Epílogo

sábado, 24 de octubre de 2009


Al menos, en esta ocasión, el camino se hizo algo más ameno. Por doquier nos cruzábamos con gentes a las que saludábamos o, incluso con algunos, los monjes se detenían a charlar un rato, compartiendo alimentos y lecho donde descansar, según la hora demandase. Mi desconcierto y enojo, a riesgo de parecer pesado, se produjo cuando comprobé que la carne que transportábamos iba más bien destinada a aquellas personas que nos encontrábamos y que aparentaban mayor precariedad que la nuestra. Que, por cierto, no eran pocas.
Fue entonces cuando vislumbré, levemente, una de las diversas misiones que mis acompañantes desempeñaban por aquellos parajes donde parecían pertenecer. Además de guías espirituales de la comunidad, estas personas servían de lazo de unión entre las distintas clases sociales del lugar; recibían de los que más tenían y ofrecían a los menos favorecidos.
Una labor encomiable y totalmente desconocida por mí hasta aquel momento, ya que ni tan siquiera la había visto ejercer a las personas que por vocación se les suponía, como debieran ser los hombres de ley, sacerdotes y demás dirigentes de cualquier nación....

... Pero... no.... no, perdónenme un momento.
Volviendo atrás en la lectura de mis escritos, compruebo que nada de lo dicho hasta ahora tiene fin alguno. Muchos son los textos sagrados y profanos que han pasado por delante de estos ojos ya cansados, y, en todos ellos, con independencia de la lengua utilizada en sus fonemas, cultura proveniente o lugar de procedencia, se dejaba entrever un mismo mensaje, una misma intención. De mil maneras distintas han sido dichas todas las verdades y mentiras del mundo, todas las opiniones, pensamientos, ideas o conjeturas, sin que haya nacido aún, que se sepa, persona alguna capaz de discernir entre lo verdadero y lo falso, lo exagerado o lo moderado, lo sensato y lo descabellado.
Y me doy cuenta de que nada nuevo puedo aportar yo a este maremagno sin sentido, orden ni control, de cavilaciones y demás reflexiones hechas por el ser humano durante su corta existencia por este mundo, desde que aprendió a dejar impreso todo lo que pasaba por su mente, por irracional o incoherente que fuese.
Demasiados han sido los que hasta ahora han tratado de embaucarnos con sagaces conclusiones; los que han pretendido convencernos de que sus existencias fueron las más emocionantes, increíbles o peligrosas; demasiados han querido instalar en cabezas ajenas creencias injustificadas, ideologías absurdas, ciencias controvertidas o, sencillamente, pensamientos procedentes de otras vidas que nada tienen que ver con la nuestra.
Cierto es que también se han escrito infinidad de bellas palabras, poemas inspiradísimos, textos sublimes a los sentidos. Pero, para mi pesar, no veo yo que estas modestas memorias puedan encuadrarse en tan excelsa literatura, ni tampoco era esa mi intención cuando comencé con las primeras letras.
Así que, en este punto, decido no hacerles perder más el preciado tiempo que les concede la vida, en su devenir efímero e imprevisible, aconsejándoles, si me lo permiten, que lo aprovechen en vivir sus propias experiencias, elaborar sus particulares hipótesis, errar y rectificar las veces que sean necesarias y, en definitiva, gozar del poco tiempo que les quede para presenciar, en toda su magnificencia, la grandiosidad de un mundo que no nos merecemos y que ha sido puesto a nuestra disposición en toda su plenitud.


Salgan ahí fuera y disfrútenlo.


Y, sobretodo, olvídense de este pobre guerrero que pasó por esta tierra como tantos otros lo hicieron y seguirán haciéndolo, sin pena ni gloria, ni mayor proeza que la de sobrevivir sin perder la sonrisa ni la capacidad de sorprenderse por cuanto le rodea.

Hasta siempre.


FIN

Nota del autor: Ni que decir tiene que todo el contenido de este blog está a disposición libre de todo aquel que lo desee. No será gran cosa, pero es todo lo que tengo y lo que soy.
Gracias por la fidelidad y las amables palabras.


Se acordaron de mí: