Mamá, ¿por qué...?

miércoles, 28 de mayo de 2008

–Mamá, ¿dónde van las estrellas cuando amanece? Y la luna, ¿dónde se esconde?
–Se ocultan tras la cortina de luz que extiende el sol.
–¿Por qué?
–Porque no buscan competir con la belleza del sol. Se conforman con el tiempo que les ha sido concedido.
–Y ¿dónde se va el sol cuando anochece?
–Va a dar luz y calor a otros que también lo necesitan.
–Mamá, ¿por qué no se caen las nubes?
–Porque las sujeta la mano de Dios.
–Mamá, ¿por qué el cielo es azul durante el día?
–Para que siempre sea agradable mirarlo.
–Y de noche, ¿por qué es negro?
–Porque así también podremos ver las estrellas con los ojos cerrados.
–Mamá, ¿es verdad que cuando sea mayor lo entenderé todo?
–No hijo, eso no es verdad.
–Entonces, ¿por qué me dicen los adultos tantas veces que cuando crezca lo entenderé?
–Porque ellos han crecido demasiado deprisa como para recordar aquello que no entendían cuando eran niños.
–¿Y cómo sabré que ya he crecido?
–Cuando empiece a preocuparte la vejez.
–¿A ti te preocupa ya?
–Gracias a ti, sólo a veces.
–Mamá, ¿por qué los abuelos están siempre tan cansados?
–Porque llevan toda su vida trabajando para que tú y yo seamos felices.
–¿Y cómo sabes que somos felices?
–Porque cuando nos miramos, sonreímos.
–Mamá, ¿por qué los vecinos siempre están discutiendo?
–Porque están demasiado ocupados como para escucharse.
–Mamá, ¿por qué los papás de Nicolai tuvieron que ir a buscarlo a otro país?
–Porque los niños no siempre nacéis donde debéis.
–¿Yo nací donde debí?
–Claro que sí.
–¿Y cómo lo sabes?
–Porque aquí hay gente que te quiere.
–Mamá, ¿qué seré cuando sea mayor?
–Espero que lo mismo que ahora, una persona curiosa.
–Mamá, ¿de verdad existe Dios?
–No lo sé, hijo, pero me gusta pensar que sí.
–Pero sólo porque lo pienses no va a existir...
–¿De veras? A veces las cosas sólo existen cuando las pensamos y desaparecen cuando dejamos de pensar en ellas.
–Mamá, ¿tú y yo siempre estaremos juntos?
–Si piensas en mí, sí.
–¿Por qué la gente se muere, mamá?
–Porque es necesario.
–Pero yo no me quiero morir y tampoco quiero que tú te mueras.
–Recuerdo cuando estabas en mi interior que tampoco querías salir, y lloraste mucho cuando los médicos te ayudaron a venir a este mundo. ¿A que ahora te alegras?
–Sí. Pero yo no me acuerdo de lo que quería cuando aún no había nacido.
–Pues lo mismo ocurrirá cuando te mueras.
–¿Entonces papá ya no se acuerda de nosotros?
–Depende; igual que tú me tenías a mí y a los médicos antes de nacer para ayudarte, también tu padre nos tiene a nosotros todavía aquí.
–Pero mamá, ¿a dónde se fue papá después del accidente?
–Ya te lo he dicho, a ninguna parte; él sigue aquí con nosotros.
–¿Y por qué no lo puedo ver?
–Duérmete y lo verás.

¿Cuántas veces las respuestas que se les da a los niños son las más sensatas?
¿Cuántas veces lo niños se cuestionan lo que los adultos no nos atrevemos?
¿Cuántas veces los niños deberían de seguir siendo siempre niños?
¿Cuántas veces los adultos deberían de dejar de ser adultos?

El hombre que perdió la sombra

jueves, 22 de mayo de 2008

Recuerdo con una claridad tenebrosa el día en que comenzó el ocaso de mi vida. ¿Cómo podía ser otra cosa, si tan parecido fue a anteriores pesadillas vividas?
En aquellos sueños de antes, salía a la calle y de inmediato me veía rodeado de miradas acuciantes. Unas divertidas, otras asombradas, las había disimuladas e incluso descaradas, pero todas penetrantes y acertadas, como saetas en sus dianas.
Claro que en ellos, el motivo solía ser bien diferente al de aquella vez: aparecía en mitad de la calle en ropa interior o en completa desnudez.
Algo tremendo... aunque pueril, ante aquella terrible realidad, que terminó transformando en anécdota infantil lo que antaño sería calamidad.
No necesité comprobar que llevaba la bragueta subida o los pantalones puestos, porque como digo, no fue exactamente esto, sino justo lo opuesto.
Aunque en principio me fue imposible identificar el motivo de aquella situación infernal, poco a poco pude adivinar que aquello no parecía real.
Era extraño, nadie llegaba a verme. Cada fulano con el que me cruzaba me obligaba a torcerme, de otro modo el trompazo sería seguro, creedme.
Los primeros que me obligaron a bajar la acera bruscamente, tan sólo me parecieron unos maleducados, como mucho algo dementes, o si acaso un poco despistados, pero nunca intransigentes.
Pero conforme la situación se repetía, mi preocupación aumentaba. Me tocaba la cara, sacudía el pelo, en su sitio todo aparecía, y yo más me perturbaba.
Sin embargo aquel drama no había hecho más que comenzar, hasta entonces sólo me incomodaba la fatalidad de tropezar, nada comparado con lo que aún estaba por llegar.
Lo peor vino a suceder cuando entré en la cafetería, en principio nada que temer, allí a todos conocía, porque yo a la hora de comer no me fío ni de mi tía, y aunque en ésta nunca llegué a desayunar bien, yo más terco bien que insistía.
Era como si fuese completamente invisible. No es que yo hubiese sido anteriormente un tipo irresistible, pero el saludo nunca me lo habían negado, y mi voz de barítono resultaba inconfundible, pidiendo la consabida tostada con el café cargado.
Pero aquel día era como si no existiese, nadie me hacía caso, ni tan siquiera el perro de la entrada ladró a mi paso. No es que me confundiesen, tanto el barman como los clientes me ignoraban, con decir que incluso añoré tiempos pasados, cuando en mi niñez todos me insultaban...
Mi desesperación me hizo olvidar mi habitual prudencia y languidez y empecé a gritarle a todo el mundo, buscando alguna respuesta a tanta estupidez. Todo fue inútil, cada intento iracundo por hallar lucidez, topó con un rostro inmundo que me miraba sin inmutar la tez.
Aquello fue ya el colmo; agotó mi paciencia. Abandoné el bar lleno de ira, y con la mayor violencia, me dispuse a hacer arder en la pira al primer peatón que me ignorase con impertinencia.
No fue necesario. Nada más poner un pie en el asfalto, agitado y sudoroso como me encontraba, con un sol que con un millar de agujas afiladas en la cara me golpeaban, traté de hallar antes refugio y hacia una salvadora sombra me dirigí... y fue entonces cuando en la cuenta caí: ¡Mi propia sombra ya no estaba, cómo es que antes no lo advertí!
Como una pesada losa de granito, la realidad cayó sobre mí. Miré hacia un lado, hacia otro... nada. No estaba allí.
Intuí que aquella anomalía podría ser un posible motivo por el que ser ignorado, pero esto pareció me que ya nunca hubiese importado.
Lo principal entonces consistía en averiguar qué había ocurrido con mi sombra, ¿dónde se metía? Siempre había estado conmigo, para mí era tan cercana..., fiel y perseverante como lo es el sol cada mañana.
Aquel misterio era como una montaña desconocida y lejana, es decir, de él yo nada entendía. Raudo y aterrado acudí a la clínica más cercana. Confiaba en que alguien me lo aclararía. Pero... el problema persistía; nadie se percataba de mi presencia, incluida la cirujana, ya que hembra era la que me daba asistencia.
Por más que yo insistía y la zarandeaba con brusquedad, todo parecía en vano, ella simplemente me apartaba con frialdad, como el que se espanta una mosca en el calor del verano.
Cuando me abandonó la paciencia, cansado y abrumado, decidí desahogar mi impotencia entrando en el excusado. Sin más compañía que la soledad que nunca perseguí, me enfrenté al espejo viejo y deteriorado y... entonces todo lo comprendí: no había perdido la sombra, era ella la que me había encontrado a mí.

¡DIOS NO EXISTE!, lo dice un creyente

miércoles, 14 de mayo de 2008

Hace algunos años llegó a mis manos un libro, para mí, bastante revelador; su título es: Mitos Sumerios y Acadios, de una edición preparada por Federico Lara Peinado. En él aparecen las traducciones de algunas de la miles de tablillas en escritura cuneiforme halladas a finales del siglo XVIII en el territorio que antiguamente se dio a conocer con el nombre de Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates del Medio Oriente. Corresponden a la civilización sumeria y acadia, que habitaron esta zona del planeta hasta hace unos tres o cuatro mil años aproximadamente. Estas tablillas se encuentran entre los escritos más antiguos conocidos, ya que los sumerios fueron los precursores de la escritura moderna y, por tanto, la primera civilización de la historia conocida o, por decirlo de otro modo, los inventores de la historia. Todo lo anterior a ellos, pertenece a la prehistoria. Ellos fueron los primeros en dejar por escrito documentos relacionados con su vida, sus leyes, política, costumbres y, como no, con sus creencias religiosas, que es de suponer fueron heredadas de sus antecesores desde tiempos inmemoriales.
En concreto, el libro nos muestra la traducción de algunas tablillas que nos hablan de las creencias religiosas de este pueblo, o sea, su mitología. Entre muchos otros, se nos muestran relatos sobre:
- La creación del cielo y la tierra y de todo lo que en ellos se contiene, incluido el hombre, a partir del barro y la mujer a partir de una costilla del hombre.
- La creación por parte del dios Enki de un lugar donde el hombre podía vivir sin miedo a los animales, un lugar sin terror. Pero Enki descubrió un comportamiento inadecuado en los humanos y los expulsó.
- Las luchas fraternales entre el pastor Dumuzi, dios del ganado, y el labrador Enkimdu, dios de la agricultura, los cuales se enfrentan por el amor de la diosa Inanna. O los dioses Emesh y Enten, que inicialmente fueron encargados por Enlil , uno de las cosechas y la agricultura y otro de los animales y el ganado, pero que tuvieron una gran disputa. Un problema parecido hubo entre Ashnan (diosa del grano) y Lahar (diosa del ganado); después de una borrachera se pelearon y Enlil y Enki tuvieron que mediar entre ambos.
- Ziusudra (Utnapishtim para babilonios o Atrahasis para acadios), que fue avisado por el dios Utu de un gran diluvio que los dioses mayores provocarían durante 7 días y 7 noches para acabar con el hombre, hartos como estaban del comportamiento ruidoso de éstos. Entonces, Ziusudra creó un gran barco donde guardó ejemplares de semillas y animales que volvió a liberar una vez hubieron bajado las aguas, no sin antes cerciorarse soltando primero una paloma y un cuervo (según versión acadia).

Para mí, el hallazgo de estos valiosísimos documentos suponen la prueba irrefutable de que la Biblia, y más concretamente los libros del Génesis, son pura mitología. Teniendo en cuenta que estos primeros libros de nuestras Sagradas Escrituras son el pilar fundamental sobre el que se sostienen las tres principales religiones monoteístas del planeta y la enorme influencia que éstas siguen teniendo en los devenires de la historia, me parece de crucial importancia que este antiguo descubrimiento sea más divulgado públicamente de lo que ha sido. De hecho, yo di con ellos por pura casualidad.
¿Por qué en los colegios y universidades nos enseñan con todo lujo de detalles toda la mitología grecorromana y no la sumeria o la semita anterior a la Biblia que es más antigua y, por tanto, debiera ser más interesante? Mi respuesta es por la relación tan directa que existe entre ellas y nuestras creencias religiosas, como demuestran los relatos anteriores, que, como digo, tan sólo son una muestra.
De hecho, según dice la Biblia, Abraham procede de la ciudad de Ur, una de las más importantes ciudades sumerias, con lo cual es de suponer que cuando huyó de ella a finales del II milenio a. C., llevase consigo todos estos conocimientos y creencias de su pueblo, que no serán más que una continuidad de la mitología perteneciente a las civilizaciones anteriores.
Y si continuamos en el tiempo hacia delante, podemos darnos cuenta como nuestras religiones siguen esa continuidad lógica. En el cristianismo, sobretodo, se dan muchas similitudes con aquellas otras politeístas de la antigüedad. También ellos tenían un dios y una diosa para cada ciudad, con sus templos y cultos específicos, igual que aquí, donde cada pueblo o ciudad posee su patrón y su patrona particular, con sus imágenes, iglesias, festejos, etc. propios de cada uno.
Me da por pensar que si, dentro de diez o quince mil años aún existen humanos conocedores de su historia, a nosotros nos relacionarán directamente con los sumerios de hace más de cinco mil años, al igual que nosotros relacionamos a éstos con los acadios o relacionamos a los griegos con los romanos de la era precristiana. Curioso, ¿verdad? Es para ponerse a pensar.
Por cierto, no es mi deseo quitar las ganas a nadie de leer la Biblia, yo lo hice y no me arrepiento, es más, se lo aconsejo a todo el mundo; es una lectura muy educativa y aleccionadora, sabiendo siempre a qué atenerse. Si leemos y nos gustan los clásicos griegos y latinos y aprendemos con sus mitos y leyendas, por qué no podríamos aprender también de nuestra mitología, que también es nuestra historia y raíces. Además, que el Génesis de la Biblia sea una farsa, no quiere decir que no pueda existir un Dios, o unos dioses, todopoderosos y creadores. Me temo que eso es algo que nunca podremos saber con certeza, lo que abre un amplio abanico de posibilidades. Algo muy interesante también.

Todos contra la Verdad

jueves, 8 de mayo de 2008

Firmó la carta recién escrita con un beso enjugado en lágrimas. Dobló la hoja pulcramente y la dejó sobre el escritorio como si se tratase de fina porcelana. Seguidamente, con parsimonia pero sin vacilación, se dirigió a la ventana que tenía más próxima; la abrió y saltó al vacío perdiéndose para siempre en el abismo de la oscuridad.

DIABLO: Estupendo, otra alma atormentada a la que torturar.
DIOS: ¿Estás loco? Ese es un alma pura, me pertenece.
DIABLO: Pero se ha suicidado, ¿no? Tú eres el que pones las reglas, atente a las consecuencias.
DIOS: Si yo pongo las reglas, también me las puedo saltar. Se ha quitado la vida, sí, pero ha sido por amor.
DIABLO: Ha sido por amor, ha sido por amor... ¡Idioteces! Un suicida es un suicida, así que me lo llevo.
DIOS: Por encima de mi cadáver lo hundirás en tus tinieblas. Un ser capaz de amar así merece una eternidad en paz y libre de cargas. No dejaré que lo sometas a las penalidades con las que tanto disfrutas.
DIABLO: ¿Por qué? Qué diferencia a éste del resto.
DIOS: Ya te lo he dicho, un amante así no puede ser responsable de sus actos. El Amor incontrolable lo ha impulsado a saltar.
EL AMOR: ¡Ya está bien! Estoy harto de que se me responsabilice de tanta locura. Yo sólo proveo al mundo de esperanza y de buenos deseos, ¿a qué viene culparme de tantas desgracias?
REALIDAD: ¿Buenos deseos? ¿Desde cuándo un deseo es bueno?
DIABLO: Cuidado con hablar mal de los deseos; ellos son mis herramientas, mi arma más poderosa. Gracias a los deseos mi reino crece cada anochecer como la mala hierba en primavera.
DIOS: No dices más que necedades, cornudo harapiento. El deseo también impulsa al mundo a hacer el bien y, entre ellos, el Amor es el más justo y honesto de todos, así que un respeto.
ODIO: ¡Ja! Justo y honesto... Todo el mundo sabe que entre mi hermano el Amor y yo hay un solo paso. Yo sacio mi irrefrenable apetito con toneladas de amor todos los días que me hacen crecer, hacerme fuerte y extenderme por cuanto ha sido creado por ti.
APARIENCIA: ¿Pero de qué estás hablando? No entiendo nada. ¿Cómo se puede hablar así de algo tan bello y noble como el Amor? El Amor es todo inocencia; por donde él pasa, florece la amistad, la sencillez,...
REALIDAD: Será mejor que te calles ya; no estás diciendo más que estupideces. ¿Cómo puedes saber tú lo que es el Amor si nunca has dormido en su regazo?
APARIENCIA: ¿Cómo te atreves? Yo soy toda amor. Amo el sol cuando aparece por el horizonte, a las flores que esparcen su fragancia al viento, amo al cielo que nos cobija y a la tierra que nos protege. Yo amo a la vida.
LA VIDA: ¡Eh, eh! Vale ya, ahí te has pasado. No te conozco de nada para que te tomes esas libertades, ¿vale?
LA MUERTE: Saltó la lista, la que se cree mejor que nadie. No deberías de hablarle así a alguien que te habla de amor. Tu belleza te ha nublado la razón impidiéndote distinguir la maldad de la bondad.
LA VIDA: Cuidado con lo que dices, bellaca. Nadie te ha dado vela en este entierro.
REALIDAD: En eso te equivocas. Si alguien debe de estar presente en un entierro, esa es la Muerte.
LA FE: Estoy de acuerdo con la Vida, estaría mejor callada. Ella es la maldad personificada, arrasa con todo a su paso, no nos tiene ningún respeto a los demás.
LA MUERTE: ¡Calla, necia! ¿Qué sabrás tú? Yo sólo llevo calma y serenidad allá donde reina el caos y la anarquía; soy el descanso del guerrero y el lecho del amante.
DIOS: Que se lo digan a ese pobre al que se lo has arrebatado todo.
LA MUERTE: Te equivocas. Él vino a mí, buscando la paz que no pudo encontrar en brazos de la Vida. Mi bondad me impide rechazar una llamada de socorro.
ESPERANZA: Hipócrita deslenguada. Tú pones fin a todo; incluso acabas conmigo, que soy la última en abandonar.
DIABLO: ¿El fin o el principio?. No deberías pronunciar palabras tan precipitadas con el escaso conocimiento que posees sobre las grandes verdades.
DIOS: ¡Calla, insensato! No te atrevas a revelar los arcanos ocultos que nos confieren el poder.
REALIDAD: ¡Ja! Me río yo de vuestro poder.
DIOS: ¿Acaso te atreves a negar la enorme influencia que tenemos en los devenires de la historia? ¿Quién hay en el universo que nos aventaje en poder?
REALIDAD: No fanfarronees; sabéis de sobra que vuestro poder se sustenta en una falacia. Tan sólo sois un concepto en la mente de millones de personas.
DIOS: ¿Y bien? ¿Acaso eso importa? Sólo cuenta la influencia y el poder, la presencia es lo de menos.
IGNORANCIA: Callaos ya todos, por favor. Me estáis dando dolor de cabeza. Sois todos unos ignorantes, no tenéis ni idea de cómo funcionan las cosas.
APARIENCIA: Y supongo que tú nos lo vas a decir, ¿me equivoco?
IGNORANCIA: Sería inútil; no comprenderíais nada. La verdad, sin ningún lugar a dudas, es que esa pobre criatura inocente ha saltado al vacío porque era un gilipollas, un completo imbécil. Y no hay más que hablar. Una persona inteligente no se quita la vida ni por Amor ni por Odio ni por nada. Nadie le ha empujado, ni Dios ni el Diablo, con todo su poder, y ni la Esperanza ni la Fe han podido salvarlo de su estupidez. Él solito, en su ignorancia, ha forjado su insulso destino vacío de significado.
ODIO: Te equivocas. Yo he sido el que le induje a hacerlo, porque sólo yo soy capaz de llevar al hombre a cometer semejantes locuras. Mi poder sí que es inconmensurable. Nada se salva por donde yo piso; todos deberíais rendiros ante mí.
LA MUERTE: Nunca había oído tantas tonterías juntas. ¿Acaso piensas, obtuso incompetente, que ese hombre viviría para siempre de no ser por tu torpe intervención? Yo represento el destino de toda vida, nada escapa a mi poder. Da igual que ame o que odie o que tenga fe o esperanza. Al final todos vendrán a mí de una forma u otra, y yo los acogeré gustosamente sean creyentes o ateos, lerdos o brillantes, realistas o idealistas. Yo soy la única verdad.
EL AMOR: Pero olvidas algo muy importante; yo soy capaz de trascender tu amarga frontera. Un amante siempre dejará durante su vida un reguero de recuerdos que lo mantendrán vivo durante toda la eternidad. El que ha amado de verdad vivirá para siempre en los corazones de sus congéneres. Ese es un poder al que tú nunca podrás vencer.
EL TIEMPO: Perdón por la intromisión, pero me parece que ahora eres tú la que te olvidas de algo crucial. Esa memoria de la que hablas tiene poco de eterna, ya que lo eterno es sólo una invención humana, una ilusión, no existe nada eterno. Tienes razón en que el recuerdo sobrepasa la barrera de la Muerte, pero nunca podrá saltar el yugo que yo les impongo. Tarde o temprano, mi poder caerá sobre toda memoria resucitada, ya sea la de un amante o la de un verdugo. Todos ceden ante mí, y este es un poder que nada ni nadie podrá nunca transgredir.
DIOS: ¿Nunca, dices? O sea que ya hay algo eterno, ¿no? Es normal, la prepotencia siempre conduce a la contradicción. Pero no te preocupes, soy un dios benévolo y no tendré en cuenta tu insolencia.
LA VIDA: ¡Vale ya! Estoy harta de que me ignoréis. Todos sabéis que sin mí nada de lo que estáis hablando tendría sentido. Yo lo soy todo; soy lo más grande, el bien más preciado, el mayor don que existe bajo las estrellas. Soy la que le da sentido a todo, sin mi existencia ninguno de vosotros tendríais presencia.
REALIDAD: Habla por ti, engreída petulante. Algunas ya existíamos antes de tu innecesaria aparición.
LA MUERTE: Déjala. Sólo es una presumida. Bien sabe que sin mí se convertiría en el peor de los males surgidos en este universo.
EL MIEDO: ¡Me niego a quedarme callado tras escuchar semejante falacia! Tú sí que eres la peste de este universo, ¿cómo te atreves a hablar así?
LA MUERTE: Sin duda que estabas mejor callado. Piénsalo bien, necio; ¿qué ocurre cuándo el inevitable arrabal de senectud torna en gravezas cada uno de los supuestos bienes que la Vida concede? Yo soy el único consuelo del que ve impotente ante sus ojos como le arrebatan todo lo que anteriormente se le ofrecía, supuestamente, sin pago alguno. Como ya he dicho anteriormente, ese pobre desgraciado está mejor ahora que cuando sufría en el desamparo de la Vida. Me eligió libremente.
REALIDAD: ¿Libremente? Ahora eres tú la que pronuncias palabras vacías. La libertad tan sólo está presente en las almas que conservan la razón pura y exenta de pensamientos tóxicos, como los que siembran el Amor, el Odio, los prejuicios, el Miedo, la Fe o la Esperanza.
EL MIEDO: ¡Cuidado con lo que dices, listilla! Gracias a mí la Vida se abre camino; yo soy el que la dota de sentido común y la conduce por caminos seguros y libres de peligros.
DIABLO: ¡Di que sí! Entre tú y yo podemos dominar el mundo, cuenta conmigo para lo que quieras.
ESPERANZA: Vuestra alianza es una maldición para la humanidad. ¿Es que no tienes nada que decir, Dios? Pensaba que serías más intolerante con semejantes insurrecciones.
DIOS: Déjales que hablen. Sólo son palabras. Ellos saben que no tienen nada que hacer contra nosotros dos.
LA FE: ¡Ejem, ejem! ¿No te olvidas de nadie? Acaso ya no recuerdas que todo tu poder se sustenta sobre mis hombros. Desagradecido.
DIOS: Te pido disculpas, tienes toda la razón, ya sabes que soy un poco despistado. Rectifico, contra nosotros tres, nada tienen que hacer el Diablo y el Miedo.
IGNORANCIA: Pues los tres os equivocáis, me temo. Dices que sólo son palabras, pero no tienes en cuenta que las palabras lo son todo, los humanos construyen su mundo con ellas. Para mí, por ejemplo, suponen la razón de ser.
REALIDAD: Pues vaya ejemplo.
APARIENCIA: La Ignorancia tiene razón. Las palabras son el único artificio por el que se guía la mayoría de los humanos. No se les puede quitar importancia.
EL TIEMPO: No deberíais preocuparos por ese pequeño contratiempo. Yo me encargo de poner siempre a cada cual en su sitio. Las palabras son solo eso, palabras, y nada pueden hacer contra el ciclón devastador al que yo represento.
EL AMOR: Pudiera ser que llevases razón, pero no es menos cierto que sueles llegar tarde en la mayoría de las ocasiones, es decir, cuando ya el mal está hecho.
EL TIEMPO: ¡Bobadas! Eso lo dices porque eres incapaz de ver más allá de tu propia nariz. Mi visión de las cosas es mucho más profunda y certera.
IGNORANCIA: ¡Bah! Eso no son más que tonterías. Lo que realmente cuenta es el aquí y el ahora, lo dicen todos los expertos...
REALIDAD: ¿Expertos en qué?
IGNORANCIA: ¡Calla, no me interrumpas! El pasado y el futuro no existen, todo el mundo lo sabe. Lo que está ocurriendo en este preciso instante es lo único importante.
REALIDAD: ¡Cuánta sabiduría!
EL TIEMPO: Algún día también acabaré contigo, Ignorancia, y entonces seré yo el que me ría.
DIOS: No seas tú tan listo. Ten cuidado con quien amenazas.
EL TIEMPO: Perdón; olvidaba que todos viajáis en el mismo barco.
ESPERANZA: No todos; ya sabes que yo estoy contigo.
REALIDAD: Vaya aliado. Estamos salvados.
LA VERDAD: Bien, creo que ya he escuchado suficiente. Esta discusión se está alargando demasiado y vais a acabar aburriendo a todos los lectores, así que me vais a permitir ponerle fin.
TODOS: ¡Buuuu, fuera, vete de aquí, nadie te quiere, no nos interesa nada de lo que digas,...!
LA VERDAD: ¡Basta ya! Me vais a oír aunque no os guste. Hacéis mal en discutir, ya que todos os complementáis y nada haríais los unos sin los otros. Dios y el Diablo, el Amor con el Odio, la Muerte y la Vida, la Apariencia, la Realidad y la Ignorancia,.... cada uno engendra al otro y viceversa. Fe, Esperanza y Tiempo no son más que tres nombres distintos para la misma ilusión. Y tú, Miedo, ¿qué decir de ti? Cuando dejaste de ser útil te convertiste en la peor de las pesadillas. Así que mejor haríais en callaros todos y dejar de confundir a la pobre gente.
REALIDAD: ¿Acaso tú podrías decirnos, ya que todo lo sabes, qué fue lo que impulsó a ese joven a saltar por la ventana? Y, en tal caso, ¿podrías haberlo evitado?
LA VERDAD: ¿Evitar qué? ¿De qué joven hablas? En ningún momento leí que se tratase de un joven. Todo esto no es más que una burda historia surgida de la incomprensible y temible imaginación del tipejo este tan raro que está escribiendo, así que basta ya de chorradas y dedíquense a cosas más importantes.

Decálogo para hacer de su hijo un delincuente

domingo, 4 de mayo de 2008

Publicado con el permiso de Josep Lluís, que ya lo hizo hace algunos días.

1. Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.

2. No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.

3. Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas.

4. No le regañe ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.

5. Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.

6. Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.

7. Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizá por su propia conducta, quede destrozada para siempre.

8. Dele todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.

9. Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.

10. Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarlo.

Extraído del libro Reflexiones de un juez de menores, de Emilio Calatayud.

Se acordaron de mí: