Mis Metáforas

domingo, 28 de septiembre de 2008

Hoy voy a poner en un compromiso a otra buena amiga mía: la sin par Raquelilla. Como he visto que se ha encelado por la presentación anterior que le hice a Jose María, pues ahora le va a tocar el turno a ella. Digo lo del compromiso porque así quizás la obligue a escribir más, cosa que hace como los ángeles y que repercutirá en beneficios para todos.
Entrar en su blog, Mis Metáforas, es sumergirse de lleno en todo un mundo donde la fantasía, la ilusión y la realidad bailan de la mano una vertiginosa danza que logrará conducirnos sublimemente a su particular visión sobre lo conocido y lo imaginado, sobre lo soñado y lo vivido, haciendo despertar en nosotros sensaciones y placeres ocultos hasta ahora en nuestro interior más sombrío.
Si desean deleitarse con la lectura de una narración aguda, certera, repleta de buenas metáforas, imaginativa y muy bien construida, no dejen de visitar Mis Metáforas. No se arrepentirán.

Rincón de la imaginación

jueves, 25 de septiembre de 2008

El día 11 de septiembre fue un gran día para el mundo de la blogosfera. Fue el día en el que mi buen amigo Jose María se decidió por fin a compartir con todos nosotros su enorme talento componiendo letras, su gran sensibilidad, su infinito ingenio y su sorprendente agudeza (no por nada se hace llamar Genialsiempre). Además de poner a nuestra disposición desinteresadamente su inagotable sabiduría, adquirida durante años de lectura incansable e intensas experiencias.

Todo ello lo podrán encontrar, delicadamentente condensado o magistralmente desenvuelto, en su blog Rincón de la imaginación, que nace al mundo cargado de buenas vibraciones y mejores intenciones.

Yo no me lo perdería por nada del mundo, les aseguro que su visita siempre supondrá una agradable sorpresa y les proporcionará un autentico aluvión de placeres para los sentidos.

Ya me contarán... y me lo agradecerán.

La sabiduría nos ayuda a aprovechar mejor el tiempo

domingo, 21 de septiembre de 2008

El tiempo es el tesoro más valioso que una persona puede poseer. Y esto es así porque es lo único que, una vez que se pierde, no puede recuperarse por nada del mundo. Tanto el dinero, como la salud o el amor, pueden recobrarse en otro momento y, si no fuera así, tampoco son imprescindibles para conseguir la felicidad. Pero con el tiempo, esto no ocurre; sin el tiempo suficiente para desarrollarnos como seres humanos, es totalmente imposible que podamos llevar una vida plena y satisfactoria, por eso es tan importante no perderlo. Además, la experiencia es necesaria para adquirir la sabiduría y, ésta sólo se puede conseguir dejando transcurrir el tiempo suficiente y aprovechándolo al máximo.
Administrar correctamente nuestro tiempo es una de las tareas más difíciles con las que nos enfrentamos día a día. También en esta ocasión nos puede ser de gran utilidad la sabiduría. Ésta nos ayudará a distinguir las cosas realmente importantes de las que no lo son. En demasiadas ocasiones solemos confundir los asuntos urgentes con los importantes; hay que aprender a compaginar ambos.
A menudo nos cruzamos en nuestra vida con gente que piensan que su tiempo es más importante que el de los demás, y que sus prioridades deben de ser también la de los demás. A este tipo de gente hay que dejarles muy claro desde un principio que esto no es así; cada persona tiene sus prioridades bien definidas a la hora de administrar su tiempo y, lo que para unos puede parecer muy importante, para otros será una insignificancia.
Cada persona debe ser propietaria indiscutible de su tiempo; nadie tiene derecho de apropiarse del tiempo de otro. Una persona de nuestro entorno que se crea con este derecho, puede amargarnos la vida si no actuamos pronto poniendo las cosas en su sitio. Por supuesto que esto no quiere decir que no podamos dedicar parte de nuestro tiempo a hacer favores a otras personas que lo necesiten, de hecho, esta es una buena práctica que nos hará mejorar mucho nuestro nivel de satisfacción personal, pero siempre y cuando se haga de manera consentida y sin que de lugar a abusos por parte de la otra persona.
Como he dicho, administrar bien nuestro tiempo no es tan fácil como podría parecer. Hay que tener muy claro cuales son nuestras prioridades; si no lo hacemos, puede llegar un momento en que nos demos cuenta de que no estamos viviendo nuestra vida, sino la de otros, y no creo que eso le guste a nadie. Como dijo en una ocasión el filósofo y escritor granadino Francisco Ayala: “Cada cual es el autor de su propia suerte; cada uno es el primer y principal responsable de lo que venga a sucederle.”
Es muy normal que pensemos que el tiempo siempre corre en nuestra contra, ya que no podemos pararlo ni controlarlo en ningún momento; yo les puedo asegurar que si actuamos con sabiduría, encontraremos en el tiempo a un aliado en vez de a un enemigo, como suele suceder. Dejaremos de preocuparnos inútilmente de no tener el tiempo suficiente para esto y para aquello, ya que la sabiduría nos enseñará a distinguir las cosas realmente importantes a las que debemos dedicarles tiempo de aquellas otras superfluas que podemos dejar en un segundo plano.
En una ocasión leí una frase que me llamó mucho la atención (me fastidia no poder recordar dónde); decía así: “Existe una forma de saber si ya cumpliste tu misión en la vida. Si sigues vivo, es porque aún no la cumpliste.” ¿Qué quiere decir esto? Pues justamente lo que decía antes, que es inútil andar preocupándose porque se nos agote el tiempo sin que hayamos podido hacer algo importante o que nos hubiese gustado. Simplemente hay que dedicarse a vivir el día a día, sacándole el máximo partido a cada minuto, sin pensar en proyectos futuros que, sin duda, llegarán cuando les toque su momento. Esto me trae a la memoria otra frase (en esta ocasión si que recuerdo de quién) de John Lennon: “La vida es aquello que pasa mientras hacemos planes”. Y ahí va otra frase para la reflexión, esta es de Simón Peres: “Tanto el optimista como el pesimista terminan muriendo. Pero los dos aprovecharon la vida de manera completamente diferente”.
La filosofía de vivir «aquí y ahora» puede ser un arma de doble filo si no se comprende debidamente. Hoy en día es muy habitual oír decir a los jóvenes y a personas con poco sentido común que viven al día, sin pensar en el futuro. Esto es una insensatez, y nada tiene que ver con el «aquí y ahora» al que yo hago referencia más arriba. No andar todo el tiempo preocupándose por el futuro no quiere decir que no haya que tenerlo en cuenta. Ya comenté en otro apartado que cada decisión que tomamos repercute directamente en nuestro futuro, ya sea próximo o lejano, por tanto, inconscientemente, continuamente lo estamos teniendo en cuenta, aunque nos guste presumir de lo contrario.
Entonces, ¿dónde radica la diferencia? Muy sencillo: en nuestra filosofía de la vida, en nuestros hábitos y costumbres. Les pondré un ejemplo para intentar que lo vean más claro. Supongamos que me dan a elegir para comer entre una hamburguesa y una ensalada; yo sé que la hamburguesa está más apetitosa y me gusta más que la ensalada, pero también sé que la ensalada es más sana y puede resultar más beneficiosa para mi salud en un futuro; así que, aunque me pese y suponga un sacrificio para mí, tomaré la ensalada. Ésta podría parecer la forma de actuar adecuada, pero no lo es, ya que nos supone un sacrificio y significa que estamos continuamente alertas y preocupados por las consecuencias de nuestras acciones. La persona sabia cogería sin pensárselo la ensalada, lo haría instintivamente, no le supondría ningún esfuerzo ni nada por el estilo; actuaría así simplemente porque sabría que es lo correcto, sin pararse a pensar en nada más. Ahí es donde radica la diferencia: en la actitud. Ni que decir tiene que la persona insensata de que hablaba antes, también actuaría por impulso, sin pensar en las consecuencias, pero, a diferencia del sabio, ésta se dejaría llevar por sus deseos más primitivos, por el placer inmediato, es decir, tomaría la hamburguesa.
En definitiva, si actuamos sabiamente, incluso nuestras obligaciones laborales, sociales y familiares sabremos aprovecharlas en nuestro beneficio y, con toda seguridad, también encontraremos el tiempo suficiente para aquellas cosas que realmente nos gustan y nos hacen sentir bien.
Después de analizar la enorme importancia que tiene el tiempo en nuestras vidas, no me gustaría terminar este capítulo sin hacer un grato recordatorio a aquellas personas que dedican todo su tiempo prácticamente a compartirlo con aquellos más necesitados. Quien ofrece su mayor tesoro a los demás desinteresadamente, tiene asegurada la felicidad para el resto de su vida.

La sabiduría ayuda a obtener independencia

domingo, 14 de septiembre de 2008

Ser independiente no significa vivir solo, ni mucho menos. Significa más bien no tener que depender de nada ni de nadie para gozar de una vida plena y feliz. Esta idea va muy ligada a la del desapego que proclama la filosofía budista. El desapego es fundamental para conseguir la independencia o, lo que es lo mismo, la auténtica libertad.
Cuando hablamos de desapego, nos queremos referir a la disminución de nuestros deseos; el maestro Taisen Deshimaru lo expresó de la siguiente manera:
La sabiduría es necesaria en la vida práctica. Un objeto demasiado deseado no puede ser alcanzado, ya que el espíritu está demasiado apegado al deseo, lo cual origina el sufrimiento en el hombre o la locura. Todo va a aquel cuyo espíritu está tranquilo y lleno de sabiduría.
La sabiduría es aprender a no sufrir por un fracaso y a disminuir los deseos
.”
Nuestra cultura tiene un dicho que seguro entenderán mejor: No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita. Puede parecer un tópico, pero así de simple es. La práctica del desapego material no es nada fácil, va en contra de todas las corrientes actuales. La sabiduría es la única herramienta que yo conozco para hacerle frente; en esta ocasión les hablo desde la propia experiencia y, créanme, funciona.
No se pueden hacer ni una idea del alivio tan inmenso que se siente cuando te libras de alguno de los muchos acuciantes deseos que todos los días agobian nuestra existencia. Tengan en cuenta que todo deseo con el que no se enfrenten, primero se convertirá en una necesidad, para después pasar a ser un vicio. Cada pequeño vicio que tenemos nos resta un poco de libertad, de ahí la importancia que tiene el acabar con ellos. Al mismo tiempo, cuando uno de estos deseos no puede lograrse, sufrimos, y si ha llegado ya a convertirse en un vicio, el sufrimiento será aún mayor; sólo tienen que pensar en un fumador acérrimo que se queda sin tabaco.
El hombre, a lo largo de su historia, ha creado e inventado miles de cosas; muchísimas de ellas muy útiles y prácticas, nos hacen la vida más fácil y cómoda; pero muchísimas otras lo único que consiguen es complicarnos la vida innecesariamente. No me estoy refiriendo sólo a los aparatos y artilugios fruto de la tecnología y la ciencia, sino también a muchas costumbres, hábitos, ritos, creencias e incluso sentimientos. Sentimientos como por ejemplo la vergüenza, el miedo injustificado, la pasión o el rencor. Piensen en esto, no existe ni un solo animal que sienta vergüenza; los niños pequeños empiezan a sentirla cuando sus mayores se la inculcamos. Con el miedo injustificado ocurre lo mismo; una cebra sólo se asusta y se estresa cuando siente la presencia del león por alguno de sus sentidos como la vista o el olfato; el hombre es el único que tiene estos mismos sentimientos de miedo y estrés con tan sólo imaginar la presencia del león. Las cebras huyen mientras el león las persigue pero, una vez que éste a atrapado a su presa, el resto siguen pastando tranquilamente mientras el león devora a su congénere; los hombres seríamos incapaces de actuar así. No siempre fue de esta forma; una vez fuimos como ellos, sabíamos distinguir lo realmente importante de lo que no lo es tanto; lo necesitábamos para sobrevivir. Este retraso es uno de tantos precios que hemos tenido que pagar por nuestra tan alabada inteligencia; como se suele decir, todo se paga en esta vida, o todo tiene un precio.
La conclusión a la quiero llegar es la siguiente: todos los inventos humanos, absolutamente todos, son prescindibles, tanto los materiales como los ficticios. La sabiduría nos enseñará a prescindir de ellos cuando debamos hacerlo y a saber utilizarlos debidamente cuando halla que hacerlo.
Tampoco se trata de llevar una vida vacía, sin ninguna afición o ilusión por las cosas materiales como lo haría un asceta. Les pondré un ejemplo, ya que creo que es la mejor forma de explicarles lo que quiero decirles. Imagínense que voy a comprarme un televisor, y se me antoja uno de los más modernos y caros que hay en el mercado. Si puedo permitirme el lujo de comprármelo sin que me suponga ningún sacrificio extraordinario, ¿por qué no hacerlo? Ahora bien, si una vez que lo tengo, pasado un tiempo, éste se me avería sin que tenga arreglo, la sabiduría me enseñará que no tengo que sufrir por semejante pérdida, por mucho dinero que me costase, ya que, al fin y al cabo, se trata sólo de un objeto y seguro que me las apañaré igual con otro mucho más simple y barato o, si fuera necesario, sin ninguno.
El desapego material consiste en tener muy claro que lo único realmente importante que poseemos es nuestra vida, el resto es todo superficial y reemplazable e incluso, en la mayoría de los casos, innecesario. El filósofo Raimon Panikkar escribió en una ocasión: “Una cosa es la pobreza y otra la miseria. La miseria es desdichada; la pobreza puede ser una bendición. Es no estar atado a nada, ni siquiera a la vida.
Constantemente vemos en los noticiarios grandes catástrofes, naturales o provocadas, en distintas partes del mundo que ocasionan a cientos o miles de personas la pérdida de todos sus bienes: hogar, tierras, trabajo, etcétera, por no contar con la pérdida de seres queridos (por cierto que es algo a lo que todos estamos expuestos). Podemos comprobar cómo toda esta gente sufren lo indecible al ver que lo han perdido todo. Ni que decir tiene que sufrirán más aquellos que estaban más apegados a lo que eran sus vidas antes de la tragedia. Pues bien, si dejamos correr el tiempo, les puedo asegurar que para muchas de estas personas sus vidas cambiarán a mejor, sobretodo aquellas que más tenían y vivían más lujosamente, ya que esta pérdida les servirá para abrirles los ojos y hacerles distinguir lo realmente importante de lo que no lo es. Es decir, adquirirán sabiduría, pero no sin antes haber sufrido mucho sin necesidad.
Esta es una de las muchas formas que la ciencia de la vida tiene de enseñarnos sus secretos. Yo personalmente prefiero ahorrarme sufrimientos futuros y aprender a mi manera. Es posible que tengamos la enorme fortuna de no tener que pasar nunca por semejante trance pero, como ya hemos dicho antes, hombre prevenido vale por dos.
Además, tampoco hace falta complicarlo tanto; casi todo el mundo tendrá que pasar alguna vez en su vida por el trágico momento de perder a una persona querida, si no lo han hecho ya. Si esta persona es muy cercana, el dolor puede ser tal que deseemos incluso nuestra propia muerte por pensar que no podremos soportarlo. Todos sabemos que casi todo el mundo es capaz de rehacer su vida sin problemas dejando que transcurra el tiempo debido, pero nadie piensa en eso inmediatamente después de la pérdida, por el contrario, pensamos que jamás nos repondremos, como si fuésemos los únicos seres humanos que han perdido a alguien. Es inevitable, como se suele decir, nadie aprende por cabeza ajena.
Al igual que con la pérdida de bienes materiales, la sabiduría también nos puede ayudar mucho en estos casos. Piensen en esto: cuando acuden al funeral de algún conocido, la persona que más llora, no suele ser la que más quería al difunto, sino la que más dependía de él o ella, que no tiene por qué coincidir.
Por último les dejaré con un pensamiento del filósofo Aristóteles en el que exalta la virtud de independencia de un hombre sabio: “El verdadero sabio puede, aun estando solo consigo mismo, entregarse al estudio y a la contemplación; y cuanto más sabio sea, más se entrega a él. No quiero decir que no le viniera bien tener colaboradores, pero no por eso deja de ser el sabio el más independiente de los hombres y el más capaz de bastarse a sí mismo. Y aún puede añadirse que esta vida del pensamiento es la única que se ama por sí misma; porque de esta vida no resulta otra cosa que la ciencia y la contemplación, mientras que en todas aquellas en que es necesario obrar, se va siempre en busca de un resultado que es más o menos extraño a la acción.”

Destino incierto

domingo, 7 de septiembre de 2008

Cae el alba. Cientos de mariposas levantan el vuelo, iniciando así su danza sicótica al compás de los pensamientos.

... No hay nada en este mundo que sugiera mi destino incierto...

La luna es devorada por la mañana, hambrienta de almas soñolientas.
Nubes de humo negro se alzan sobre mi morada, con su halo de muerte y oscuridad.
Mis pies imprimen huellas diáfanas sobre el detritus que sustenta a la humanidad.
Pero mi mirada no se dirige hacia arriba... ni hacia abajo... sino hacia el frente, hacia el horizonte, donde una luz titilante, tímida, comienza a asomar desconfiada.
No es ningún ángel custodio indicándome su camino celestial... Sólo es la Esperanza, trémula e indecisa.

... No hay nada en este mundo que sugiera mi destino incierto...

Mi paso es firme, mi mente está despejada... la duda aún persiste, pero ya la tengo domeñada.
Ahora agarro fuerte las riendas del libre albedrío y lo fustigo con rabia contenida... y con presteza, porque aún puedo oler el fétido aliento de la depravación que me sigue de cerca.
Pero ya no me preocupa, porque sé que va desapareciendo el miedo que la alimenta, obligándola a ceder.

... No hay nada en este mundo que sugiera mi destino incierto...

La persona que más admiro del mundo

martes, 2 de septiembre de 2008

La persona que más admiro del mundo no ha recibido nunca ningún premio, jamás le han aplaudido, ni sabe lo que es un reconocimiento público... Pero no le importa, porque tampoco lo necesita.
La persona que más admiro del mundo no gana un gran sueldo, de hecho, no tiene sueldo; no posee grandes negocios, ni tienes empleados a su cargo... No sabría qué hacer con ellos y, probablemente, terminaría invitándolos a todos a almorzar.
La persona que más admiro del mundo no tiene títulos académicos, no ha estudiado ningún Master, ni ha pisado en su vida una universidad.... Pero es una experta en sicología, psiquiatría, recursos humanos, relaciones sociales, pediatría, gastronomía y puericultura (entre otras).
La persona que más admiro del mundo apenas sabe escribir, no ha firmado nunca un cheque, ni un contrato, no sabría rellenar el más sencillo de los formularios, tampoco ha podido ayudar nunca a ninguno de sus hijos a hacer los deberes... Las circunstancias de su vida la pusieron a trabajar cuando contaba trece añitos, y desde entonces no ha parado, sesenta años después.
La persona que más admiro del mundo lee con mucha dificultad, jamás ha leído un libro, no sabe quienes son Sócrates, Platón, Aristóteles, Cervantes, Shakespeare, Ortega y Gasset, García Márquez... Tampoco los echa en falta, sólo necesita sus recetas de cocina y sus gafas de aumento, el resto ya se lo ha dado la vida.
La persona que más admiro del mundo nunca ha oído hablar de la ley de la relatividad de Einstein, no sabe por qué se caen las cosas, ni cómo se formaron las estrellas y las galaxias... Simplemente las admira, se complace de que existan y convive con ellas.
La persona que más admiro del mundo no reza todos los días por los pobres, aunque tiene una imagen del Sagrado Corazón de Jesús en su dormitorio, no es socia de ninguna ONG, nunca ha salido a la calle a manifestarse por alguna injusticia... Sencillamente es incapaz de hacerle el menor daño a ninguna criatura.
La persona que más admiro del mundo no sabe el nombre de los gobernantes de su país, no sabe si quiera a quien vota cuando acude a las urnas, no sigue sus tejemanejes por los noticiarios... Ella deja que sean otros los que se preocupen por semejantes nimiedades.
La persona que más admiro del mundo nunca se ha preocupado por saber qué es la felicidad ni cómo puede conseguirse, tampoco entiende de caminos ni de búsquedas... Sólo ríe cuando tiene que reír y llora cuando tiene que llorar.
La persona que más admiro del mundo no se plantea objetivos en la vida, no aspira a conseguir nada más de lo que ya tiene, ni ansía poder, gloria o fortuna... Pero sí que suplica por que sus hijos sean buenas personas.
La persona que más admiro del mundo no pretende enseñar nada a nadie, tampoco da sabios consejos, ni clases magistrales o lecciones de vida... Simplemente es ella misma, y los demás ansiamos estar a su lado.
La persona que más admiro del mundo desconoce el significado de la palabra sabiduría (pero la tiene), no sabría definir lo que es el amor (pero ama), ni se cuestiona la existencia de ningún Dios... ¡Qué importancia tiene todo eso!
La persona que más admiro del mundo no entiende nada de nuevas tecnologías, ni de desarrollo sostenible, ni de cambio climático, ni de guerras por el poder, ni de la escasez de agua, no conoce nada de historia, no piensa en el pasado, ni se preocupa por el futuro... Se limita a vivir y nada más.
La persona que más admiro del mundo, como ya habrán adivinado, es mi MADRE. Sólo es una madre más, como tantas otras que hacen posible que este planeta siga girando y girando sin parar... Y todo el que la conoce la quiere.

Se acordaron de mí: