cual descargó su ímpetu el río, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.
- Nada hay oculto que no deba ser descubierto, ni escondido que no haya de ser conocido y publicado.
- Prosiguiendo Jesús su viaje a Jerusalem, entró en cierta aldea donde una mujer por nombre Martha le hospedó en su casa. Tenía ésta una hermana llamada María, la cual sentada a los pies del Señor estaba escuchando su divina palabra. Mientras tanto, Martha andaba muy afanada en disponer todo lo que era menester, por lo cual se presentó a Jesús y le dijo: Señor, ¿no reparas que mi hermana me ha dejado sola en las faenas de la casa? Dile pues que me ayude. Pero el Señor le dio esta respuesta: Martha, Martha, tú te afanas y acongojas distraída en muchísimas cosas; y a la verdad que una sola cosa es necesaria, que es la salvación eterna. María ha escogido la mejor suerte, de que jamás será privada. (Martha, sirviendo al Señor entre muchas ocupaciones temporales, es imagen de la vida activa; y María lo es de la contemplativa).
- ¡Ay de vosotros, igualmente, doctores de la Ley! Porque echáis a los hombres cargas que no pueden soportar, y vosotros ni con la punta del dedo las tocáis. ¡Ay de vosotros que fabricáis mausoleos a los profetas, después que vuestros mismos padres los mataron! En verdad que dais a conocer que aprobáis los atentados de vuestros padres, porque si ellos los mataron, vosotros edificáis sus sepulcros.
- ¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, que os habéis reservado la llave de la ciencia de la salud! Vosotros mismos no habéis entrado, y aun a los que iban a entrar se lo habéis impedido.
- Guardaos de la levadura de los Fariseos, que es la hipocresía. Mas nada es tan oculto que no se ha de manifestar, ni tan secreto que al fin no se sepa. Así es que lo que dijisteis a oscuras, se dirá en la luz del día, y lo que hablasteis al oído en las alcobas, se pregonará sobre los terrados.
- Estad alerta, y guardaos de toda avaricia; que no depende la vida del hombre de la abundancia de los bienes que él posee.
- Buscad primero el reino de Dios y su justicia; que todo lo demás se os dará por añadidura.
- Vended si es necesario lo que poseéis, y dad limosna. Haceos unas bolsas que no se echen a perder; un tesoro en el cielo que jamás se agota, a donde no llegan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón.
- Se pedirá cuenta de mucho a aquel a quien mucho se le entregó; y a quien se han confiado muchas cosas, más cuenta le pedirán.
- Cuando fueres convidado a bodas, no te pongas en el primer puesto, porque no haya quizá otro convidado de más distinción que tú; y sobreviniendo el que a ti y a él os convidó, te diga: Haz lugar a éste; y entonces, con sonrojo te veas precisado a ponerte el último. Antes bien, cuando fueres convidado, vete a poner en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba. Lo que te acarreará honor a vista de los demás convidados. Así es que cualquiera que se ensalza, será humillado; y quien humilla, será ensalzado.
- Quien es fiel en lo poco también lo es en lo mucho; y quien es injusto en lo poco, también lo es en lo mucho. Si en las falsas riquezas no habéis sido fieles, ¿quién os fiará las verdaderas o las de gracia? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién pondrá en vuestras manos lo propio vuestro?
- El reino de Dios no ha de venir con muestras de aparato. Ni se dirá: Vele aquí o vele allí. Antes tened por cierto que ya el reino de Dios o el Mesías está en medio de vosotros.
- Dijo a sí mismo a ciertos hombres que presumían de ser justos y despreciaban a los demás, esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar; el uno era fariseo y el otro publicano o alcabalero. El fariseo, puesto en pie, oraba en su interior de esta manera: ¡Oh Dios! Yo te doy gracias de que no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces a la semana; pago los diezmos de todo lo que poseo. El publicano, al contrario, puesto allá lejos, ni aun los ojos osaba levantar al cielo, sino que se daba golpes de pecho diciendo: Dios mío, ten misericordia de mí que soy un pecador. Os declaro, pues, que éste volvió a su casa justificado, mas no el otro; porque todo aquel que se ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado.
- Quien habla de su propio movimiento, busca su propia gloria; mas el que únicamente busca la gloria del que le envió, ese es veraz y no hay en él injusticia o fraude.
- El que de vosotros se halla sin pecado, tire contra ella el primero la piedra.
- Si perseveráis en mi doctrina, seréis verdaderamente discípulos míos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
- En verdad, en verdad os digo, que todo aquel que comete pecado, es esclavo del pecado.
- El precepto mío es que os améis unos a otros como yo os he amado a vosotros. Que nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos.


Amén.

Todos hablan...

viernes, 19 de diciembre de 2008


Todos nos hablan... sólo que nadie escucha.
Nos hablan los niños cuando lloran en la cama.
Nos habla el viejo cuando calla en su butaca.
Nos hablan los árboles cuando los azotan los vientos.
Y también lo hacen cuando se yerguen en la calma.
Nos hablan las olas, encrespadas y salvajes,
que nos traen historias de corsarios inmortales.
Nos hablan los ríos, aunque corran a raudales,
y nos dicen a gritos que detenerse es la muerte.
Nos habla la torre, desde su altura encumbrada,
sabedora de su presto final en ruinas inertes.
Nos hablan los presos, tras rejas oxidadas,
¡este mundo no funciona, a ver cuando te enteras!
Nos hablan ambas caras de un muro fronterizo,
que suspiran a gritos por conocerse.
Nos hablan los listos, los necios y los notables,
pero mejor que a esos, escucha a las rameras.
Nos habla la tierra, agraviada por nuestras manos,
¡no me olvides insensato, qué sólo eres un ser humano!
Nos hablan las madres, con sus tristes miradas,
el pasado ya no vuelve, ¡ay si yo pudiera!
Nos hablan los pájaros, mientras nos observan,
y piensan callados en lo poco que nos queda.
Nos habla la luna, desde la distancia,
casi no nos distingue, sabe que no somos nada.
Nos hablan las estrellas, aún más lejanas,
ojalá pudieran compartir su misterio.
Nos habla el sol, majestuoso y sincero,
no lo mires a la cara, sólo siente su aliento.
Nos habla el alma, desde su tumba silente,
sueña que no es tarde, y nos dice que aún se puede.
Te hablo yo, con mi amargo poema,
pero no me hagas caso que la locura se pega.
Te hablan los libros, con su silencio patente.
Todos te hablan... sólo que tú no te enteras.

Breve historia del escarabajo del estiércol

miércoles, 17 de diciembre de 2008


Nace.
Crece.
Se reproduce.
Muere.


El resto se excluye por carecer de importancia.

Tenemos mucho en común con ellos; también los seres humanos nos pasamos la vida fabricando enormes bolas de mierda cada vez más y más grandes.

Quien tenga oídos para oír, que oiga.


(Nota de última hora: mi amiga Alicia me manda esta foto para que vea que no todos los escarabajos somos iguales. ¡No es una preciosidad! Comparto su opinión).


La batalla decisiva

domingo, 14 de diciembre de 2008


Y llegó el caos, la desolación total, las puertas del abismo se abrieron y la caída fue imparable y estrepitosa. Mente andaba totalmente perdida, no distinguía sueño de realidad, la verdad terminó difuminándose entre ilusiones y fantasías, los recuerdos se tornaron inútiles, como vacíos de contenido. Mientras, Alma vagaba sin esperanzas en un espacio eterno e infinito, flotando en la desolación de saberse olvidada, o peor aún, creyéndose no deseada.
La batalla parecía haber concluido, y el enemigo victorioso, encumbrado en su poder, campaba a sus anchas por doquier; aquel enemigo invisible y omnipotente que poco a poco, lenta, pero inexorablemente, supo instalarse en las más altas estancias que gobernaban la totalidad del Reino, pensando que ya no habría quien lo derribase de allí, quien le arrebatase el mando absoluto de la nave.
Ya nada volvería a ser lo que fue... al menos eso es lo que todos pensaban.
Pero jamás se puede dar una batalla por concluida mientras el impávido tiempo continúe su caminar inalterable hacia delante, siempre hacia delante.
Y así fue como hizo acto de presencia alguien a quien nadie esperaba. Nadie contaba con él porque a todos les era desconocido, a pesar de haber estado siempre ahí, oculto en la sombra, creciendo, haciéndose fuerte, esperando el momento preciso para saltar al ruedo. La paciencia es la virtud por excelencia de nuestro héroe: Espíritu.
–¿Quién eres? –quiso saber Mente–. ¿Por qué vienes ahora a complicarlo todo? Acaso no ves que estamos bien, vete de aquí, no te necesitamos. Ahora todo está tranquilo.
–No me iré sin antes devolverte la luz –contestó Espíritu.
–¿Dónde estabas? Te eché de menos –dijo Alma, interrumpiendo así su letargo, al oír aquella voz que creyó reconocer de un pasado muy lejano y apenas perceptible.
–Nunca me fui, siempre he estado con vosotros, sólo que era débil, jamás sospeché que tendría que vérmelas con un enemigo tan fiero y voraz, y admito que me asustó, por eso me recluí lejos, muy dentro, donde no podría hacerme daño. Lo necesitaba, sólo así he podido fortalecerme, adiestrarme para la lucha, ya que ésta será dura, no habrá cuartel.
–Pero de qué lucha hablas, qué estáis confabulando –insistió Mente–. No permitiré que interfiráis en mi felicidad. Me ha costado mucho obtenerla. Largaos los dos, ya no os necesito.
–No le escuches, está poseído –advirtió Alma–. Pensé que incluso acabaría conmigo, tuve que desaparecer de su vista.
–Lo sé, no te preocupes, yo volveré a reconciliaros. Libraré a Mente de la oscuridad que la atenaza y tú, Alma, amiga, podrás volar libre de nuevo, como antaño, ¿recuerdas?
–Lo cierto es que ya casi no recuerdo nada del pasado, el enemigo es demasiado poderoso, más de lo que imaginas, a pesar de que he tratado de alejarme, de parecer indiferente, no lo he conseguido, y poco a poco ha ido apoderándose se mí, golpeándome sin compasión hasta conseguir dejarme sin sentido; creí morir, peor aún, desaparecer. No me pidas retroceder en el tiempo, ya no me quedan fuerzas.
–Llorica presuntuosa, ¿quién te has creído que eres? –volvió a protestar Mente–. Tú no eres nadie, no eres nada, debí acabar contigo hace mucho. Recuerda que aún puedo hacerte desaparecer cuando quiera.
–No le hagas caso –trató de tranquilizarla Espíritu–. No es ella la que habla, ni siquiera sabe lo que dice y mucho menos es capaz de hacer nada de lo que cree.
–Sí, ya estoy acostumbrada a su mala educación. Pero dime, cómo vas a vencer a un enemigo al que nadie conoce, que nadie sabe cómo actúa, ni dónde. Un enemigo con tantas máscaras, capaz de transformarse incluso en ti mismo, cómo se puede derrotar a alguien así.
–¿Qué crees que he estado haciendo mientras permanecía en las sombras? –respondió Espíritu–. Lo he buscado incansablemente, he estudiado sus movimientos, lo he seguido desde la distancia.... ahora sé quien es, lo he desenmascarado, conozco su identidad y ya no puede escapárseme.
–Pero cómo... ¿De quién se trata? –quiso conocer Alma.
–Su nombre es Ego –respondió Espíritu con solemnidad.
–¿Ego? De qué hablas, estás desvariando –increpó Mente–. No existe nadie llamado así, a mí no me engañas con tus patrañas.

Pero al tiempo que pronunciaba estas palabras, en el rostro de Mente apareció un atisbo de duda que no pudo disimular... de duda o quizás de miedo.
Espíritu no tardó en reanudar el combate, sabía que su adversario no se lo pondría fácil, tenía demasiadas armas con las que contraatacar. El valor era una y otra vez aniquilado por el incansable miedo; si empuñaba la esperanza, Ego se defendía con el pesimismo; cuando Espíritu blandía la fe, su enemigo lo atajaba con el escepticismo; ante la caridad, la ira se crecía; la justicia era golpeada constantemente por la sinrazón, la sabiduría poco o nada podía hacer contra la infinita ignorancia ni la apática indiferencia y el odio aparecía como un escudo de acero contra la bondad y la solidaridad. Pero Espíritu no se rendía, muy al contrario se hacía más fuerte conforme luchaba, porque esa era su condición. De esta manera, el tiempo estaba a su favor, conforme se sucedían los combates Ego iba perdiendo poder, agotando sus energías, sus ataques se hacían más débiles y esporádicos.
Por fin Alma fue recobrando su confianza perdida y Mente logró de nuevo atisbar algo de luz; al principio sólo por momentos puntuales, pero con el tiempo fue aumentando su libertad y lucidez hasta llegar a distinguir al enemigo que la atenazó durante tanto tiempo cuando éste se acercaba amenazando de nuevo su integridad, siendo capaz ahora de oponerle resistencia. La realidad fue abriéndose camino y la verdad resurgió de sus cenizas esparcidas al viento.
Espíritu nunca bajaría la guardia, porque si algo sabía de cierto de su enemigo es que éste era invencible, inmortal, de ahí que no pretendiese nunca su muerte y desaparición, sabía que debía conformarse con derribarlo una y otra vez cada vez que asomase la cabeza. Este conocimiento no le hacía palidecer, ni caer en la desesperanza, porque sabía que en la lucha residía su propia fuerza, su existencia, así que simplemente se limitaba a resistir.

–¿Qué ocurrirá si algún día Ego termina por destruirte? –preguntaron con preocupación Mente y Alma.
–Podéis relajaros –dijo Espíritu con tranquilidad–, cuento con una gran ventaja: mi fuerza puede mantenerse o aumentar, pero nunca disminuir. Y además, ahora que ya os he mostrado el rostro del enemigo, que ya lo conocéis, no estoy solo en la batalla.

Reflexiones de una cigüeña 3ª parte

viernes, 12 de diciembre de 2008


Por cierto, me pregunto cómo encontraremos esta temporada nuestro nido. Normalmente suele acabar bastante maltrecho tras la estación invernal. Supongo que, como de costumbre, tendremos que dedicar los primeros días a rehacerlo. En el Norte no suele haber problemas por anidar, allí abundan las construcciones altas y robustas fabricadas por los humanos; lo difícil es encontrar un lugar tranquilo y alejado de ruidos. El nuestro se ubica sobre uno de esos que utilizan para reunirse muchos de ellos en días determinados. No sé qué harán dentro. Mi pareja suele decir que se ocultan del Cielo y de la Tierra para que éstos no los oigan conspirar contra ellos.
Lo que sí que suele ser difícil por allá arriba es la alimentación. Cada año resulta más complicado hallar parajes naturales donde poder encontrar sabrosos y confiados reptiles que llevar al estómago. No es de extrañar que muchos de los nuestros se hayan resignado a acudir a esos inmundos sitios donde los humanos echan sus desperdicios para poder comer algo y, sobretodo, poder alimentar a sus crías. Como dije al principio, también nosotros tendremos que acostumbrarnos tarde o temprano a rebuscar entre la basura, qué remedio.
Lo lamento mucho por nuestros polluelos; al menos nosotros hemos tenido la envidiable oportunidad durante nuestras vidas de disfrutar de largas temporadas con temperaturas suaves y agradables, anidar en lugares salvajes y maravillosos, colmarnos con abundante y suculenta comida, saciar nuestra sed con agua fresca y limpia, respirar aire puro y libre de polución y gozar de una paz y una tranquilidad que por día se echa más de menos. Los que nos sigan tendrán que habituarse desde el día de su nacimiento a llevar esta penosa vida a la que los humanos nos han conducido, entre ruidos, humo, aire viciado, basura, aguas putrefactas y comida muerta. Lo ideal sería no mostrarles en ningún momento estos parajes idílicos y naturales del Sur que aún van quedando, de esa forma nunca podrán echarlos de menos cuando desaparezcan del todo. No me extrañaría en absoluto que también estos seres bípedos sean los responsables de que cada temporada estival sea más tórrida y seca por estos lugares. Aunque pensándolo bien, creo que estoy exagerando, es imposible que dispongan de facultades tan increíbles como para poder controlar también el medio ambiente hasta esos extremos.
Debe de ser humillante para algunas de las especies depredadoras que habitan por aquí cerca, mucho más fuertes y poderosas, el verse dominadas y obligadas a vivir en espacios reducidos y controlados, por estos otros más débiles y frágiles. Supongo que de no ser por esas potentes varas que poseen, capaces de escupir fuego y matar al instante a cualquier ser vivo que se les oponga, o simplemente se les antoje, no les irían tan bien las cosas. Lo sorprendente es que las utilicen incluso contra ellos mismos, como en muchas ocasiones hemos podido comprobar por estos parajes. Claro que gracias a ese incomprensible comportamiento, las demás especies gozamos por aquí de una mayor libertad y tranquilidad, y de más lugares salvajes donde poder establecernos y alimentarnos. De no ser así, ocurriría como en el Norte, terminarían acaparándolo todo para ellos, expulsando al resto de las especies u obligándolas a adaptarse a su ambiente. A veces, la Madre Naturaleza tiene formas extrañas de establecer su dominio.
En fin, será mejor que vaya al encuentro de mi pareja; debe de andar desesperada buscándome. También ella se resiste a abandonar este sitio. Es comprensible. Pero el calor asfixiante y la escasez de agua limpia son insoportables para cualquier ser vivo. Pronto estaremos volando por el infinito cielo, sin que exista en el mundo nada ni nadie que nos lo pueda impedir. El viaje será largo y cansado, como de costumbre, pero nosotros disfrutaremos como siempre lo hemos hecho, viendo bajo nuestras cabezas como van quedando las montañas, los ríos, los bosques y los mares. También ellos sonreirán al vernos pasar, y dirán “volad, volad, que cuando vuestro tiempo acabe, nosotros seguiremos aquí, imperturbables, viendo pasar a otros como vosotros que habrán perdido para siempre vuestro recuerdo y vuestra memoria, tal y como os ocurre a vosotros con los que os han precedido”.
Así es; aunque estoy seguro de que también a ellos les llegará algún día el final de su tiempo, porque algo me dice que, en este mundo, desde lo más ínfimo y pequeño hasta lo más grande y poderoso, todo lo creado bajo el Cielo tiene un principio y un fin, al igual que un propósito que cumplir durante sus días. Nuestra Madre Naturaleza nos ha colocado a cada uno de nosotros sobre esta tierra con unas sabias intenciones que sólo Ella conoce y, de la misma manera, también Ella se encargará de hacernos desaparecer cuando lo crea conveniente. De ahí lo importante que es para todos llevarnos bien con todo lo que nos rodea e intentar seguir el curso que nos marcan las leyes establecidas desde el principio de los tiempos por nuestra Progenitora, con sus ventajas e inconvenientes, ya que sólo así lograremos realizar con éxito la finalidad para la que hemos sido engendrados, y nuestra Madre será, por tanto, benévola con nosotros, amparándonos en su seno, dándonos cobijo, alimentos y protección y, sobretodo, proporcionándonos el bien más preciado a que cualquier criatura puede aspirar: la libertad, algo que sólo es posible conseguir siendo respetuoso con el medio ambiente y con todas las criaturas que en él habitan, y viviendo con la mayor humildad y sencillez que nos permita nuestra condición.
De lo contrario, es seguro que nuestro final será trágico y prematuro, porque, como ya he dicho, la Naturaleza es vengativa y despiadada con aquellos que se enfrentan a su infinito poder, y resulta imposible escapar a su ira ni evitar su castigo una vez que la tenemos en contra.
Así es que, con toda probabilidad, mañana partiremos hacia el Norte, ya que así es como debe ser. Allí es donde tendremos y criaremos a nuestros polluelos, como siempre ha sido, al igual que en su día hicieron nuestros padres con nosotros y, espero, algún día hagan nuestras crías con los suyos. Claro está, siempre que a nuestra Madre Naturaleza le parezca bien.


Fin

Reflexiones de una cigüeña 2ª parte

martes, 9 de diciembre de 2008

Enlace con la 1ª parte.

Apenas va quedando agua clara en esta charca; se acerca la hora de levantar el vuelo. Me pregunto cómo se las arreglarán durante la época calurosa las hembras humanas que acuden hasta aquí al levantar el sol a recoger el agua que necesitan para vivir. Supongo que tendrán que dirigirse hacia otros lugares más alejados. Hay que reconocer que tienen mérito; con lo fácil que sería trasladarse a donde abunden más recursos, como hacemos nosotros. Claro que ellos no lo tienen tan fácil, la Naturaleza no les ha proporcionado las formidables facultades con las que contamos nosotros. De hecho suelen intentarlo a menudo; cada vez que volamos sobre el profundo océano al terminar una estación y comenzar otra, nos convertimos en testigos de excepción al comprobar como muchos de ellos intentan seguirnos por mar, sobre frágiles trozos de madera de árbol en forma de cascarón. La mayoría suelen perecer en el intento, cayendo al agua y ahogándose, terminando así con una penosa existencia. Siento una impotencia terrible al verlos luchar con desesperación contra las olas y la muerte, sabiendo sobradamente que no tienen esperanza alguna de sobrevivir. Es lo que ocurre cuando se intenta vencer a la Madre Naturaleza con tan escasa preparación.
Pobres; siento mucho lástima por ellos. Es entonces cuando me doy cuenta de lo afortunado que somos al disponer de los medios adecuados para huir del hambre y poder dejar atrás la desesperada lucha por la supervivencia. Algún día también ellos podrán hacerlo.
Siempre me quedará la duda sobre qué fortuna les esperará a los que consiguen llegar al otro lado. Pienso que se deben de llevar una gran desilusión al ver el lugar donde se han metido y, para colmo, no creo que les queden muchas ganas de volver a su tierra después de una travesía tan arriesgada y peligrosa. Para nosotros es diferente, siempre tendremos nuestros nidos esperándonos, e incluso algunos más, ya que por día vamos quedando menos. Pero lo de ellos es una locura totalmente incomprensible, sólo viajan desde el Sur hacia el Norte, con lo que, tarde o temprano, allá arriba terminarán de forma irremediable con los recursos que tengan para vivir, por no contar con el poco espacio que les va quedando. Nunca lo entenderé.
Lo curioso es que en los lugares donde no necesitan desplazarse porque abunda el agua y los alimentos, son capaces de construir fuertes y robustas máquinas con las que viajar por todo el ancho mundo, tanto por los aires como por el océano, aunque no las necesiten. Quizás es que al estar mejor alimentados sean también más habilidosos, o quizás sea que mi pareja tenga razón y los de aquí sientan que les falta el tiempo como para ponerse a fabricar costosas máquinas, que les llevaría a desperdiciar muchos recursos que no poseen.
No lo sé, pero sea como fuere es penoso comprobar cómo unos seres pierden la vida por buscar algo que tantos otros poseen y no aprovechan. Me refiero a la libertad de poder desplazarse por donde quiera y sin embargo elegir para vivir un lugar ruidoso, mugriento y contaminado, en el que apenas se puede respirar, en vez de marcharse a cualquier otro más limpio, donde el aire sea fresco y puro y la Naturaleza, en todo su esplendor, ofrezca gratuitamente todo aquello que se puede necesitar para llevar una existencia pacífica y confortable, hasta el fin de nuestros días. Nosotros somos muy afortunados al no necesitar construir nada para vivir libre y cómodamente, aparte de nuestros nidos, claro está. Estas criaturas humanas deben soportar una pesada carga teniendo que estar continuamente fabricando cosas para poder vivir medianamente bien; al menos nuestra Creadora ha sido complaciente con ellos dotándolos de habilidades manuales mientras no adquieren la inteligencia necesaria para aprender a subsistir libres de agotadoras obligaciones, como en su día hizo con el resto de especies vivas que pueblan la Tierra.
Como dije antes, será cuestión de tiempo que la Madre Tierra los dote de la suficiente inteligencia como para poder sobrevivir a ellos mismos. Sin duda alguna debe ser una especie nueva en este planeta y aún no ha transcurrido el tiempo necesario para que desarrollen la capacidad de aprendizaje y el instinto que el resto de los seres que poblamos el mundo poseemos desde tiempos inmemoriales. No me cabe la menor duda de que algún día aprenderán a reproducirse de forma sensata y controlada, como todos hacemos, eligiendo la mejor época del año para hacerlo y el número de crías justo y necesario. Algún día comprenderán que la mejor manera de dominar el mundo no consiste en aumentar indefinidamente la cantidad de individuos, sino en guardar en todo momento la justa proporción entre personas, espacio y recursos.
Aunque pensándolo bien, ¿quién necesita dominar el mundo? Afortunadamente, el resto de las especies aprendimos hace tiempo que es inútil e innecesario intentar prevalecer sobre el resto, ya que nuestra Creadora siempre termina demostrando su poder y poniendo a cada uno en su sitio. Es mucho más ventajoso para todos adaptarse e integrarse en el planeta, con sencillez y humildad, confiando en que la Madre Naturaleza provea, como siempre ha hecho. Espero que estos humanos aprendan pronto esta importante lección, antes de que sea demasiado tarde para nosotros y para ellos mismos. De hecho, para muchos ya lo ha sido, aunque supongo que eso forma parte del aprendizaje. Nuestra Madre es dura e implacable con todos aquellos que se le oponen e intentan conquistarla, pero también es justa y comprensiva, y algún día les enseñará quién manda aquí y los acogerá gustosamente con los brazos abiertos.
Lo que soy incapaz de entender es cómo es posible que se reproduzcan con tanta facilidad, teniendo en cuenta la forma tan brutal y desagradable con que han sido dotados para el apareamiento. Ayer tuve la oportunidad de observar de nuevo una de estas violentas uniones; ocurrió cuando una de sus hembras de piel oscura se acercaba a recoger agua como de costumbre y varios machos, cubiertos del color de la vegetación, le cortaron el paso y la montaron uno detrás del otro, mientras ella gritaba y lloraba desconsoladamente, al tiempo que se agitaba compulsivamente intentando librarse de ellos. No lo puedo entender; los machos no pierden el tiempo luchando entre ellos por ella para demostrar quién es el más fuerte, ni realizando un pequeño cortejo de acercamiento o algo parecido; simplemente la toman a la fuerza aprovechando su mayor número y luego la abandonan a su suerte, después de haber sido fertilizada por todos, de esa forma se aseguran la reproducción. Eso si la futura madre consigue sobrevivir, porque el estado en el que la dejan no parece muy saludable. Es la única especie que conozco en la que el macho no se preocupa de que sea su descendencia la que prevalezca sobre el resto. Es otra muestra más de lo que decía antes: para ellos es más importante la cantidad de individuos que la calidad de los mismos. Sin duda es una especie extraña y llena de contradicciones.También en el Norte parece que esto es diferente. Será porque allí no abundan tanto los machos cubiertos del color de la vegetación, al contrario de lo que ocurre por aquí. Éstos parece que son los dominantes dentro de la especie, no porque sean más fuertes, sino porque poseen esos artilugios atronadores que fabrican, y que les permite decidir quien vive y quien muere. O quizás sí que sea igual, sólo que al estar todos sus refugios cerrados no podamos verlo.


Continuará...


Sí, ya sé que prometí sólo dos partes, pero como sé que algunos tienen el tiempo muy justo y el texto es demasiado largo, he decidido dividirlo en una más. Rectificar es de sabios.

Y mañana... llegó

domingo, 7 de diciembre de 2008

Como recordarán, mi entrada anterior terminaba con un “mañana... ya veremos.”, pues bien, ese mañana ya ha llegado, y como no podía ser de otra manera ha llegado con una sorpresa muy agradable y totalmente inesperada. Algo que me ha quitado por completo el enfado y la impotencia y me ha vuelto a dar esperanzas en el ser humano, en nosotros. Alguien a quien no conozco en persona, y quien no me conoce a mí tampoco, me ha hecho un regalo que me ha llegado al alma, a lo más profundo, allá donde sólo llegan las cosas que se envían con el corazón y de forma totalmente sincera y desinteresada. Esta persona es nuestra amiga Paola Ippólito, que me ha ofrecido, con toda la generosidad que la caracteriza y pensando en mi futura paternidad, un poema que en su día le escribió a su hija y que ahora ha querido compartir conmigo, con todos nosotros. Lo podrán ver en el lateral derecho de su blog, aunque aquí lo reproduzco yo con su permiso.

MEMORIA ACUATICA

Te siento entre mis brazos y quiero cobijarte
eres así de frágil y de fuerte,
como la más azul de las contradicciones

Yo soy tuya, pequeña, cuando me necesites.
Venero cada instante que miras en mis ojos
y parece que hablaras.

Retengo en mi memoria el color de tu alma,
regreso a la acuática memoria de las profundidades.

Vibra el latido en mis refugios,
intento descubrir la esencia de mi karma
y estás ahí, presente, vulnerable,
esfumando los muros del silencio,
deshaciendo los límites de aquel mandala tibio
sumergido en las aguas cósmicas del tiempo,
explotado en colores y acuarelas,
bordado de plegarias y secretos.

PAOLA IPPOLITO

Como ya te he dicho, Paola, amiga, es imposible agradecértelo como mereces, sólo puedo ofrecerte mi amistad sincera, al igual que se la ofrezco a todas aquellas personas de buena voluntad y más grande corazón que pasan por aquí, por mi casa, dejando su imborrable huella en mi alma y demostrándome con toda la razón del mundo que no llevo razón cuando digo que todo es inútil, que no tenemos remedio, porque sí que lo tenemos y aquí está la prueba, en todos ustedes, en que jamás haya tenido que leer un comentario desafortunado o malintencionado, en que todos los días corra como un niño a abrir el correo para comunicarme con mis amigos, con mi gente querida.
Sé que no suelo prodigarme mucho en sentimientos hacia los demás, así que aprovecho ahora para que quede aquí constancia de mi más profunda admiración y respeto por todas aquellas personas que cada día se sientan delante de su PC para dejar un mensaje de paz, de amistad, de comprensión, de justicia, de fuerza, de valor,.... lanzándolo a todo el mundo con la mejor de las intenciones y sin esperar nada a cambio, a parte de un poco de satisfacción personal que a nadie hace daño. A todos ellos, conocidos y desconocidos, a todos ustedes, a los que me leéis esporádica o asiduamente, a los que os leo con mayor o menor frecuencia (ojalá tuviese más tiempo), a todos, muchísimas gracias.
Las cosas que me has hecho decir, Paola, amiga, no sé si podré perdonártelo... o si algún día podré agradecértelo de verdad.

Un fortísimo abrazo para todos acompañado de un sonoro beso para todas.

La cigüeña tendrá que esperar

viernes, 5 de diciembre de 2008


Pues sí, mi amiga la cigüeña tendrá que esperar un poco, sólo unos días, no será mucho, antes tendrá que dejarme a mí decir algo, porque hoy me he levantado enfadado, ¡muy enfadado! Enfadado con esta mierda de sociedad de consumo capitalista y corrupta hasta la médula en que nos ha tocado vivir, capaz de humillar y de pisotear incluso al más indefenso de todos los seres humanos, esta sociedad asquerosa que entre todos estamos creando, aunque algunos colaboran más que otros, esta sociedad que hace que me sienta impotente del todo ante tanta injusticia, ante tanta barbarie sin sentido, estoy muy cabreado porque sé que podemos hacerla temblar, pero temblar de verdad, desde los cimientos, y no desde arriba, como suele suceder normalmente, cayendo a plomo y aplastando a los de siempre, a los desamparados, a los indefensos, a los que la sustentan, y volviéndose a levantar de nuevo sobre los mismos cimientos que van quedando y sobre los escombros del anterior edificio, más sólido y consistente si cabe, no, no, esto no es lo que yo quiero, porque esto ya me lo conozco, ya sé donde acaba, de vuelta al principio, a donde mismo, yo quiero derribarlo desde abajo, para poder empezar de cero, porque es la única manera... la única, porque somos nosotros sus cimientos, nosotros, panaderos, albañiles, electricistas, empleados de comercios, funcionarios, fontaneros, jardineros, agricultores, ganaderos, jubilados, amas de casa,... nosotros, pobres trabajadores de a pie, los que cargamos sobre nuestras maltrechas espaldas todo el peso de este putrefacto edificio que se hace llamar sociedad, sólo necesitamos unir nuestras fuerzas, proponérnoslo seriamente, querer hacerlo, decir basta ya, trátenme con dignidad, soy un ser humano, como vosotros, tengo derechos, no soy un cobaya con el que experimentar, con el que jugar a ser dioses, no podemos seguir permitiendo que la sanidad pública y privada siga creando enfermos crónicos, dependientes de miles y miles de medicamentos de por vida, tan sólo para enriquecer a unos cuantos seres inhumanos y malnacidos, subvencionando a la industria tabacalera con la pobre excusa de los puestos de trabajo, ¡a la mierda los puestos de trabajo!, fabricando y vendiendo armas al mejor postor, o al peor impostor, no podemos continuar dejándonos seducir tontamente por ofertas absurdas de artefactos que sólo terminarán haciéndonos la vida más complicada y convirtiéndonos en más esclavos de lo que ya éramos, estoy harto de que me atosiguen a todas horas con llamadas telefónicas ofreciéndome cosas que no he pedido, que no necesito, abarrotando mi pequeño buzón de cadáveres de árboles donde me dicen lo que debo vestir, lo que debo comprar,... por favor, no lo consientan, despierten, abran los ojos, hay alternativas más baratas, más sanas y, sobretodo, más eficientes, aléjense de las multinacionales, de las televisiones, de los periódicos oficiales, u oficiosos, de los bancos, de las agencias de seguros, de los grandes centros comerciales,... ellos son el enemigo, ellos son el sistema, ellos no piensan en nadie, sólo en el vil capital... sólo en eso, y nada más, no se dejen engañar, ya hemos sufrido bastante, ya nos han manipulado lo suficiente, basta ya, basta de incidir con tanta saña en los cerebros de nuestros hijos, basta de hipotecarles la vida con un cuerpo débil y enfermizo y una mente trastornada y neurótica, que nos dejen decidir por nosotros mismos, es lo único que pido, lo único que deseo, pero no puedo solo... no puedo, ¿tanto es desear morir dignamente? ¿tanto es pedir gobernar en nuestro propio cuerpo y en nuestra propia mente? ¿tanto es querer ser libre sin dañar a nada ni a nadie? Ya no aguanto más, si callo reviento, sé que todo esto es inútil... todo inútil.
Ya no molesto más.

No se preocupen, nuestra querida cigüeña volverá en unos días con su monólogo pausado y reflexivo, ella es más inteligente, no nos conoce a fondo, sólo desde las alturas, mejor para ella.... morirá feliz.

Hoy más que nunca pienso que Existir es Resistir, mañana.... ya veremos.

Reflexiones de una cigüeña 1ª parte (de 2)

martes, 2 de diciembre de 2008

El calor empieza a ser asfixiante. Pronto tendremos que abandonar este apacible lugar e iniciar el viaje hacia el tumultuoso Norte, donde las temperaturas estarán comenzando a ser más agradables y el hielo nocturno habrá quedado atrás. Muchos de los nuestros han partido hace días; supongo que serán aquellos que vuelan hacia lugares más lejanos, en busca de un clima más suave donde poder anidar y criar a sus polluelos cómodamente y con tiempo suficiente para que éstos crezcan y se desarrollen antes de la llegada de la cruda estación invernal. Lo cierto es que cada temporada somos menos los que regresamos al Sur; muchos son los que se han establecido permanentemente en las tierras altas debido a que cada año parece que se alarga más el estío, y consideran que no merece la pena un viaje tan largo y peligroso tan sólo para unas pocas lunas. En verdad, mi pareja y yo nos lo hemos planteado en ocasiones, pero este sitio es tan hermoso y tranquilo que nos cuesta no volver durante las temporadas menos calurosas. Lamentablemente, cuando tengamos más edad, también nosotros tendremos que buscar un lugar cálido y confortable al Norte donde terminar nuestros días. O quizás antes, ya que por aquí las aguas son cada año más escasas; si continúa así llegará el día que no podamos volver, como ha ocurrido ya en otros lugares cercanos, donde en años anteriores nos reuníamos una cantidad considerable de congéneres y de otras especies y a ninguno nos faltaba el agua y el alimento.
Cuando pienso en el pasado siempre lo recuerdo con alegría y nostalgia. Al mirar atrás en el tiempo, me doy cuenta de todo lo que ha cambiado a nuestro alrededor en pocos años. Conforme pasa el tiempo, parece que la vida se vuelve más triste y gris. La supervivencia no es fácil. Me apena mucho el comprobar como la mayoría de los nuestros se han habituado a alimentarse en los sucios y pestilentes vertederos de los humanos, olvidando por completo el delicioso sabor de las tiernas culebras que reptan confiadamente por la espesa vegetación o de los pequeños e indefensos anfibios que abundaban antiguamente en las charcas, por no hablar de las escurridizas anguilas y pececillos casi imposibles de encontrar allá arriba. Me temo que pronto irremediablemente también nosotros tengamos que acudir a esos sucios lugares para poder comer algo.
Llegará el día en el que tengamos todos que habituarnos a ver nuestro brillante plumaje, negro y grasiento, impregnado de ese repugnante y nocivo humo que emerge sin cesar de las ruidosas máquinas que utilizan los humanos para desplazarse. Pobres criaturas. Es curioso, con ellos ocurre justamente lo contrario, los que habitan por estos parajes más limpios y puros tienen la piel oscura y polvorienta, mientras que, paradójicamente, los que viven bajo el cielo contaminado y sucio del Norte, la tienen clara y sin mancha; claro que suelen ir siempre bien cubiertos con vivos colores, quizás sea por eso.
Cuando pienso en la existencia que llevan estos seres tan complejos, siento mucha lástima por ellos. Se me ocurre que quizás, en algún remoto día, nosotros fuimos como ellos, antes de que la Naturaleza nos proporcionase estas poderosas alas con las que podemos desplazarnos allá donde queremos sin la necesidad de construir ruidosas máquinas que lo contaminan todo, además de la capacidad de poder alimentarnos de lo que la tierra nos ofrece, sin tener que destruir nada, ni despojar a otros seres de su sustento vital. Quizás algún lejano día evolucionen como hicimos el resto de especies y se conviertan en seres normales, capaces de relacionarse y convivir pacíficamente con los demás, respetando el espacio físico que la Naturaleza nos ha proporcionado a cada uno de nosotros, en vez de andar acaparando todos los recursos hasta terminar con ellos y desplazando al resto de las especies que habitan el planeta hasta exterminarlas u obligándolas a adaptarse a ellos y a los inmundos y agitados lugares en los que conviven, como hacen con nosotros.
Sin duda que ese día llegará; me cuesta creer que nuestra Madre Naturaleza haya podido crear una especie tan imperfecta, incapaz de volar por el ancho cielo, o de nadar por el profundo océano o de alimentarse de lo que la tierra provee, como todos hacemos. Es incomprensible que existan unos seres vivos que no puedan adaptarse al hábitat que les ha sido proporcionado sin tener que destruirlo o transformarlo, en perjuicio del resto, incluso de ellos mismos. Una especie así no puede habitar durante mucho tiempo entre nosotros, ya que terminaría devastando todo el planeta, por eso estoy convencido de que la Naturaleza, con su sabiduría, terminará transformándolos en algo mejor, porque nuestra Madre nunca se equivoca. No creo que hayan existido nunca bajo el Cielo unas criaturas tan frágiles e indefensas y a la vez tan violentas y destructivas con todo lo que les rodea. ¡Incluso tienen que fabricarse sus nidos cubiertos y bien cerrados para protegerse de ellos mismos! Es increíble, yo sería incapaz de vivir así, con tanto miedo y casi todo el día encerrado sin ver la luz del sol ni respirar el aire fresco de la mañana; ¡cuánto me alegro de haber nacido libre!
Allá arriba, en el Norte, es como si tratasen de ocultar o de matar a la Madre Tierra que les dio la vida, y sin la cual ninguna criatura podría existir. Como si eso fuese posible. Es como si intentasen sustituirla por construcciones artificiales, grises y muertas. Parece que les molesta todo aquello que es bueno e imprescindible para la vida, como la luz y el calor del sol, el aire puro que nos ofrecen nuestras amigas las plantas, la refrescante lluvia que cae del cielo o la fértil tierra que desde el principio de los tiempos nos ha acogido a todos sin excepción en su seno, proporcionándonos abundantes alimentos y una segura protección. Cuándo comprenderán que la vida sólo se abre camino entre la vida, nunca sobre la muerte.
No entiendo cómo han podido extenderse hasta ocupar todo el planeta, convirtiéndose en la mayor plaga que se ha conocido jamás sobre la Tierra. Afortunadamente, aquí en el Sur, los de piel oscura parece que muestran mayor respeto por la Madre Tierra, permitiendo que otras especies, como nosotros, podamos convivir en paz en los lugares donde siempre lo habían hecho nuestros antepasados, en lugar de ocuparlo todo con esos enormes y horrendos nidos que construyen en el Norte, donde viven todos agolpados y sin apenas libertad. No me extraña que tengan un carácter tan irascible y perturbado. Mi pareja opina que aquí no han llegado a esos extremos porque casi todos fallecen antes de poder hacerlo; según dice, ha observado que en estas tierras los humanos viven menos tiempo, y por eso no pueden perderlo en laboriosas construcciones que no van a poder disfrutar. No sé si será así, pero lo cierto es que cuando sobrevuelo sus nidos se puede oler el silencio que precede a la muerte y sentir la tristeza que impregna a los que pierden a los suyos de forma trágica y prematura. Esto no ocurre en el Norte; allí sólo huele a humo y a suciedad, y el constante murmullo que agita el aire, convirtiéndose a determinadas horas en una algarabía atronadora, es claro indicio de que la vida prevalece. Aunque quizás allí hayan encontrado la manera de ocultar de la vista a la inevitable muerte, restándole así la importancia que merece; de esta forma pueden vivir sin tenerla presente y sin temerla, de ahí que muestren constantemente esa falsa arrogancia que les hace creer que son superiores a los demás seres vivos, incluso a sus congéneres sureños.
Continuará...

La Sabiduría como clave para el éxito social

domingo, 30 de noviembre de 2008

Hemos hablado anteriormente de cómo la sabiduría puede ayudarnos a educar a nuestros hijos, pero, y qué hay de nuestra educación personal y de nuestro comportamiento ante los demás. Este punto es muy importante si queremos tener unas relaciones sociales satisfactorias, imprescindibles para lograr con éxito algunos de los aspectos tratados en otros capítulos, como por ejemplo, unas buenas amistades o para triunfar en la vida.
Actuar con sabiduría es el mejor comportamiento que se puede esperar de una persona. Una persona sabia nunca se encontrará sola, siempre y cuando ésta no quiera estarlo. Siempre tendrá gente a su alrededor que la admire y que busque sus buenos consejos, es decir, atraerá a los demás hacia su persona, y lo hará de forma humilde, desinteresada, con prudencia y, prácticamente, sin quererlo.
A una persona sabia se la reconoce enseguida por su carácter apacible, sosegado, sereno; inspira confianza en todo lo que dice y hace; nunca se la oirá criticar a nadie sin necesidad, sin que con ello se logre nada positivo; nunca la veremos excesivamente preocupada, ni irritada o molesta. Suele ser una persona que sabe cómo se debe actuar en cada momento y en cada situación. En definitiva, la persona sabia contempla en su vida las cuatro grandes virtudes de las que ya hablaba el rey Salomón en sus escritos: la prudencia, la justicia, la templanza y la fortaleza.
Pero nadie nace siendo sabio, ¿cómo podemos obtener semejante comportamiento? Básicamente con la práctica y la experiencia. El aprendizaje a través del estudio también es algo que puede ayudarnos bastante y de ahí mi interés en proporcionarles materia suficiente para dicho estudio, obtenida de la recopilación de algunos escritos publicados a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Yo, personalmente, considero el conocimiento muy importante para la obtención de un comportamiento basado en la sabiduría. Recuerden cuando estudiábamos en el instituto y teníamos que hacer las prácticas de física o química. En primer lugar, el profesor nos explicaba la teoría a todos los alumnos por igual y, una vez aprendida ésta, pasábamos a realizar la práctica. A pesar de que la teoría había sido igual para todos, no a todos los alumnos nos salía la práctica igual; el resultado de ésta dependía de las habilidades de cada uno y de la atención prestada en la clase teórica. Pero sin la teoría, era prácticamente imposible realizar la práctica medianamente bien. Con la sabiduría puede ocurrir exactamente lo mismo. Estudiando previamente la teoría, nos resultará más sencillo llevar a la práctica los conocimientos adquiridos, ahorrándonos seguramente mucho tiempo que hubiéramos necesitado de tener que aprenderlo a base únicamente de la experiencia.
Otro aspecto fundamental a la hora de lograr un comportamiento sabio es la práctica. Tenemos que conseguir a través del hábito que todos nuestros actos estén basados en el saludable ejercicio de la sabiduría. Les pondré un ejemplo usando algo que me ocurrió hace muy poco tiempo y me sirvió para reflexionar sobre este tema.
Iba yo caminando por una calle céntrica de mi localidad; delante de mí, a unos diez o quince metros, caminaba una señora mayor con unas bolsas de plástico cargadas con algunas cosas que había comprado en el mercado. De repente una de las bolsas se le resbaló de la mano y cayó al suelo junto con todo su contenido: algunas naranjas, un bote de leche, latas de conserva, etc. Justo en ese momento, pasaban por su lado dos personas más, un hombre y una mujer de mediana edad; para mi asombro, los dos miraron lo que había ocurrido y siguieron caminando sin prestar mayor atención. Cuando yo llegué a la altura de la señora la ayudé a recoger su compra, cosa que ella me agradeció francamente diciéndome: “Que Dios se lo pague”. No es que yo crea mucho en Dios, pero tengo que reconocer que esas palabras me llenaron de satisfacción e incluso me emocionaron enormemente al ver el rostro sincero de la mujer.
En un principio me sentí muy bien porque sabía que había actuado correctamente y me indignaba el recordar a las otras dos personas que pasaron por su lado sin hacer nada. Pero reflexionando sobre lo que había ocurrido llegué a pensar que no tenía tanto mérito lo que había hecho, ya que, al encontrarme yo a unos metros de la señora, tuve tiempo suficiente de pensar en la situación y de decidir cual era la mejor forma de actuar, cosa que las otras dos personas no tuvieron. Es decir, que es más que probable que cualquiera de ellos hubiera actuado igual que yo de encontrarse en mí lugar, y viceversa. De hecho, estoy seguro, que ambos pensaron más adelante que tenían que haberse parado a ayudar a esa señora, pero claro, ya era tarde.
¿Por qué ocurre esto? Porque no tenemos el hábito de la solidaridad. Ante una situación así, no debería ser necesario pensar en qué debemos hacer, hay que actuar y punto. No hay que pararse a mirar quién está alrededor, de qué raza es esa señora, qué edad tiene, cuál es su aspecto, ni nada por el estilo; simplemente hay que hacer lo correcto y nada más. Pero para que nuestro cerebro actúe de esa manera, inconscientemente, hay que ejercitarlo previamente y, cuanto antes empecemos, antes adquiriremos el hábito. Es como cuando aprendemos a conducir; al principio tenemos que pensar donde está el acelerador, el embrague, qué hacer primero al cambiar de marcha, etc. Una vez que somos veteranos, se hace todo esto instintivamente, incluso al mismo tiempo que realizamos otras actividades como hablar por teléfono, poner la radio o conversar con nuestro acompañante.
El ejemplo descrito está referido a la virtud de la solidaridad, pero lo mismo puede ocurrir con el resto de virtudes. La persona que actúa correctamente de esta manera, sin pensarlo, de forma inconsciente, tiene un gran trecho ganado a la hora de lograr el aprecio de sus semejantes. Tal y como escribió en una ocasión el filósofo griego Aristóteles: “Las cualidades sólo provienen de la repetición frecuente de los mismos actos. No es, pues, de poca importancia contraer desde la infancia y lo más pronto posible tales o cuales hábitos; por lo contrario, es éste un punto de muchísimo interés o, por mejor decir, es el todo.”
O como también escribió el biógrafo y ensayista griego Plutarco: “Toda alma puede y debe hacer su propia educación, formar su virtud trabajando en ello de noche y de día. La pasión no es una enfermedad, sino una potencia del alma: a la voluntad, dirigida por la razón, incumbe gobernarla, ir convirtiéndola mediante una gradación de esfuerzos, en un resorte indispensable: crear, en suma, un hábito del bien.”
Dicho de otra forma, no hay que actuar sabiamente porque pensemos que es lo mejor, hay que hacerlo simplemente porque somos así. Yo sólo les puedo proporcionar la teoría, la práctica es cosa de cada uno.Para concluir este tema les dejaré con un pensamiento del filósofo alemán Immanuel Kant: “Los actos de cualquier clase han de ser emprendidos desde un sentido del deber que dicte la razón, y que ningún acto realizado por conveniencia o sólo por obediencia a la ley o costumbre puede considerarse como moral.

Respuesta a la carta anterior

viernes, 28 de noviembre de 2008


Queridos papi y mami, soy yo, vuestro hijo. Me alegró mucho vuestra carta, fue toda una sorpresa. Quería deciros que no tenéis por qué preocuparos por mí (mientras esté aquí, se entiende, después espero que sí). Estoy bien; es verdad que al principio, cuando llegué, no entendía nada, todo esto era nuevo para mí y nada era como yo esperaba. Lloré mucho, pero eso duró poco tiempo, pronto me di cuenta de que nadie hacía caso de mis llantos, estaban demasiado acostumbrados, y más bien lo que conseguía era ponerles de mal humor. También es cierto que me costó aprender la lección algún que otro cachete, pero no importa, todo eso pasó, ya no me acuerdo.
Ahora soy feliz. No me malinterpretéis, estoy deseando que vengáis a por mí, siento mucha curiosidad por saber cómo será la vida fuera de aquí; ¿de verdad se pueden comer otras cosas aparte de la papilla de arroz que nos dan aquí? ¡Increíble!, creo que me va a gustar vuestro mundo.
Como os decía, estoy bien, no me aburro, tengo muchos amigos, como las hadas y los duendes, gracias a ellos pude leer vuestra carta y escribir ésta otra. Me hacen mucha compañía, siempre están a mi lado, hablándome, jugando, protegiéndome de los lobos y monstruos que viven en la oscuridad.... Así que ya veis, podéis dejar de inquietaros por mí, ellos me cuidarán mientras vosotros no vengáis. Aunque creo que están un poco celosos; ellos piensan que vosotros venís a echarlos de mi vida, a arrebatarme de entre sus brazos, pero yo les tranquilizo y les digo que ustedes les permitirán también venir con nosotros, ¿verdad que lo haréis? Estoy seguro de que sí, porque son mis amigos. También los ángeles velan por mí, pero como ellos están en todas partes, no pasa nada, no tienen ningún temor.
Gracias a ellos me voy enterando de todo lo que pasa por aquí. Ellos me lo explican todo y poco a poco voy aprendiendo. Aquí habemos muchos como yo, unos entran, otros salen, unos van, otros vienen. Algunos salen durante un tiempo y después vuelven, otros ya no regresan más. Hay un tal Dios que debe de tener una casa enorme, porque se lleva a muchos niños, aunque no debe de ser muy buen padre, porque todos los adultos se ponen muy tristes cuando alguno de nosotros se va con Él. Me alegro de que vosotros vengáis a por mí antes que Él, algo me dice que no se debe de estar muy bien en su casa, aunque seamos tantos.
Los papás que pasan por aquí suelen venir cargados de cosas de colores para sus hijos que les enseñan con mucha alegría y entusiasmo, supongo que esos serán los placeres mundanos a los que hacías referencia. Pues qué bien... son bonitos... ya me enteraré para qué sirven. Yo... si no es mucho pedir... preferiría que me trajeseis algo de comida y ropita limpia... Bueno si os parece bien, claro, yo aceptaré de muy buen grado todo lo que vosotros queráis, ya lo sabéis.
Y por aquí no hay mucho más que contar, aparte de que hace un frío que hasta el pipí se me congela en los pañales. Si los cambiaran más a menudo sería mejor, pero no quiero parecer quejica ni exigente, supongo que vosotros, los mayores, sabéis lo que hacéis, con tantos años a vuestras espaldas debéis de ser auténticos pozos de sabiduría, ¡qué envidia!
Bueno, os espero ansioso. Me da pena porque vosotros me prometéis muchas cosas y yo resulta que no tengo nada que ofreceros, así que sólo me queda deciros que seré todo vuestro, en cuerpo y alma (esto del alma es cosa de mi ángel, porque yo todavía no sé lo que es, pero en cuanto me entere os la daré también, seguro). No sé si será suficiente, espero que sí, porque no tengo nada más.
Un beso para los dos y hasta pronto.

Posdata: ¿Qué es un abrazo?

Carta a mi hijo

miércoles, 26 de noviembre de 2008


Querido hijo (o hija), sé que aún no me conoces, pero seré tu padre en poco tiempo. Presumo que ya estarás en este mundo, y es más que posible que no sepas siquiera lo que es un padre, ni una madre, pero no te preocupes, ya lo sabrás. Al menos así lo deseo yo en estos momentos, ¿sabes? La otra opción no te agradaría nada, y a mí mucho menos; créeme, el saberse abandonado por unos padres es algo que puede marcar a una persona de por vida, y si les han tenido que obligar a dejarte, mucho peor, a saber qué estarían haciendo contigo. Sí, cosas así ocurren cada día, aunque no lo creas. Pero olvídalo, sólo estoy desvariando; estas no son cosas para hablarlas con un crío tan pequeño... sí, ya sé, ya sé que entiendes de todo eso y de mucho más de lo que podamos imaginarnos los pobres adultos ignorantes que planeamos vuestros destinos, pero de momento debes resignarte con callar y escuchar, ya te llegará tu momento.
Yo tampoco conozco todavía tu rostro, no sé como te han llamado ni sé el color que tienen tus ojos, pero nada de eso me preocupa, ya te llevo en el corazón, muy adentro.
Supongo que estarás muy confuso por todo lo que te rodea, y que seguramente no comprenderás por qué son las cosas así. No voy a intentar explicártelo ahora porque tampoco sabría hacerlo, además, no puedo saber con exactitud por lo que estás pasando, sólo me hago una ligera idea. Pero vuelvo a repetírtelo, aunque te cueste, intenta no inquietarte por todo aquello que se salga de la lógica (de tu lógica). Ya aprenderás que los seres humanos somos demasiado a menudo desconcertantes y contradictorios. Ya aprenderás que las palabras que pronunciamos no siempre se corresponden a los actos que efectuamos... somos así, no me preguntes porqué.
Sí, también soy consciente de que tú no pediste nacer, nadie lo hace... o al menos eso creo. Pero pocas veces se puede elegir el destino, aunque yo intentaré enseñarte a hacerlo; por ahora tendrás que conformarte con lo que se te ha ofrecido, te prometo que a la larga te alegrarás por ello, ya nos encargaremos tu madre y yo de que así sea.
Si te escribo estas líneas es porque quiero pedirte algo (ya te acostumbrarás a que te pidan cosas). Comprendo que pueda parecer egoísta por mi parte, aún no estás entre nosotros y ya te estoy exigiendo, pensarás. Algún día te enseñaré que para poder recoger frutos, antes se deben sembrar las semillas, y reconozco que yo aún no he podido sembrar nada que tengas que agradecerme, pero deberás confiar en mí, todo el mundo merece una oportunidad, al menos una. Además, debes saber que yo ya pienso en tu porvenir y que me preocupo por tu felicidad futura, así que puedes estar seguro de que todo lo que te pida lo haré siempre con la sana intención de que te conviertas en un buen ser humano. Bueno... a decir verdad, mi intención es convertirte en un excelente ser humano, pero debo reconocer también mis limitaciones y conformarme con que llegues a ser una persona caritativa, justa, valiente, educada, honesta... perdón, perdón, ya sé que vuelvo a desvariar... lo siento, no puedo evitarlo. En fin, tú ya me entiendes.
Como te iba diciendo, necesito que me hagas un favor. Seguramente habrás comprobado ya que a tu alrededor nada es como debiera ser. Puede que creas que al ser sólo un bebé inexperto seas tú el que se equivoca pensando lo que no es, pero no, créeme, son los adultos, nosotros, los que no tenemos ni idea de cómo debe ser la vida. Espero que tú me enseñes algo. Y es por eso que te pido, te imploro, que por favor no hagas caso de nada de lo que veas que te pueda hacer daño.
Desgraciadamente estarás siendo testigo impotente de mucho sufrimiento. Verás a personas mayores, supuestamente encargadas de vuestro cuidado, tratándoos como a meros objetos inservibles, como una carga que soportar impuesta por obligación, deseando deshacerse de vosotros. Serán muchas las lágrimas que habrás visto derramar, propias y ajenas. A tu corta edad, tendrás ya grabado en la memoria el sonido de un fuerte cachete en el trasero, o en la cara; probablemente hayas sido tú mismo víctima de más de uno. Aunque imagino que ya la mayoría estaréis inmunizados a semejante dolor físico, es lo bueno que tenéis los pequeños, os adaptáis a cualquier cosa, los problemas serios vendrán después, cuando el tiempo os traiga esos recuerdos a una mente ya intoxicada y totalmente ufana a la auténtica realidad. Entonces te aseguro que serán más difíciles de soportar. No, la maduración no consiste en eso, tampoco sabría explicártelo, es un misterio para mí. También te habrás adaptado ya al plato único de comida que recibirás al día; siempre el mismo menú. Bueno, piensa que cambiar para mejor siempre es positivo. Ya tendrás tiempo de disfrutar de todos los placeres mundanos que te ofreceremos generosamente (que serán demasiados, me temo).
Como te digo, procura hacer oídos sordos a toda esa miseria con la que tienes que convivir. Tú sólo tienes que hacer un pequeño esfuerzo por aguantar, mantenerte al margen de esa realidad pasajera y saber esperar tu momento. Te aseguro que llegará cuando menos lo esperes; sé paciente y fuerte, hijo, te lo pido por favor.
Ya sé que todo no será tan malo como lo pinto, que también conocerás a seres humanos maravillosos que os hagan reír, que os acaricien, os abracen y os obsequien golosinas. Ya habrás aprendido a reconocerlos. Aférrate a esos con fuerza y bríndales siempre la mejor de tu sonrisa... pero qué digo, seguro que eso ya lo harás, es lo primero que se aprende... aunque algunos lo olvidan con el tiempo.
En cuanto a tus problemas de salud, no te apures, de eso nos encargaremos nosotros en cuanto estés aquí. Aunque no te prometo nada, cada cual tiene una cruz con la que cargar; si yo te contara la mía...
Supongo que tendrás curiosidad por saber cómo somos y dónde vivirás, pero tampoco esas son cosas que deban intrigarte demasiado. Lo único que debe importarte de veras son nuestras intenciones, y te aseguro que éstas no son otras más que proporcionarte un hogar feliz, lo más estable posible y un futuro donde tengas tú la posibilidad de elegir. Si cumplimos o no, sólo el tiempo lo dirá, pero te prometo que haremos todo lo que esté en nuestras manos. Ya nos irás guiando tú mismo, porque nosotros no tenemos experiencia alguna, por lo que tendrás que perdonarnos los errores, que seguro los habrá. Bueno, te confieso que tenemos un pequeño secreto que debería de tranquilizarte, y es que estamos plenamente dispuestos a entregarte todo el amor y todo el cariño que albergamos en nuestro interior, y te puedo decir que no es poco; ya te acostumbrarás a nuestros continuos besos y achuchones, sobretodo de tu madre. También nosotros confiamos en tu total capacidad para abrirnos todo tu corazón. Es lo único que te pediremos a cambio, aunque ya sé que no es necesario decírtelo, lo llevarás en tus genes, como todos los bebés. Ya nos encargaremos de que no los reprimas, como suele ocurrir con la mayoría.
En fin hijo, poco más tengo que decirte, a parte de que no veo el momento de poder estar juntos y abrazarnos. Pero ya no queda tanto, y te aseguro que la espera merecerá la pena.Un beso también de parte de tu madre y cuídate mucho.

Yo no soy mis circunstancias

domingo, 23 de noviembre de 2008


Yo soy yo y mis circunstancias”, dijo el gran Ortega y Gasset.... Y yo le creí.
Hasta hace bien poco, cuando otra de esas grandes lecciones que nos tiene deparada la vida a la gente que siempre vivimos con el oído bien abierto y la mente alerta, me llegó de improviso, sin avisar. Entonces lo vi claro, como el reflejo de tu luz en la mirada; no podemos, ni debemos, permitir que sean las circunstancias ajenas a nuestra voluntad las que conformen nuestro ser... y de hecho, sólo está en nuestras manos el que así sea (o mejor dicho, en nuestra mente).
La clave es bien sencilla, y está al alcance de todos.
El secreto de la Felicidad, el ÚNICO e incuestionable, aquél tan buscado e investigado por todos los filósofos y pensadores de la antigüedad y del presente, se condensa en dos simples palabras: PENSAMIENTO POSITIVO.
Cualquiera que sea la circunstancia que azote nuestro bienestar diario, por desagradable que sea, puede ser amortiguada, e incluso superada, con la aplicación de la máxima contenida en estas dos palabras. Nada, absolutamente nada, hay que pueda contra este principio esencial.
Pero pongamos un par de ejemplos aclaratorios, para aquellas mentes menos receptivas. Cuando nos tomamos unas vacaciones de placer y viajamos a algún lugar paradisíaco, donde todo se nos ofrece con suma generosidad y somos colmados por toda clase de lujos y disfrutes, al regreso de las mismas estaremos algunos días, como mucho, algo apesadumbrados por la repentina vuelta a la rutina habiendo dejado atrás todo un aluvión de goces y deleites. Pero esta situación pasará pronto, ya que éramos conscientes de que sólo sería una realidad pasajera, estaba planeado el que terminara pronto y la recordaremos siempre con una sonrisa en la cara, dichosos por haber vivido algo así; miraremos las fotos tomadas y disfrutaremos con el recuerdo de todo lo acontecido durante el viaje. Era lo previsto.
Pues ahora imaginemos por un momento que esta circunstancia que nos depara la vida es algo impensable, inimaginable, algo no planeado ni deseado, un imprevisto que rompe todos nuestros esquemas y nos saca de nuestra cómoda vida para arrojarnos sin vacilación sobre otra realidad más dura e incomprensible. Por ejemplo, supongamos que perdemos para siempre a la persona que más queremos en este mundo. Concedámonos un mínimo de mal entendida humanidad y demos por bueno un prudencial tiempo de dolor y de duelo. ¿Y después qué? Podrían ocurrir dos cosas, o bien que nos quedemos anclados en la pérdida irrecuperable del ser amado, con lo que nuestra desdicha perduraría eternamente, o por el contrario, hiciésemos como en el ejemplo anterior del viaje, o sea, seguir con nuestra vida recordando los aspectos positivos de nuestra vida anterior con esa persona que ya no está, lo que disfrutamos juntos, todo lo que me ayudó a crecer, lo que aprendí de ella, dando gracias al cielo por haber tenido a mi lado a un ser humano capaz de hacerme tan feliz. La diferencia entre una forma u otra de actuar sólo radica en nuestro pensamiento.
Los dos ejemplos supuestos difieren en algo esencial, el primero consiste en una circunstancia pasajera y planeada por nosotros mismos, mientras que el segundo es algo totalmente imprevisto y difícil de comprender. Pero tanto uno como el otro nos cambia de una realidad atractiva y deseada a otra menos placentera y, en el segundo caso sobretodo, mucho más dolorosa.
La felicidad o la desdicha sólo está en nuestra mente, practicar con asiduidad la sana costumbre del pensamiento positivo hará que nuestras vidas sean mucho más placenteras y felices.
Resumiendo podríamos decir que mientras nuestros pulmones contengan algo de aliento y circule un mínimo de sangre por nuestro cerebro, podremos ser felices, independientemente de las circunstancias que en determinado momento intenten tirar por la borda nuestro proyecto de vida.
Sé que a veces no es fácil, pero por favor, hagan la prueba, conviertan el pensamiento positivo en un hábito y sus vidas cambiarán por completo, nada habrá que pueda enturbiarlas. Comprueben de primera mano el inconmensurable poder de nuestras mentes, capaces de convertir por sí mismas una situación de lo más traumática en otra mucho más llevadera, e incluso agradable.
Es casi el único consejo que puedo dar del que estoy seguro que no me arrepentiré.

Agua

miércoles, 19 de noviembre de 2008


En un remoto rincón del Universo, en el lugar más extremo y solitario del interior de la más alejada e insignificante de las galaxias, surgió una tenue y frágil estrella, común entre las más comunes, que pronto fue bendecida con el don de la fertilidad, dando luz a ocho o nueve retoños (según fuentes). Al principio de los tiempos, tan sólo fueron exiguas bolas rocosas de tierra árida y muerta. Ardientes ríos de magma corrían a lo largo y ancho de los planetas, destruyéndolo todo a su paso, adueñándose de cada resquicio y amoldando la superficie a su caprichoso antojo. La gran estrella brillante creadora de luz y calor se imponía en el tórrido cielo, dueña y señora de sus sólidos vástagos menores, atados a ella eternamente, sumisos, condescendientes, condenados de por vida a girar una y otra vez alrededor de la madre que los vio nacer, que les dio la vida, prisioneros en un rincón olvidado del infinito Universo.
Pero una de estas pequeñas e insignificantes esferas inertes tuvo la enorme fortuna de convertirse en el foco de atención de un todopoderoso Dios, creador de vastos universos y de galaxias errantes, que, presa del aburrimiento y la molicie, cansado de vagar por mundos tan parecidos y hostiles, agobiado por tan insulsa monotonía, decidió hacer algo nuevo, algo distinto a todo lo conocido y creado con anterioridad. Este maniático Dios decidió que se había hecho merecedor de un pequeño capricho, un juguete con el que poder distraerse durante un tiempo, algo que no le diese mucho trabajo y que tuviese autonomía propia, que fuese impredecible, inagotable y creativo. Tenía que ser algo perfecto, digno de Él. Quería que este algo fuese capaz de dotar al pequeño mundo seleccionado entre tantos de una distinción, de un colorido y de una belleza inigualables hasta convertirlo en la envidia de sus hermanos. Deseaba algo que fuese capaz de ahorrarle futuras fatigas en la penosa tarea de la creación, harto como estaba de la incesante y aburrida destrucción sin atractivo alguno que provocaba una y otra vez el fatuo fuego que todo lo dominaba. Cierto es que este Dios era un poco vago, como ha venido demostrando hasta el día de hoy, pero era ingenioso y buen conocedor de sus obras, así que se le ocurrió una brillante idea: tomó dos moléculas de hidrógeno y las unió con una de oxígeno, y al producto resultante lo llamó AGUA. En su infinita sabiduría sabía que esta mezcla resultaría revolucionaria e innovadora en aquel pedrusco pueril e insustancial. Maravillado por su astuta ocurrencia, lanzó su original creación a conquistar el nuevo mundo, mientras Él volvió a acomodarse en su real trono en lo más alto de la esfera celestial, dispuesto a contemplar el espectáculo que a continuación se desvelaría ante sus ojos en el que, hasta ahora, había sido el más intrascendente y banal planeta que surcaba el Universo.
Y el resultado no se hizo esperar. Desde el primer instante, el Agua demostró unas cualidades increíbles, superando con creces las expectativas puestas en Ella por su creador, el cual, jamás pudo sospechar que fuese capaz de hacer surgir de la nada algo tan inteligente y maravilloso. No tardó en aprender a dominar al fuego, convirtiéndolo en inofensivas columnas de denso humo que se alejaban con celeridad de la superficie, hacia el vasto cielo, sorprendidas y atemorizadas por el nuevo y soberbio elemento conquistador. Se reprodujo con rapidez y facilidad, extendiendo su interminable manto a través de toda la esfera terrestre. En ningún otro mundo del infinito Universo se había visto nada parecido; tan sólo el más sabio de los dioses hubiese sido capaz de imaginar que algo blando y maleable, tan inconsistente en apariencia, pudiera vencer con tanta facilidad y armonía, sin violencia alguna, a la dura y poderosa roca y de apagar las incombustibles llamas del infierno que ardían desde la más tierna infancia de la eterna Materia. En poco tiempo, cambió el color y la fisonomía de su nuevo hogar, convirtiéndolo en algo bello, esplendoroso; en algo dotado de un movimiento majestuoso que perduraría durante eones. Lo transformó en algo vivo.
Pero ahí no quedó todo. El Agua era lista y ambiciosa, cualidades que, unidas, hacen de su poseedor un infatigable rastreador de novedosas expectativas. Nuestro intrépido elemento no podía conformarse con dominar sólo parte del mundo que le había sido otorgado; quería más. No soportaba la vista de tierra seca fuera de su alcance, tenía que ser suya también, tenía que extender su dominio por cada rincón, por cada grieta; incluso sentía la necesidad de explorar bajo la sólida superficie terrestre y amoldarla a su gusto y a su caprichoso antojo, tal y como en su día hiciera el vencido fuego; quería ser temida y respetada en todo el globo; en definitiva, deseaba ser la única e incuestionable dueña. Así que se las ingenió para aliarse con el todopoderoso Sol, señor del firmamento, al que admiraba con una incontenible envidia por su infinita energía y por la imposibilidad de ser alcanzado desde su más sumisa posición. Este sentimiento de sufrida impotencia unido a su innata inteligencia y ansias de poder fueron los que la llevaron a buscar la coalición con su eterno enemigo. Con su ayuda, logró lo que parecía imposible; consiguió someter a la invencible gravedad, alzándose por los aires y conquistando el, hasta ahora, insondable cielo. Formó enormes y voluminosas nubes, cameló al desenfrenado e insubordinable viento y lo transformó en su medio de transporte y, de esta forma, pudo alcanzar el resto del planeta que aún no conocía a este revolucionario y avasallador elemento. De nuevo con la inestimable cooperación de sus fieles y dóciles aliados, aprendió la manera de volver a tomar en el aire su primitiva y líquida apariencia, cayendo sin cesar allá donde lo desease, con tanta fuerza y precisión como fuese necesario, con el único objetivo de no dejar un palmo de tierra sin que conociese su gallarda presencia. Se formaron caudalosos ríos que serpenteaban por las angostas y anteriores áridas tierras, voluminosos lagos de agua limpia y transparente fueron sembrados por doquier, enormes balsas de agua subterránea corrían sin cesar por todo el perímetro terráqueo. En un abrir y cerrar de ojos, el planeta se vio transformado por entero, subyugado al excéntrico afán del inagotable elemento. En su infinita ambición, descubrió la forma de solidificarse en los más altos y álgidos lugares, dando lugar a impresionantes masas de hielo y nieve cubriendo las más elevadas y prominentes cumbres del planeta, así como portentosas lenguas, tan blancas como indestructibles, de gélida agua congelada, bajando lenta pero inexorablemente por las laderas que antaño fueron moldeadas por las violentas llamas del abismo, consiguiendo así perdurar durante siglos en un mismo emplazamiento, asegurándose el abastecimiento continuo y para siempre de ríos, lagos y corrientes profundas. Ahora sí que sería la indiscutible soberana del lugar.
Pero, con el tiempo, hasta mandar aburre, y un espíritu inquieto y codicioso jamás descansa. Incluso el Sumo Hacedor se vio sorprendido por como su obra le había aventajado en prodigio e imaginación después de ver lo que a continuación se le ocurrió. Cansada de vagar sin más pretensiones por todo su imperio, sin nada nuevo a lo que someter bajo su yugo, pensó que podría llegar aún más lejos. Estaba harta de ver como su incombustible y envidiado amigo el Sol secaba con su calor muchos de los lugares por los que ella pasaba, dando al traste con sus ansias de dominio y de conquista. Por ello, pensó otra forma totalmente distinta de apropiarse de estos lugares. Descubrió que podía combinar muchos de los elementos que arrastraba en su ir y venir por las fértiles tierras, creando así distintas criaturas capaces de desarrollarse con su ayuda por toda la tierra. La tercera cualidad, junto con la inteligencia y la ambición, que conforman a un ser genial, es la paciencia, y nuestra protagonista estaba sobrada de ella, sabía que tenía todo el tiempo del mundo, así que se entregó a la nueva y fascinante tarea con la ilusión y la confianza de quien sabe lo que quiere. Empezó experimentando en su mismo elemento; el resultado tenía que ser perfecto, y no podía permitir que se le fuera de las manos. Ni que decir tiene que estas nuevas criaturas deberían depender totalmente de Ella, es más, deberían de estar formadas en su mayor parte por Ella misma; así se aseguraría su completo control.
Tras infinidad de intentos fallidos, logró lo que se proponía; consiguió poblar las profundidades de sus dominios de extraños y muy diversos seres, con la particularidad de que no se conformó con crear algo útil y preciso para sus fines, sino que además lo hizo de una belleza y un colorido admirables, una obra digna del más presumido y vanidoso de todos los dioses; tal era su amplio sentido de la perfección. Una vez conseguido este primer objetivo, no tuvo más que expandir la semilla de la vida allá por donde pasaba, y, de nuevo con la impagable colaboración del eterno Sol, sembró la parte del planeta que aún se le resistía con sus variadas y magníficas criaturas, volviendo a cambiar de nuevo la faz de la tierra, cubriéndola de un colorido manto, verde en su mayoría, capaz de extenderse, en apariencia, de manera ilimitada, tal y como había conseguido hacer en los fondos marinos.
Después de tan abrumador éxito, quedó durante un tiempo satisfecha; ahora tenía una ocupación diaria que no podía dejar de atender: tenía que regar constantemente toda la tierra para que sus creaciones no dejasen de crecer. Una tarea que no tardó en convertirse en agotadora y muy desilusionante, ya que, en numerosas ocasiones, no daba abasto para mantener vivas a todas ellas. El invencible Sol se mostraba incansable, y seguía superándola una y otra vez, acabando con la vida de muchas de sus criaturas antes de que pudieran ser socorridas por la revitalizadora lluvia; de nuevo el abrasador fuego volvía a convertirse en su más encarnizado rival. En su inconmensurable codicia había cometido el error de crear unos seres demasiado dependientes de Ella y ahora lo estaba pagando. No podía permitirse el lujo de tener un momento de tregua, y eso era algo que ponía en serio peligro su absoluta hegemonía. Por otro lado, tampoco quería perder la superioridad que poseía con sus creaciones, que la colocaban a Ella en la cúspide del poder, algo de lo que no podía deshacerse.
Pero su ambición no tenía límites, y este problema tan sólo supuso un pequeño obstáculo en su carrera por la supremacía del planeta. Pronto se le ocurrió la solución, como cabía de esperar en un ser tan sublime y capacitado. Era bien sencilla: si no podía acudir con la presteza suficiente a todos los lugares donde se la necesitaba, haría que sus criaturas fuesen a Ella. También en esta ocasión empezó el ensayo en su propio terreno, obteniendo seres de lo más variados y sorprendentes, capaces de desplazarse por el ancho mar a su antojo y con total libertad. Sacarlos a tierra firme no le resultó tan sencillo; tuvo que armarse con toda la paciencia de que disponía y esperar a que las condiciones fuesen propicias. No podía permitirse un nuevo error. Había aprendido de la experiencia; sabía que el omnipotente Sol no se lo pondría fácil, así que ideó un sistema para atenuar su acción; logró que sus primeras criaturas inmóviles crearan una capa absorbente que extendieron por todo el globo, consiguiendo una atmósfera más benigna para los nuevos conquistadores. Dotó de unas extrañas extremidades a los primeros aventureros para que pudieran desplazarse por la dura roca y la árida tierra. Y empezó la revolución.
En un principio, los novatos seres no se atrevieron a alejarse mucho de su madre creadora, permaneciendo durante toda su corta vida en su regazo. Pero la paciencia siempre es premiada y, con el tiempo, al fin fueron alejándose más y más, conquistando nuevos territorios, ampliando sus hábitats y conformando un nuevo paisaje donde, no sólo predominaba la belleza y el colorido, sino también el movimiento y la diversidad. Pronto no quedó rincón alguno en el planeta que no fuese explorado y dominado por alguna de estas extrañas criaturas engendradas a partir del Agua y formadas en su mayor parte por Ella misma. De nuevo parecía haberlo logrado.
Pudo disfrutar de su éxito durante largo tiempo, ocupándose aquí y allá de alimentar a sus prolíferas creaciones y experimentando con nuevos seres, cada vez más perfectos y autosuficientes, aunque nunca del todo; se negaba rotundamente a arriesgar su tan trabajado dominio y ser superada por alguno de sus ingratos vástagos.
Pero en este oscuro Universo nada es eterno, todo proceso tiene su principio, su fase de cambio y su final. Y esto es algo que aprendió sin remedio nuestra codiciosa Agua, cuando se vio sorprendida por el frente que menos esperaba, cuando más tranquila y confiada se encontraba. Para poder llevar a cabo la ingente obra de creación que había realizado a lo largo de su historia, el ingenioso elemento había necesitado dotar a muchas de sus criaturas de un mínimo de inteligencia, la suficiente para automantenerse y buscar el equilibrio en el hábitat natural que habían elegido para vivir. También necesitó contar con un novedoso sistema ideado por Ella misma llamado “evolución”, con el que consiguió que sus creaciones se extendiesen y desarrollasen con el único límite que Ella impusiese. Pero lo que nunca pudo imaginar es el alcance tan sobrecogedor que llegó a tener esta imparable evolución, gracias a la cual, la última y más perfecta de sus creaciones logró adquirir un estado de emancipación tal que llegó a creerse el ser más importante del mundo; le llevó a pensar que era el rey de la creación, el elegido por su superior inteligencia para convertirse en el dueño y señor del resto de las criaturas hermanas.
La vanidad y presunción de este nuevo ser llamado hombre, llegó hasta el punto de llevarlo a intentar dominar al elemento que lo engendró, a la madre que le dio la vida y lo mantenía en ella. Lo intentó de una y mil maneras; le puso infranqueables barreras, la encauzó a su libre albedrío, la agotó en interminables lugares, la ensució y emponzoñó en otros muchos, se atrevió a privarla de otras muchas creaciones suyas, persiguiéndolas hasta su total extinción, la embalsó allá donde le vino en gana... Y una y mil veces el Agua se reveló, colocando las cosas en su sitio primigenio y a cada criatura en el lugar que le pertenece.
El Agua es demasiado vanidosa como para reconocer un error y deshacerse de alguna de sus creaciones, sobretodo si ésta es la más completa y de la que se siente más orgullosa, así que se resistió a borrar de la faz de la tierra de una vez por todas al desagradecido hombre; el inquebrantable sentimiento materno es capaz de brotar incluso en el más duro y pérfido de los corazones. En vez de ello, pensó que sería mejor enseñarle la lección a base de castigos y reprimendas. Y una y otra vez, la ofendida Madre, envió a sus más tercas criaturas poderosas tormentas, destructores huracanes, interminables glaciaciones y torrenciales diluvios, provocando numerosas inundaciones, barriendo poblaciones enteras, acabando con civilizaciones bien asentadas. Se escribieron multitud de historias y leyendas en todas las culturas conocidas, dando cuenta de estas destrucciones, avisando a generaciones venideras sobre las posibles consecuencias de sus presentes actos. De nada sirvieron. Una y otra vez, el tenaz y obstinado hombre continuaba en su empeño de convertirse en el amo y señor de todo lo creado.
... Y en esa estamos a día de hoy.
Pero llegará un tiempo en el que nuestro Líquido elemento perderá la paciencia del todo y decidirá que es hora de terminar de una vez con tan inútil comportamiento; pensará que si ya lo hizo una vez, podría volver a comenzar de nuevo, con la lección aprendida, por supuesto. Cuando llegue ese momento, hará lo que tenga que hacer, porque, a todo ser que se le da la capacidad de crear, también se le concede la de destruir. Y a pesar de su desmedida ambición, al Agua siempre habrá que reconocerle con agradecimiento que procuró en todo momento aprovechar el don que le fue concedido por el Sumo Hacedor para hacer el bien, para alumbrar especímenes increíblemente bellos y maravillosos, para generar de la nada un portentoso mundo lleno de color, de movimiento, de equilibrio; un mundo plagado de penetrantes sensaciones, armoniosos sonidos, espectaculares paisajes, tenues olores... En definitiva, un mundo cargado de VIDA.

Se acordaron de mí: