La Frontera: el peor invento del hombre

miércoles, 26 de septiembre de 2007

Maldigo al primer ser humano que interpuso una frontera imaginaria entre él y uno de sus semejantes. Maldito sea mil veces aquel ignorante individuo que en un remoto día fue el primero en pronunciar las infames palabras “mío” y “tuyo”; ojalá se pudra por siempre en los infiernos. Maldigo las perversas razones que le condujeron a tan depravado comportamiento de menosprecio fraternal. Yo maldigo también a la siniestra evolución que nos arrebató sin misericordia las eternas primaveras y las brisas suaves de la edad de oro de la tierra primigenia y nos condujo irremediablemente a través de las edades de plata y bronce hasta llegar a la más actual de las edades, la más violenta y desgarradora, la corrompida edad de hierro. Maldigo las patrias, las banderas, los himnos, las lindes, los idiomas, las vallas, las aduanas, los iconos, las ideologías, las etiquetas y todo aquello que suponga una diferenciación ficticia entre individuos de la misma especie.
Éstos han sido los responsables de las mayores matanzas y peores injusticias de todos los tiempos. Por culpa de todo ello existe E.T.A, Al Qaeda, los nacionalismos estrechos de miras, el fanatismo religioso, las miserias de unos y las riquezas de otros, los gobiernos totalitarios y déspotas,...
Soy un ciudadano del Todo; mis hermanos son los seres que en Él habitan. Sus dominios comienzan allá donde nacen los vientos, y acaban donde se oculta el arcoiris. Mi bandera son las nubes que rodean todo el globo ondeando en lo más alto del cielo, y no necesita asta donde ser colocada. Mi himno, el sonido de las olas del mar rompiendo en la dura roca o el melodioso canto del ruiseñor en la profundidad del bosque. Mi idioma es el Lenguaje del Mundo. Las estrellas son el único confín que conozco; y los horizontes que contemplo, la luna y el sol. Mi Templo es mi cuerpo, y el único ritual que requiere mi religión es la meditación.
Si te agrada mi patria, siempre serás bien recibido en ella. La única condición que te exige es que olvides fuera los prejuicios, las prohibiciones, las dualidades (sobretodo aquella de “yo” y “los demás”), la envidia, el rencor, la ira, el odio. Entra con la mente limpia y clara como la de un bebe recién nacido antes de ser bautizado y déjate llevar. Si dudas de la existencia del paraíso, olvida todo lo conocido hasta ahora y sígueme; está más cerca de lo que imaginas. Te prometo una existencia plena y feliz hasta el fin de todos los tiempos. Te aseguro la completa desaparición de todas tus actuales y absurdas preocupaciones.
En este lugar no se conoce el miedo, porque no hay nada que temer. Tampoco existe el amor, ya que todo es amor. No se habla de paz, debido a que la guerra es impensable. No hay principio ni fin; el nacimiento y la muerte sólo son pasos intermedios. Aquí no tienen cabida jefes ni gobernantes, la Naturaleza es la única que impone leyes e imparte justicia. En nuestra tierra no son necesarios papeles para vivir dignamente; no se conocen ciudadanos ilegales. En este mundo, el único propósito es vivir. Mientras naden peces por sus ríos y mares, el cielo sea surcado por aves de todos los colores y de la tierra broten los más variados frutos, seremos ricos y dichosos; todos por igual... Y al que pronuncie la palabra “frontera” se le colgará del árbol más alto de este infinito Reino.

Las cuatro edades. Extraído del libro Metamorfosis, de Ovidio
La edad de oro fue la creada en primer lugar, edad que sin autoridad y sin ley, por propia iniciativa, cultivaba la lealtad y el bien. No existían el castigo ni el temor, no se fijaban, grabadas en bronce, palabras amenazadoras, ni las muchedumbres suplicantes escrutaban temblando el rostro de sus jueces, sino que sin autoridades vivían seguros. Ningún pino, cortado para visitar un mundo extranjero, había descendido aún de sus montañas a las límpidas aguas, y no conocían los mortales otras playas que las suyas. Todavía no estaban las ciudades ceñidas por fosos escarpados; no había trompetas rectas ni trompas curvas de bronce, ni cascos, ni espadas; sin necesidad de soldados los pueblos pasaban la vida tranquilos y en medio de suave calma. También la misma tierra, a quien nada se exigía, sin que la tocase el azadón ni la despedazase reja alguna, por sí misma lo daba todo; y los hombres, contentos con alimentos producidos sin que nadie los exigiera, cogían los frutos del madroño, las fresas de las montañas, las cerezas del cornejo, las moras que se apiñan en los duros zarzales, y las bellotas que habían caído del copudo árbol de Júpiter (la encina).
Había una primavera eterna, y apacibles céfiros de tibia brisa acariciaban las flores nacidas sin cimiente. Pero además la tierra, sin labrar, producía cereales, y el campo sin que se le hubiera dejado en barbecho, emblanquecía de espigas cuajadas de grano. Corrían también ríos de leche, ríos de néctar, y rubias mieles goteaban de la encina verdeante.
Una vez que, después de haber sido Saturno precipitado al Tártaro tenebroso, el mundo estuvo sometido a Júpiter, llegó la generación de plata, peor que el oro, pero más valiosa que el rubicundo bronce. Júpiter empequeñeció la duración de la primavera antigua, haciendo que el año transcurriese, dividido en cuatro tramos, a través de inviernos, veranos, otoños inseguros y fugaces primaveras. Entonces por vez primera el aire, encendido por tórridos calores, se puso candente, y quedó colgante el hilo producido por los vientos. Entonces por vez primera penetraron los hombres bajo techado; sus casas fueron las cuevas, los espesos matorrales y las ramas entrelazadas con corteza de troncos. Entonces por vez primera fueron las semillas de Ceres enterradas en largos surcos y gimieron los novillos bajo la opresión del yugo.
Tras ésta apareció en tercer lugar la generación de bronce, más cruel de carácter y más inclinada a las armas salvajes, pero no por eso criminal. La última es de duro hierro; de repente irrumpió toda clase de perversidades en una edad de más vil metal; huyeron la honradez, la verdad, la buena fe, y en su lugar vinieron los engaños, las maquinaciones, las asechanzas, la violencia y la criminal pasión de poseer. Desplegaban las velas a los vientos, sin que el navegante los conociese aún apenas, y los maderos que por largo tiempo se habían erguido en las altas montañas saltaron en las olas desconocidas, y el precavido agrimensor señaló con largas líneas las divisiones de una tierra que antes era común como los rayos del sol y como los aires. Y no sólo se exigían a la tierra opulentas cosechas y alimentos que ella debía dar, sino que se penetró en las entrañas de la tierra y se excavaron los tesoros, estímulo de la depravación, que ella había escondido llevándolos junto a las sombras de la Estige. Y ya había aparecido el hierro dañino y el oro más dañino que el hierro; apareció la guerra, que combate valiéndose de ambos y con mano sangrienta blande las armas que tintinean. Se vive de la rapiña; ni un huésped puede tener seguridad de su huésped, ni un suegro de su yerno; incluso entre hermanos es rara la avenencia. El marido maquina la ruina de su esposa, y ésta la de su esposo. Madrastras horribles preparan los lívidos venenos del acónito; el hijo averigua antes de tiempo la edad de su padre.
La piedad yace derrotada, y la Virgen Astrea (
la justicia) ha abandonado, última de las divinidades en hacerlo, esta tierra empapada de sangre.”

Todo el Conocimiento y la Sabiduría del mundo

lunes, 24 de septiembre de 2007

Hubo una vez una ciudad (no importa donde quedaba, ni cómo se llamaba) antigua y próspera ubicada en el medio de una basta planicie. Un verano, mientras los pobladores se afanaban por prosperar y vivir bien, una mujer pobre, vieja y extraña llegó a una de las puertas de la ciudad cargada con doce pesados libros que puso a la venta entre los ciudadanos. Dijo que los libros contenían todo el conocimiento y toda la sabiduría del mundo y que se los cedía a la ciudad por tan sólo un saco de oro.
La gente de la ciudad consideró la idea bastante graciosa. Pensaron que obviamente la señora no tenía noción del valor del oro y que lo mejor que podía hacer era marcharse.
Ella se mostró conforme, pero antes, dijo, destruiría la mitad de los libros. Prendió una pequeña fogata, quemó a la vista de todos los habitantes de la ciudad seis de los libros que contenían todo el conocimiento y toda la sabiduría del mundo, y luego se marchó.
Con algunas dificultades, la ciudad logró prosperar a pesar del duro invierno y, al verano siguiente, la anciana regresó.
–¡Ah, otra vez usted! –le dijeron–. ¿Cómo están el conocimiento y la sabiduría?
–Seis libros –dijo–, sólo quedan seis. La mitad de todo el conocimiento y toda la sabiduría del mundo. Otra vez se los ofrezco.
–Ah, ¿sí? –le contestaron las personas riendo con disimulo.
–Solo que ha cambiado el precio.
–No nos sorprende.
–Dos sacos de oro.
–¿Qué?
–Dos sacos de oro por los seis libros que quedan con todo el conocimiento y toda la sabiduría del mundo. Los toman o los dejan.
–Nos parece –le dijeron– que usted no debe de tener mucha sabiduría y conocimiento, ya que de lo contrario sabría que no puede cuadruplicar un precio ya escandaloso para el mercado del comprador. Si ese es el tipo de conocimiento y sabiduría que pretende vendernos, entonces francamente se lo puede quedar a cualquier precio.
–¿Los quieren o no?
–No.
–Muy bien. Si no es molestia, un poco de leña, por favor.
Prendió otra fogata y quemó tres de los libros restantes a la vista de todos; luego se marchó por la planicie.
Esa noche dos o tres curiosos salieron furtivamente a inspeccionar las cenizas para ver si podían encontrar una página o dos, pero el fuego lo había consumido todo y la vieja mujer había rastrillado las cenizas. No quedaba nada.
Pasó otro invierno difícil que afectó a la ciudad, y causó algunos problemas de hambre y enfermedad a sus habitantes, pero el comercio siguió prosperando y, al llegar el verano, cuando volvió a regresar la anciana, ya se encontraban bastante bien.
–Llega temprano este año –le dijeron.
–Tengo menos que acarrear –explicó mostrándoles los tres libros que llevaba con todo el conocimiento y toda la sabiduría del mundo–. ¿Les interesa?
–¿A qué precio?
–Cuatro sacos de oro.
–Abuela, usted está totalmente loca. Además, nuestra economía atraviesa por un período medio difícil en este momento. No podemos pensar en sacos de oro.
–Leña, por favor.
–Espere un minuto –dijeron–, esto no le está haciendo bien a nadie. Hemos estado pensando acerca de todo esto y hemos formado un pequeño comité para mirar sus libros. Déjenos evaluarlos durante unos meses para ver si tienen algún valor para nosotros, y cuando regrese el próximo año quizá le podamos hacer una oferta razonable. Pero no estamos hablando de sacos de oro, ¿eh?
La anciana meneó la cabeza.
–No –dijo–. Tráiganme leña.
–Le va a costar.
–No importa –dijo la mujer encogiendo los hombros–. Los libros arden bien sin leña.
Y diciendo esto procedió a hacer trizas dos de los libros, que se quemaron con facilidad. Luego, se fue por la planicie dejando a los ciudadanos por otro año.
Regresó al final de la primavera.
–El último que queda –dijo, poniéndolo en el suelo delante de ella–. Esta vez pude traer mi propia leña.
–¿Cuánto? –le preguntaron.
–Dieciséis sacos de oro.
–¡Sólo presupuestamos ocho!
–Tómenlo o déjenlo.
–Espere.
La gente de la ciudad se reunió y regresó a la media hora.
–Dieciséis sacos de oro es todo lo que nos queda –imploraron–. Son tiempos difíciles. Debe dejarnos con algo.
La anciana canturreó en voz baja y comenzó a hacer una fogata.
–¡Está bien! –exclamaron, y abrieron las puertas de la ciudad para que salieran dos carruajes tirados por bueyes cargados con ocho sacos de oro cada uno–. ¡Será mejor que sea bueno! –exclamaron.
–Gracias –dijo la anciana–, lo es. Y deberían haber visto el resto.
Encaminó los dos carruajes alejándose por la planicie y dejando que la gente se defendiera como mejor pudiera con tan sólo la doceava parte de todo el conocimiento y toda la sabiduría del mundo.

Pasaje del Libro de las Sibilas
Extraído del libro Hijos de las Estrellas de Daniel Roberto Altschuler (2001)

Declaración de Guerra

lunes, 17 de septiembre de 2007

Me llamo Pedro Andrés Estudillo Butrón, soy ciudadano del mundo, hijo de Adán y de Eva, y declaro la guerra abiertamente a todas las multinacionales del mundo.
Al igual que en otros tiempos sembraron el terror por el mundo ambiciosos emperadores, dictadores totalitarios, fanatismos religiosos con su Santa Inquisición al frente (no sé por qué lo de “Santa”) o ejércitos de bárbaros descontrolados, por mencionar algunos, en la época en la que nos ha tocado vivir, son las multinacionales las que constituyen la reencarnación del mismísimo Satanás.
Pero todos los anteriormente mencionados juntos no tendrían nada que hacer con el mortífero monstruo que se cierne sobre nuestras cabezas en estos días, ya que, el alcance de esta máquina infernal es a nivel mundial, a diferencia de los aparecidos en otras edades, los cuales sólo podían atacar a unos cuantos desgraciados esparcidos por algún rincón concreto del planeta. En nuestros días, gracias a (o por culpa de) los fabulosos avances en las telecomunicaciones y la tecnología, los poderosos y maléficos tentáculos de las multinacionales llegan hasta los más recónditos lugares de este precioso mundo que habitamos. No hay escapatoria, no tenemos a dónde huir; ¿o sí?
Si no podemos salir del planeta para escapar de tan terrible amenaza, tan sólo nos queda una opción: luchar. David derrotó al gigante Goliat, los griegos vencieron al poderoso ejército persa en la batalla de Salamina, los Hunos de Atila pusieron en jaque al todopoderoso imperio romano, al igual que el cartaginés Aníbal, después de realizar la hazaña de cruzar toda la península ibérica, los Pirineos y los Alpes con todo su ejército. Ahora ha llegado nuestro momento. Debemos plantarle cara al enemigo si no queremos que el mal se extienda irremediablemente por todo el planeta. Si nos rendimos ahora, acabaremos como tantos otros ya lo han hecho, muertos en vida, vagando como zombis invisibles en oscuras y monótonas existencias, sin presente ni futuro que merezca la pena, sin posibilidad de escape, esclavos de la peor de las miserias en las que se puede caer: la del aburrimiento y la esclavitud consentida. Inmersos en un insulso mundo de hipotecas, préstamos a bajo interés, móviles de última generación, grandes automóviles todoterrenos, televisores de pantalla plana, últimas rebajas, moda a precio de saldo, líneas ADSL´s, obligatorias fiestas de cumpleaños, de despedidas de solteros, de bautizos, de Navidad..., preasignados días de los enamorados, de las madres, de los padres, del tío abuelo..., paseos al centro comercial más próximo (o más lejano), minivacaciones en la atestada playa, colección de películas y CD´s piratas que nunca utilizaremos, falsas reuniones familiares donde debemos aparentar la más absoluta felicidad, formidables planes de pensiones, superseguros fondos bancarios de renta libre... Y vuelta a empezar de nuevo. ¡Manipulación, manipulación y más manipulación!
Quince de mis más vitales años he ofrecido a uno de estos pérfidos monstruos surgidos del profundo abismo de la globalización, por eso los conozco bien, sé cómo piensan, cómo actúan, de qué se alimentan. No tienen compasión, actúan impunemente, protegidos y amparados por el vil sistema que ellos mismos han creado y que mantienen a costa del pobre ciudadano. Cuando te atrapan es difícil escapar, te devoran poco a poco, acaban con tu vida, con la de tus hijos, tus seres queridos, lo destruyen todo a su paso; si caes en sus miserables garras, no tienes salvación.
Desde mi trinchera oculta entre la maraña de la red cibernética, grito ¡SOCORRO!, solicito tu ayuda, tu compromiso para con la causa. Podremos ser pocos, pero nuestra voluntad es fuerte y nuestra motivación surge de la razón; además, el enemigo es ingenuo, está distraído y es cobarde. Si el hombre es un lobo para el hombre, seamos nosotros zorros, astutos y vigilantes.
La mayor y más importante arma utilizada por nuestro común enemigo es la manipulación; si queremos vencerle, tenemos que intentar por todos los medios posibles anularla. Estas son nuestras armas, tómalas y lucha conmigo:
  1. Acude para tu consumo diario a los pequeños comerciantes de tu pueblo o ciudad. Cada vez son menos, por desgracia, pero los pocos que hay te recibirán con los brazos abiertos, te ofrecerán el mejor trato, te darán calidad y total confianza.
  2. Huye de las masas enfervorecidas; éstas son el principal alimento de nuestro insaciable enemigo.
  3. Arroja inmediatamente en la bolsa de reciclar el papel toda la propaganda que te dejen en tu buzón sin tu permiso; no caigas en la tentación de leerlas.
  4. No escuches ni uno solo de los anuncios televisivos; representan una de sus principales armas contra el desprotegido ciudadano.
  5. Olvídate de la política y de los políticos; sólo son herramientas utilizadas por el adversario para despojarnos un poco más de nuestra libertad. Haz como el sabio Diógenes; cuando el poderoso emperador Alejandro Magno le preguntó de qué modo podía servirle, éste le respondió: “Puedes apartarte para no quitarme la luz del sol”. La voz que habla a través de ellos es siempre la del enemigo.
  6. Antes de comprar algo, plantéate en serio si de verdad lo necesitas. No olvides la máxima “No es más rico quien más tiene sino el que menos necesita”; practica el saludable arte del desapego material: serás más feliz (por experiencia). Otro de mis preceptos favoritos es que todos los inventos del hombre, absolutamente todos, son prescindibles. No lo olvides.
  7. No te fíes de las ofertas ni de las gangas; suelen ser otro timo más. La máxima: “Nadie regala nada”, suele ser verdad.
  8. No engroses la deprimente lista de los que acostumbran a sustituir sus bienes a las primeras de cambio (móviles, automóviles, viviendas, ordenadores, etc.). Recapacita bien sobre la auténtica utilidad que le das a tus artilugios. El enemigo es un experto en crearnos necesidades absurdas.
  9. No contrates nada por teléfono; es más, ni siquiera pierdas tu tiempo escuchando a un desconocido que te llama sin tu consentimiento para ofrecerte algo que no has pedido.
  10. Utiliza todos los servicios públicos que estén a tu alcance; son tuyos (como ejemplo, este blog lo publico desde la biblioteca municipal de mi localidad).
  11. No consumas alimentos precocinados, sólo conseguirás envenenarte poco a poco. Intenta alimentarte con productos naturales y del tiempo, aunque requiera más esfuerzo; quién algo quiere, algo le cuesta.
  12. Organiza tu tiempo de manera que cada cosa que hagas en cada momento, tenga una utilidad concreta, y procura no salirte de ahí. El tiempo es lo único que no se puede recuperar jamás, una vez que se pierde; no se lo entregues tontamente al adversario. Recuerda que actividades como el descanso, la relajación, la reflexión o la meditación, no son ninguna pérdida de tiempo.
  13. Olvídate de las modas; hay un refrán que las define estupendamente: “Cuando un tonto coge un carril, o se acaba el carril o se llena el carril de tontos”. No seas uno de esos tontos, y de paso le darás una buena estocada al adversario, que se lucra con ellos.
  14. No te inscribas en ninguna asociación, sindicato, club, organización, etc. Los carnés sólo sirven para esclavizarte un poco más (si estás pensando en las ONG´s, tampoco es necesario un carné en el bolsillo para hacer el bien).
  15. No te “enganches” a programas o series de televisión (mi consejo es evitar empezar a verlos desde el principio), ni te conviertas en un forofo del deporte de moda; es otra de las estratagemas usadas por el enemigo para anular nuestra voluntad, y con ella, nuestra libertad. Nuestra principal arma es una mente lúcida y libre; que nadie ni nada te la arrebate.
  16. No seas prosélito ni acólito de nada ni de nadie (mucho menos de mí). Que sea tu sentido común el que gobierne tu vida. La capacidad de razonar es lo que nos diferencia de los animales, si no la utilizas serás más parecido a un cordero que a una persona.
  17. Aprende a disfrutar de las cosas sencillas y cotidianas. Hay muchas actividades interesantes que se pueden realizar sin necesidad de estar ganando o gastando dinero.
  18. Las leyes se pueden infringir, pero nunca las normas de la buena conducta; no confundas a tu prójimo con el sistema que lo envuelve. Recuerda que somos guerreros, no soldados ni bárbaros.

    Admito propuestas y consejos. Me considero uno de los escasos y privilegiados seres humanos del mundo que son capaces de aprender por cabeza ajena. No pretendo convertirme en ningún líder ni cabeza visible de nada; nuestro ejército no necesita jefes, nosotros somos inteligentes.
    BUEN COMBATE, AMIGO.

El Lenguaje del Mundo

“El lenguaje del mundo” es un término que me he permitido tomar prestado del escritor brasileño Paulo Coelho, utilizado en su libro El Alquimista. Con él, lo que pretende es definir a un supuesto lenguaje simbólico que puede ser entendido en cualquier parte del mundo, por cualquier persona.
Yo me voy a tomar la libertad de precisar en esta página, a modo de guía, aquellos puntos que considero esenciales para poder comunicarse con este poderoso lenguaje por todo lo largo y ancho de nuestro basto planeta. Podría llamársele también “Guía del viajero”, pero, qué quieren que les diga, “El lenguaje del mundo” suena mucho más bello y poético. Espero que pueda serle de alguna utilidad a algún intrépido viajero. Ni que decir tiene que agradeceré toda la ayuda que me ofrezcan para completar lo mejor posible la guía que a continuación comienzo:

  1. Una sonrisa es la mejor carta de presentación. Nada que comentar.
  2. Dirígete siempre con amabilidad. Aunque no se entiendan las palabras, hay que procurar que el anfitrión empatice con nosotros, y para ello no hay nada como la cordialidad y el buen ánimo en el trato.
  3. Sé humilde. Deja el orgullo en casa; no puedes presentarte en un lugar que te es ajeno mostrando prepotencia y arrogancia, te rechazarían sin contemplaciones. La gente suele mostrar más simpatía a las personas sencillas.
  4. Procura tener siempre algo que ofrecer. Es decir, sé generoso; las personas solemos, por naturaleza, desconfiar del extraño; si quieres recibir lo mejor de tus interlocutores, deberás antes mostrar tu buena voluntad.
  5. No olvides el refrán: “Donde fueres, haz lo que vieres”. Es siempre el extranjero el que debe adaptarse al nuevo lugar; no esperes nunca lo contrario.
  6. Antes de hablar, escucha y observa. Aprende los usos y costumbres de tus anfitriones y empatiza con ellos antes de pretender pronunciarte sobre cualquier asunto.
  7. No comiences llevándole la contraria a tu anfitrión. Aunque no tenga la razón, lo más importante en un primer momento es la confraternización; ya habrá tiempo para discusiones. No olvides que el que juega en casa siempre juega con ventaja.
  8. Recuerda la importancia de la primera impresión. Un mal comienzo podría suponer la diferencia entre una estancia feliz y placentera o un infierno de viaje.
  9. Muéstrate abierto y receptivo. La gente no se fía nunca de las personas abstraídas y oscuras; dan la impresión de que ocultan algo.
  10. Compórtate siempre con alegría y algo de ingenuidad. Los extraños suelen mostrarse más comunicativos y generosos con personas de este tipo.
  11. Sorpréndete por cada cosa nueva que te enseñen. A las personas suele complacernos mucho el poder sorprender al visitante; no prives de esa ilusión a tu anfitrión.
  12. Al mismo tiempo, sé respetuoso con todo lo que te sea extraño. Nunca te burles de las costumbres y rituales que sigan en el lugar donde te encuentres, ni de nada que tenga que ver con su cultura o religión. No olvides que lo nuevo y extraño no tiene por qué ser peor, tan sólo es diferente.
  13. Acepta de buen grado lo que se te ofrece, y agradécelo. No le usurpes nunca a nadie el placer de dar, y no olvides tampoco el refrán “es de bien nacidos ser agradecidos”.
  14. Y por último, cuando te toque ser anfitrión, trata al visitante como te gustaría que te tratasen a ti en su lugar.

Las personas que aprenden a hablar correctamente el lenguaje del mundo, tienen aseguradas todas las puertas abiertas allá donde vayan.

Permítanme un poco de autopromoción

martes, 11 de septiembre de 2007

Como les decía, lo más maravilloso que le puede pasar a una persona, es seguir siendo la misma después de haber pasado por todo lo que les acabo de relatar. Recuérdelo, si cuando esté leyendo esto en la tranquilidad de su hogar, nota que en el exterior las cosas ya no funcionan como a usted le gustaría, que por la ventana entreabierta se cuela un ruido más molesto del habitual o que el agradable perfume de su hogar se va transformando en un nauseabundo olor a podredumbre, entonces es que ha llegado el momento, aléjese de las multitudes, refúgiese en su casa si es necesario, no siga la corriente, no tema porque le llamen «bicho raro», busque la compañía de los que son como usted y, si no los encuentra, recuerde que más vale sólo que mal acompañado. Si termina acabando en el lado podrido de la manzana, dejará de tener voluntad propia, dejará de ser usted para convertirse en un engranaje más de una gran maquinaria que arrasa con todo a su paso y a la que nadie controla. Sólo existe una forma de parar a esa máquina: destruyéndola, y con ella, a todo el que forme parte de la misma. Cuando llegue ese momento (que llegará), procure estar fuera.

Por cierto, seguro que a estas alturas, muchos de ustedes se estarán preguntando qué fue de Irene. Sé que no les incumbe, y que nada tiene que ver con nuestra historia, pero también soy consciente de que eso es lo único que les interesa a muchos, así que seré bueno y les diré lo que pasó.
Tuvimos una bonita relación durante unos años, de esas de las que a mí me gustan; es decir «te quiero mucho, te amaré toda la vida, ha sido maravilloso cariño, pero ahora vete y déjame escribir». Como comprenderán, con semejante filosofía no hay mujer que me aguante durante mucho tiempo, y, como decía Santiago, nada es eterno. Pero no crean que sigo así; con el paso de los años he madurado y he aprendido a ser más dichoso; tengo muy presentes las palabras del escocés Thomas Chalmers: “La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar”.
Extracto de mi libro El Mesias.

¡Qué mala leche!

Aquí va otra prueba más de la incesante y maléfica manipulación a la que nos tienen sometidos las multinacionales; suma y sigue. Puede creer o no creer, actuar en consecuencia o no hacer nada, pero luego no diga que nadie le advirtió. Ante la duda, haga lo que yo: ríndase frente a la infinita sabiduría de la Naturaleza; recuerde, Ella nunca se equivoca.
Juzgue usted mismo:

Texto extraído del libro El Tao de la Salud, el Sexo y la Larga Vida, de Daniel Reid, publicado en 1989.

“Llegamos ahora a una de las cuestiones más polémicas y peor comprendidas de toda la dieta occidental. Los orientales y los africanos evitan tradicionalmente el consumo de leche, excepto como purgante. Pero en el mundo occidental, la gente se acostumbra a tomar leche a diario durante toda su vida.
Si observamos la naturaleza, veremos que los animales se alimentan exclusivamente de leche hasta ser destetados con otros alimentos. La desaparición natural de la lactasa (la enzima que permite digerir la leche) del organismo humano a la llegada de la madurez demuestra claramente que los humanos adultos no tienen más necesidad de leche que los tigres o los chimpancés adultos. Aunque la leche es un alimento proteínico completo cuando se consume al natural, también contiene grasa, lo cual quiere decir que combina mal con cualquier otro alimento salvo ella misma. Sin embargo, muchos adultos tienen la costumbre de acompañar sus comidas con leche fría. La leche se cuaja nada más llegar al estómago, de modo que, si hay otro alimento presente, los grumos se coagulan en torno a las partículas de comida y las aíslan de la acción de los jugos gástricos, retrasando su digestión el tiempo suficiente para que comience la putrefacción. Por consiguiente, la primera y más importante norma a tener en cuenta sobre el consumo de leche es: «Bébala sola o no la beba».
Hoy en día, la leche se vuelve todavía más indigerible a causa de la práctica generalizada de la pasteurización, que destruye todas las enzimas naturales y altera sus delicadas proteínas. La leche al natural contiene las enzimas activas lactasa y lipasa, que hacen posible que se digiera por sí misma. La leche pasteurizada, desprovista de lactasa y demás enzimas activas, no puede ser correctamente digerida por los estómagos adultos, e incluso resulta difícil para los niños, como lo demuestran los cólicos, erupciones, problemas respiratorios, gases y demás afecciones tan frecuentes en los bebés alimentados con biberón. Además, la ausencia de enzimas y la alteración de las proteínas vitales hace que el calcio y los restantes minerales contenidos en la leche no sean bien asimilados.
Hacia 1930, el Dr. Francis M. Pottenger realizó un estudio de 10 años de duración sobre los efectos relativos de una dieta de leche pasteurizada y otra al natural en una población de 900 gatos. Uno de los grupos no recibía nada más que leche entera al natural, mientras que el otro era alimentado exclusivamente con leche entera pasteurizada de la misma procedencia. Los gatos alimentados con leche natural evolucionaron bien, manteniéndose sanos, activos y alerta durante toda su vida, pero los alimentados con leche pasteurizada pronto se volvieron inquietos, confusos y sumamente vulnerables a un gran número de enfermedades degenerativas crónicas que normalmente se relacionan con el ser humano: enfermedades cardíacas, afecciones renales y tiroideas, problemas respiratorios, pérdida de dientes, fragilidad ósea, inflamación hepática, etc. Pero lo que más llamó la atención al Dr. Pottenger fue lo que les sucedía a la segunda y tercera generaciones. Los primeros descendientes del grupo de la leche pasteurizada nacieron todos con mala dentadura y huesos pequeños y débiles, síntomas evidentes de una deficiencia de calcio que indicaban a su vez una mala absorción del calcio de la leche pasteurizada. Los descendientes del grupo de la leche al natural nacieron tan sanos como sus progenitores. Muchos de los gatitos de la tercera generación del grupo pasteurizado nacieron muertos, y los que sobrevivieron eran todos estériles e incapaces de reproducirse. El experimento debió terminar ahí porque no hubo una cuarta generación de gatos alimentados con leche pasteurizada, aunque el grupo de la leche al natural siguió reproduciéndose y criando indefinidamente. Si esto no le parece prueba suficiente de los efectos nocivos de la leche pasteurizada, tenga en cuenta que incluso los terneros recién nacidos que son alimentados con leche pasteurizada obtenida de sus propias madres suelen morir antes de seis meses, un hecho comprobado que la industria lechera comercial se resiste a reconocer.
A pesar de todas estas pruebas científicas a favor de la leche al natural y contra la leche pasteurizada, y a pesar del hecho de que hasta comienzos del siglo XX la especie humana medró con la leche al natural, en la actualidad está prohibida la venta de leche natural al consumidor en casi todos los estados norteamericanos. Para la industria lechera resulta mucho más rentable pasteurizar la leche a fin de alargar su tiempo de vida en el comercio, aunque esta leche desnaturalizada no haga ningún bien en absoluto a la salud humana. Además, la pasteurización hace que la leche de las vacas enfermas en vaquerías poco sanitarias resulte relativamente «inofensiva» para el hombre, ya que mata algunos de los gérmenes peligrosos –aunque no todos–, y esto también contribuye a abaratar los costes de producción de la industria.
Sólo hicieron falta tres generaciones para que los gatos del Dr. Pottenger alimentados con leche pasteurizada se volvieran estériles y debilitados. Y este es el número aproximado de generaciones que europeos y norteamericanos llevan alimentándose con leche pasteurizada. Hoy en día, la esterilidad se ha convertido en un problema de importancia entre las jóvenes parejas norteamericanas, mientras que la deficiencia de calcio se ha extendido tanto que más del 90 por ciento de los niños norteamericanos padecen de afecciones dentales crónicas. Para empeorar aún más la situación, actualmente se ha impuesto la costumbre de «homogeneizar» la leche con el fin de evitar que se separe la nata. La homogeneización consiste en fragmentar y pulverizar las moléculas grasas hasta el punto de que no puedan separarse del resto de la leche. Pero los minúsculos fragmentos de grasa así obtenidos se filtran con facilidad a través de las paredes del intestino delgado y aumentan considerablemente la cantidad de colesterol y grasas desnaturalizadas absorbidas por el cuerpo. En realidad, se absorbe más grasa láctea bebiendo leche homogeneizada que consumiendo nata pura.
Las mujeres preocupadas por la osteoporosis deberían tomar buena nota de todos estos datos sobre los productos lácteos pasteurizados: esta leche desnaturalizada no aporta el calcio suficiente para combatir la citada enfermedad, como queda plenamente demostrado por el hecho de que las mujeres norteamericanas, que consumen grandes cantidades de diversos productos lácteos pasteurizados, presentan una mayor incidencia de osteoporosis que las de cualquier otro país del mundo. La col cruda, por ejemplo, proporciona muchísimo más calcio asimilable que cualquier cantidad de leche pasteurizada o sus derivados, como yogures, quesos y todos los demás productos lácteos desnaturalizados.
Reciente estudios realizados en el Centro de Investigación Humanas de Grand Forks, en Dakota del Norte (EE.UU.), indican que el elemento boro es también un factor esencial para la absorción del calcio de los huesos. Aún más digno de mención, el nivel de estrógenos en la sangre de mujeres que recibían cantidades adecuadas de boro ascendió a más del doble, eliminando la necesidad de una terapia de administración de estrógenos, que es un «parche» habitual contra la osteoporosis en los países de Occidente. ¿Y dónde se encuentra el boro? En las frutas y verduras frescas, sobre todo en manzanas, peras, uvas, nueces, col y otras verduras de hoja, donde también encontramos calcio. La naturaleza nos proporciona abundantes fuentes de todas las sustancias nutrientes que necesitamos, pero el ser humano insiste en cocerlas y elaborarlas hasta eliminarlas todas, y luego se pregunta por qué no da resultado su dieta.
Todos los adultos deberían reflexionar seriamente sobre la conveniencia de la leche como parte integrante de su dieta cotidiana, salvo en el caso de que puedan obtener leche al natural certificada, que constituye un excelente alimento. Atiborrar a los niños con leche pasteurizada para que crezcan «fuertes y sanos» es pura aberración, porque les resulta imposible asimilar los nutrientes. De hecho, hombres, mujeres y niños por igual deberían eliminar de su dieta todos los productos lácteos pasteurizados, pues únicamente sirven para atascar sus intestinos con capas y más capas de un fango limoso que impide la absorción de los nutrientes orgánicos.”

Diferencias entre un profesor y un maestro

miércoles, 5 de septiembre de 2007

  1. Un profesor sustenta su saber sobre un título académico; un maestro lo hace sobre toda una vida de experiencias y aprendizaje.
  2. Un profesor enseña el contenido de una materia; un maestro enseña todo lo que sabe.
  3. Un profesor fue antes un alumno; un maestro fue un discípulo.
  4. Un profesor enseña conocimientos, necesarios o no, para vivir; un maestro enseña a vivir.
  5. A un profesor nadie le discute sus afirmaciones; un maestro está siempre abierto a la sana discusión.
  6. Un profesor no suele conocer a sus alumnos; un maestro no admite a un discípulo sin antes conocerlo.
  7. A un profesor le imponen la materia a enseñar; un maestro sólo enseña su saber.
  8. Un profesor evalúa a sus alumnos por escrito; un maestro lo hace con la mirada.
  9. Un profesor muestra unos conocimientos generales; un maestro abre todo un camino a sus discípulos.
  10. Un profesor necesita encontrar un colegio donde impartir sus clases; un maestro es buscado por sus discípulos.
  11. Un profesor cambia de materia según la legislación vigente; un maestro cambia según su experiencia vital.
  12. Un profesor puede ser joven; un maestro, nunca (sería una contradicción).
  13. Un profesor nunca se equivoca: si está escrito en el libro es que es así; un maestro basa su sabiduría en los errores cometidos en el pasado y en los que aún están por cometer.
  14. Un profesor sólo será respetado si la ley de turno lo permite; un maestro infunde respeto en todo momento, incluso a los que no le conocen.
  15. A un profesor también le imponen los alumnos; un maestro tiene el privilegio de seleccionar él a sus discípulos.
  16. Un profesor abandona a sus alumnos cuando la ley de turno se lo exige; un maestro sólo los deja cuando él cree que ya no es necesaria su presencia.
  17. A un profesor le estipulan el tiempo que debe pasar con sus alumnos cada jornada; un maestro vive para sus discípulos, y éstos para él, las veinticuatro horas del día.
  18. El profesor enseña, los padres educan, el gobierno propugna las leyes; el maestro lo es todo para el discípulo, está por encima de todos.
  19. El profesor castiga al desobediente; el maestro aprovecha el error del discípulo para darle una lección.
  20. El profesor enseña con el libro por delante; el maestro lo hace con el ejemplo.
  21. Un profesor impone conocimientos; un maestro, los propone.
  22. Un profesor adoctrina a sus alumnos en la corriente actual; un maestro enseña a sus discípulos a pensar y, por tanto, a crear su propia corriente.
  23. En definitiva, un maestro es siempre un pozo de sabiduría, mientras que un profesor puede ser un completo idiota.

    Posdata: Cualquier profesor puede convertirse en maestro si él (o ella) lo desea y tiene actitudes, de hecho, algunos lo son (aunque, por desgracia, muy pocos).

Diferencias entre un soldado y un guerrero

  1. Un soldado es un mercenario, vive por y para la guerra, ésta es su único sustento y, a menudo, no sabe ni por qué lucha; un guerrero sólo combate por una causa (justa para él), y nunca cobra por ello.
  2. Un soldado dispara contra quien le ordenen, sin cuestionarse nada; un guerrero sólo lucha contra el auténtico enemigo.
  3. Un soldado va a la guerra a trabajar; un guerrero acude al combate a sobrevivir.
  4. Un soldado teme a la muerte, por eso es imprudente; un guerrero sólo teme al miedo, por ello es sabio.
  5. Un soldado desconoce al enemigo, de ahí su indiferencia y crueldad; un guerrero sabe siempre a quien tiene enfrente, por eso lo respeta.
  6. Un soldado actúa bajo órdenes de personas que ni tan siquiera conoce; un guerrero sólo obedece a su corazón.
  7. Los soldados son los que comienzan las guerras; los guerreros las acaban.
  8. La vida de un soldado no tiene fundamento sin una guerra; el guerrero vive para la paz.
  9. Un soldado tiene compañeros; un guerrero, amigos.
  10. Un soldado necesita un arsenal; un guerrero se basta con su instinto.
  11. Un soldado utiliza siempre el poder de sus armas contra el enemigo; un guerrero intenta primero vencer al adversario con el poder de la razón.
  12. Un soldado primero dispara y después pregunta; un guerrero nunca ataca primero.
  13. Un soldado no sabe vivir en paz; el guerrero odia la guerra.
  14. Un soldado invade; un guerrero lucha contra la invasión.
  15. Un soldado vive, e incluso duerme, con el arma en la mano, siempre dispuesta para disparar; un guerrero, antes de mostrar sus armas, escucha, mira, olfatea, piensa y, sólo en caso necesario, saca sus armas.
  16. Los mandos superiores de un ejército regular nunca combaten, ni le ven el rostro al enemigo, ni tan siquiera tienen por qué ser valientes ni inteligentes; un líder guerrero es el más sabio, fuerte y valeroso de todos los suyos y será siempre el primero en correr hacia su adversario.
  17. Los soldados emplean términos confusos como: “daño colateral”, “fuego cruzado”, “víctimas civiles”, “acción ofensiva”, etc. Un guerrero llama a cada cosa por su nombre; él sólo entiende de amigos y enemigos, víctimas y verdugos, muertos y vivos.
  18. Un soldado sólo busca la victoria en la batalla, a cualquier precio; un guerrero busca la paz, pero nunca perderá por ella ni su dignidad ni su libertad.
  19. Un soldado no tiene por qué respetar a su superior, sólo obedecerlo; para un guerrero, su líder es como un dios, y lo seguiría hasta el infierno.
  20. La virtud más preciada en un soldado es la sumisión; un guerrero dejaría de serlo en el mismo instante que se mostrase sumiso.
  21. A un soldado le infunden todo el odio posible hacia el enemigo, creyendo que así será más eficiente; un guerrero es consciente de que no se puede entablar un combate con el espíritu impregnado de ira.
  22. Un soldado ejercita sus músculos antes de la batalla, y memoriza la estrategia a seguir que le han enseñado; un guerrero, por el contrario, se relaja, reflexiona, medita y charla con sus amigos.
  23. Para un soldado, una derrota es un fracaso; para un guerrero, una nueva oportunidad.
  24. Al soldado, lo único que le importa del enemigo, es su posición y su potencia militar; al guerrero, sólo le interesan sus motivaciones y su lealtad a la causa.
  25. A un soldado, lo que más le preocupa de la lucha es que lo maten; un guerrero empieza un combate dándose por muerto, por ello, no le preocupa lo más mínimo este trance de su existencia, y lucha con la mente en calma.
  26. Un soldado tuvo una vez uno o varios instructores, que le adiestraron en el uso de las armas, a refugiarse en caso de ataque, a utilizar la radio y el resto del equipo, a lanzarse en paracaídas, etc.; un guerrero tuvo uno o varios maestros que le enseñaron el arte de la guerra y del buen combate.
  27. En definitiva, un guerrero tiene siempre presente las cuatro virtudes sagradas: la justicia, la prudencia, la fortaleza y la templanza. A un soldado nadie se las ha enseñado, ya que éstas van en contra de su cometido.

Posdata: Para todo aquel soldado que aún no se haya enterado, con la palabra “soldado” quiero definir a aquellas personas que pertenecen al numeroso grupo del hombre-masa de Ortega y Gasset, mientras que el guerrero representa al escaso hombre superior nietzscheano. Por todo ello, no seas soldado, aprende como sea a ser un guerrero.


El camino del guerrero (por un samurai anónimo). Extraído del libro El sendero de la mano izauierda por Fernando Sánchez Dragó:

  1. Carezco de padres: la tierra y el cielo serán mis padres.
  2. Carezco de hogar: la conciencia será mi hogar.
  3. Carezco de vida y de muerte: el ritmo de la respiración será mi vida y mi muerte.
  4. Carezco de fuerza divina: la honradez será mi fuerza divina.
  5. Carezco de riqueza: la comprensión será mi riqueza.
  6. Carezco de secretos mágicos: el carácter será mi secreto mágico.
  7. Carezco de cuerpo: la resistencia será mi cuerpo.
  8. Carezco de ojos: el destello del rayo será mi ojo.
  9. Carezco de oídos: la sensibilidad será mi oído.
  10. Carezco de miembros: la presteza será mi miembro.
  11. Carezco de estrategia: la lucidez –lo no oscurecido por el pensamiento– será mi estrategia.
  12. Carezco de proyectos: coger la ocasión al vuelo será mi proyecto.
  13. Carezco de milagros: la acción correcta será mi milagro.
  14. Carezco de principios: la capacidad de adaptación a cualquier circunstancia será mi principio.
  15. Carezco de táctica: la vacuidad y la plenitud serán mi táctica.
  16. Carezco de talento: la agudeza será mi talento.
  17. Carezco de amigos: mi espíritu será mi amigo.
  18. Carezco de enemigos: el descuido será mi enemigo.
  19. Carezco de armadura: la benevolencia y la virtud serán mi armadura.
  20. Carezco de castillo: el espíritu inmutable será mi castillo.
  21. Carezco de espada: la ausencia de interés propio será mi espada.

Se acordaron de mí: