Obnubilación

martes, 26 de febrero de 2008

Ejercicio del taller de literatura: Escribir algo con la palabra "Obnubilación" presente.
Y esto es lo que ha salido:

Las enigmáticas palabras del maestro quedaron impresas en la mente del discípulo como los arcanos símbolos milenarios sobre la piedra caliza que recibía a los extranjeros a la entrada del templo, y se instalaron durante tiempo indefinido en ese oscuro e impenetrable hueco que la memoria tiene reservado sólo para las grandes verdades que merecen la pena ser recordadas hasta el fin de los días: “Se le llama invisible porque no se le puede ver; imperceptible porque no se le puede oír; impalpable porque no se le puede atrapar. Estos tres son ininvestigables, por eso se confunden en uno sólo. Quien le ha conocido se calla. Quien habla no le ha conocido.” Semejante galimatías se repetía una y otra vez de forma incansable cual tambores de guerra anunciando el inicio de lo inevitable, en el interior de la inexperta cabeza del discípulo mientras trataba de alcanzar, con las piernas cruzadas en la posición sagrada del loto, ese estado de total claridad contrario a aquel otro de obnubilación que en aquellos momentos dominaba su espíritu. De todos los koans propuestos por su maestro hasta el momento, aquel resultaba sin duda el más extraño y desafiante, y el discípulo intuía que su resolución le podría abrir caminos secretos que le conducirían a parajes inhóspitos e inimaginables para su ignorante mente de principiante.
Pero la paciencia y la tenacidad siempre tienen su recompensa, y en esta ocasión quiso el caprichoso destino que ésta no se alargase en el tiempo, como era su costumbre, premiando al obstinado discípulo con un pensamiento iluminador que como un rayo atravesó su córtex cerebral inundándolo todo, al igual que las aguas hacían con los arrozales en épocas de abundancia.
“Cualquiera podría reconocer el olor de la rosa florecida –pensó–, pero quién de entre todos sería capaz de describirlo con palabras. También la visión del vuelo del sereno gavilán sobre la bóveda celeste me transporta a un paraíso de paz y, sin embargo, me siento incapaz de explicarlo a mis semejantes en el lenguaje conocido. Lo mismo ocurre cuando la esfera lunar se sumerge en las remansadas aguas del lago durante las noches estivales, dejándonos el alma tan transparente y vacía como la parte más valiosa del cántaro de barro; cuántos podrían decir entonces lo que sus corazones les transmiten sin faltar a la fidelidad. De la misma forma, conozco el sedante sonido del fluir del agua sobre la roca pulida que tanto calma mi ánimo cuando la oscuridad se cierne sobre él, y no por ello me atrevería a traducirlo al idioma de la tinta. Tampoco debe de existir nadie diestro en los símbolos gráficos apto para narrar los sentimientos que afloran durante un paseo por el frondoso bosque henchido de diferentes cantos de aves multicolores. Y qué decir de las mágicas melodías remotas que los juglares hacen brotar misteriosamente de sus cañas agujereadas; imposible relatar cómo nos hace vibrar hasta el último de los vellos que nacen en nuestra piel.
El maestro tiene razón, como no podía ser de otra manera, quien le ha conocido se calla; quien habla no le ha conocido.”
Y así el espíritu del joven discípulo mudó de la obnubilación a una tenue claridad que sólo comenzaba a asomar tímidamente cual amanecer el primer día de primavera, y que con el transcurrir del tiempo terminaría alumbrándolo como el sol en su cenit, dejando atrás para siempre la noche eterna que reina en el corazón de la gran mayoría de los mortales.

El cuenco de madera

martes, 19 de febrero de 2008

Extraído del libro Las intermitencias de la muerte, de José Saramago (2005)

Érase una vez, en al antiguo país de las fábulas, una familia integrada por un padre, una madre, un abuelo que era el padre del padre y un niño de ocho años, un muchachito. Sucedía que el abuelo ya tenía mucha edad, por eso le temblaban las manos y se le caía la comida de la boca cuando estaba a la mesa, lo que causaba gran irritación al hijo y a la nuera, siempre diciéndole que tuviera cuidado con lo que hacía, pero el pobre viejo, por más que quisiera, no conseguía contener los temblores, peor aún si le regañaban, el resultado era que siempre manchaba el mantel o el suelo al dejar caer la comida, por no hablar de la servilleta que le ataban al cuello y que era necesario cambiarla tres veces al día, en el desayuno, al almuerzo y a la cena. Estaban las cosas así y sin ninguna expectativa de mejoría cuando el hijo decidió acabar con la desagradable situación. Apareció en casa con un cuenco de madera y le dijo al padre, A partir de ahora comerá aquí, sentado en el patio que es más fácil de limpiar para que su nuera no tenga que estarse preocupando con tantos manteles y tantas servilletas sucias. Y así fue. Desayuno, almuerzo y cena, el viejo sentado solo en el patio, llevándose la comida a la boca conforme era posible, la mitad se perdía en el camino, una parte de la otra mitad se le caía por la boca abajo, no era mucho lo que se le deslizaba por lo que el vulgo llama canal de la sopa. Al nieto no parecía importarle el feo tratamiento que le estaban dando al abuelo, lo miraba, luego miraba al padre y a la madre, y seguía comiendo como si nada tuviera que ver con el asunto. Hasta que una tarde, al regresar del trabajo, el padre vio al hijo trabajando con una navaja un trozo de madera y creyó que, como era normal y corriente en esas épocas remotas, estaría construyendo un juguete con sus propias manos. Al día siguiente, sin embargo, se dio cuenta de que no se trataba de un carro, por lo menos no se veía el sitio donde se le pudieran encajar unas ruedas, y entonces preguntó, Qué estás haciendo. El niño fingió que no había oído y siguió excavando en la madera con la punta de la navaja, esto pasó en el tiempo que los padres eran menos asustadizos y no corrían a quitar de las manos de los hijos un instrumento de tanta utilidad para la fabricación de juguetes. No me has oído, qué estás haciendo con ese palo, volvió a preguntar el padre, y el hijo, sin levantar la vista de la operación, respondió, Estoy haciendo un cuenco para cuando seas viejo y te tiemblen las manos, para cuando tengas que comer en el patio, como el abuelo. Fueron palabras santas. Se cayeron las escamas de los ojos del padre, vio la verdad y la luz, y en el mismo instante fue a pedirle perdón al progenitor y cuando llegó la hora de la cena con sus propias manos lo ayudó a sentarse en la silla, con sus propias manos le acercó la cuchara a la boca, con sus propias manos le limpió suavemente la barbilla, porque todavía podía hacerlo y su querido padre ya no. De lo que pasara después no hay señal en la historia, pero de ciencia muy cierta sabemos que si es verdad que el trabajo del muchachito se quedó a la mitad, también es verdad que el trozo de madera sigue por ahí. Nadie lo quiso quemar o tirar, ya sea para que la lección del ejemplo no cayera en el olvido, o por si se diera el caso de que alguien decidiera terminar la obra, eventualidad no del todo imposible de producirse si tenemos en cuenta la enorme capacidad de supervivencia de los dichos lados oscuros de la naturaleza humana. Como alguien dijo, todo lo que puede suceder, sucederá, es una cuestión de tiempo, y, si no llegamos a verlo mientras que anduvimos por aquí, sería porque no vivimos lo suficiente.

Antes de morir

lunes, 18 de febrero de 2008

Una amiga bloggera me ha invitado a este jueguecito de pensar en ocho cosas que me gustaría hacer antes de morir. Ya le he dicho que no soy muy amante de pensar en el futuro, de hecho no suelo hacerlo, pero como es de malgusto rechazar invitaciones, haré un esfuerzo. Ahí va:

1. Ver como mi futuro hijo/a se convierte en una persona de la que pueda sentirme orgulloso.
2. Envejecer con salud junto a mi mujer.
3. No perder la libertad.
4. Visitar las pirámides de Egipto.
5. Instalarme en un pueblecito remoto en una montaña perdida.
6. Seguir haciendo amigos.
7. No perder los que ya tengo.
8. VIVIR.

Reglas del juego:
1. Cada jugador comienza con un listado de 8 cosas que quiere hacer antes de morir, no importa las que sean, pero que sean 8.
2. Hay que escribirlas en el propio blog, junto con las reglas del juego.
3. Hay que seleccionar a 8 personas más, invitarlas a jugar y anotar sus nombres.
4. Es importante no olvidar dejar un comentario desde donde nos invitaron a jugar.

Mis invitados son:
Mpiryco, Navi, Palomas, Mariola, Luis Miguel, Marvision, Gabriela, Irene.

Recordad que sólo es un juego.

La Verdad

martes, 12 de febrero de 2008

Se acabó, ya está bien, basta ya de sandeces y medias palabras, no puedo más, tengo que decirlo o reviento: ¡Esta vida es una puta mierda! Vale ya con eso de que la felicidad está en nuestro interior o con aquello de que debemos encontrar nuestro propio camino; ¡estupideces! Despierten de una puñetera vez y miren a su alrededor (pero pónganse de puntillas por lo menos, si quieren ver algo, joder, hagan un esfuerzo), y no me vengan con eso de que tampoco está tan mal, que hay que tomarse las cosas con paciencia y serenidad, que el tiempo lo cura todo y a todos pone en su sitio, y demás gilipolleces por el estilo; dejen de mirarse el ombligo propio, no estoy hablando de hipotecas, violencia escolar, partidos políticos, crisis económicas ni calentamientos globales, no, estoy hablando de la Vida con mayúsculas, esa vida que a todos nos envuelve, nos limita y nos condena, queramos o no, nos guste o no.
Todos sabemos que de nada sirve decirle a una persona nerviosa que se tranquilice, o aconsejarle a un cobarde que sea valiente, ni a un tímido que se muestre arrojado; perdemos el tiempo cuando intentamos concienciar a un egoísta para que sea solidario, o cuando exhortamos a un violento a la paz; es inútil prevenir a los jóvenes de los riesgos, absurdo enojarse con un enfermo por no haberse cuidado mejor, un disparate intentar que unos padres maleducados eduquen o una ingenuidad esperar algo del que nada tiene, o quiere ofrecer. Dale un libro a un ignorante consentido y lo echará al fuego para calentarse, una cruz a un ateo y te la clavará en la espalda, una paloma blanca a un militar y con ella hará un puchero; ofrécele un buen consejo a un necio y no parará hasta verte humillado, rebájate ante un engreído y terminará de hundirte, sé paciente con un insensato y te hará perder el valioso tiempo.
Abramos los ojos de una vez, la Vida es lo que es, podemos maquillarla de mil colores, decorarla como mejor nos parezca, endulzarla con bellos poemas y alegres canciones, tergiversarla por medio del flexible lenguaje, pero nada de eso aliviará el sufrimiento del que sufre, la agonía del moribundo ni la ansiedad del depresivo. Aunque eso sí, servirá para llenar nuestro siempre hambriento ego de insulsas palabras, como esperanza, ilusión, seguridad, amor, felicidad...
Mientras, miles de personas continuarán naciendo cada día con la esperanza de vida de unas cuantas horas, o de unos pocos años de angustioso dolor, por el mero hecho de haber nacido en el lugar equivocado (auque hay tantos lugares equivocados...). Cientos de mujeres y niñas seguirán siendo perseguidas, maltratadas, violadas y asesinadas, debido a que en muchos sitios sale barato hacerlo y en otros a nadie le importa. A otras, en países no muy remotos, las obligarán a comer de un caldero hirviente donde previamente se han echado fetos humanos extirpados de sus madres cuando aún vivían, algunas de ellas parientes cercanos, además de excrementos, piedras, tierra y manos y pies sangrantes cortados de otros menos afortunados (o más. No exagero, este cruel episodio lo oí horrorizado por la caja tonta no hace mucho contado con una entereza que asusta por una joven de raza negra, qué raro, que lo había sufrido en sus carnes. Y no fue algo casual, por lo visto es una práctica habitual entre algunos grupos guerrilleros del continente vecino). Los mismos de siempre aumentarán sus considerables fortunas vendiendo al postor más rentable armas, drogas, medicamentos, personas, petróleo, joyas o basura, la mercancía es lo de menos mientras alguien pague por ella, y, por supuesto, siempre que haya alguien dispuesto a pagar por algo, habrá otro dispuesto a venderlo. Los gobiernos seguirán aumentando sus presupuestos para futuras congestionadas cárceles, aunque esto no se notifique por los medios de comunicación, nada que ver con la bomba y la fiesta que se le da a la colocación de una primera piedra de un hospital o un colegio, aunque a veces se convierta también en la última, pero claro, a nadie le gusta tener una cárcel cerca como para andar anunciándolo encima, bueno... a los familiares de los terroristas sí que les gusta, siempre hay excepciones. Los ejércitos continuarán malgastando los necesarios recursos que con tanto esfuerzo y sacrificio la población extrae de las entrañas de la cada vez más mermada tierra. Los estados más influyentes nunca se cansarán de negociar la paz por la puerta principal mientras por la de atrás venden las armas para la guerra (o incluso no tan atrás, ya ni las apariencias importan). Miles de niños seguirán siendo explotados salvajemente para que aquí, en el primer mundo, podamos seguir disfrutando de nuestros imprescindibles placeres terrenales y estrenando con orgullo ropa nueva cada mes.
Y usted y yo proseguiremos jugando al videojuego de la vida, atontados ante el espectáculo que los poderosos montan en sus altares y escenarios, preocupados por una ridícula hipoteca o un trabajo aburrido, “Es que este trabajo no me llena...” ¡Desgraciado! pues cómete dieciocho hamburguesas a ver si eso te llena y revientas.
Para colmo hemos tenido la mala pata de vivir en un período de tiempo evolutivo intermedio..., bueno, pensándolo bien todos lo son, pero este es aún más puñetero si cabe, ya que nos vemos encerrados de por vida en un cuerpo preparado para correr, saltar, escalar, nadar, perseguir bestias, lanzar piedras, etc, cuando ni tú, permíteme que te tutee, total ya nos conocemos, para cuatro lectores que me soportan..., como decía, cuando ni tú ni yo necesitamos hacer nada de eso, ni otros tantos miles de personas como nosotros, cuya única necesidad es andar un poco entre medio de transporte y medio de transporte y unas buenas posaderas que los soporten mientras se apoltronan frente al televisor, el PC o en algunas de las muchas aulas y oficinas donde se ubican la inmensa mayoría del personal a partir de los tres años de edad en los países desarrollados (que son los que importan). Pero no, teníamos que nacer en esta época, viéndonos obligados a hacer ejercicio constantemente, dietas, regímenes, visitas a médicos de todo tipo,... si no esperen a sobrepasar los cuarenta. Ya lo dijo alguien muy listo, el ser humano está concebido para vivir hasta los cuarenta años, hasta ahí es fácil hacerlo, por muchas perrerías que se le hagan al cuerpo, pero, a partir de los cuarenta, la salud hay que currársela, señores, no se duerman, o pasarán a engrosar la cada vez más abultada lista de pacientes eternos hasta convertirse en muertos vivientes cuya única preocupación será qué especialista me toca ahora ver o quién me llevará al hospital la próxima vez.
Pero no se acongojen, ni ustedes ni yo tenemos la culpa de todo esto, es la Vida, que es así, y bien poco podemos hacer por remediarlo. No pretendo crear sentimientos de culpabilidad ni despertar conciencias aletargadas, a estas alturas, bastante tenemos ya con la lata que nos dan los políticos de turno con sus inacabables ansias de protagonismo y su inalterable afán de manipulación. Yo, desde luego, ya me he cansado de coger el atestado y maloliente autobús en vez de mi contaminante coche, o de lavarme las manos con un hilillo de agua que apenas me las moja; estoy harto de andar continuamente preocupado por el futuro, por los jóvenes, por la educación, por las playas, por los ancianos, por la capa de ozono, por los mares y océanos, por la economía, por la seguridad laboral, por los emigrantes, por la vivienda, por los bosques, por los pantanos, por las especies en extinción y por todo aquello que quieran hacernos creer que corre serio peligro de desaparición o destrucción y que además es de vital importancia para la supervivencia del ser humano. Táchenme de inhumano o de pasota si quieren, pero debo confesar que me importa un bledo que las mujeres aborten (favor que le hacen al ya abarrotado planeta), que los homosexuales contraigan matrimonio (o como quieran llamarlo), que los amargados o los moribundos decidan acabar de una vez con su sufrimiento, que los nacionalistas construyan fronteras o que los políticos sean promiscuos. Estoy cansado de que otros pretendan decidir por mí qué debo comer, cómo debo vestir, a quiénes debo votar, cuándo debo adornar mi casa o sembrar un árbol, cuántas copas de vino tengo que tomarme o cuánto y cómo debo caminar, qué piezas de fruta debo comerme, qué programas de televisión deben gustarme, o cuales no, en qué o quiénes debo creer, cuándo y cómo debo celebrar algo, dónde debo ir de viaje, cuántas veces debo de hacer el amor, qué aparatos electrónicos me son indispensables para vivir... y para colmo debo oír que lo hacen porque se preocupan por mí, cuando la realidad es que nadie se preocupa por mí, sólo yo, cuando me dejan. No puedo dejar de recordar el célebre episodio de Diógenes el cínico y el gran Alejandro Magno, cuando éste le preguntó que qué podía hacer por él y el filósofo griego le contestó que podía apartarse para no quitarle la luz del sol; sublime. Pues lo mismo grito yo a los cuatro vientos: ¡Déjenme vivir en paz! No soporto ni un minuto más las infantiles riñas de patio de colegio de nuestros políticos en busca de una poco disimulada intención de manipularlo todo, con el único propósito de justificar sus inamovibles cargos. No quiero que me digan lo que es blanco o lo que es negro, quiero que me dejen mirarlo a mí para poder decidir por mi cuenta. Creo que tampoco pido tanto.
Espero que sepan disculpar este arrebato de sinceridad y no sean muy duros conmigo, pero es que necesitaba desahogarme de alguna manera y les ha tocado a ustedes aguantar el chaparrón. Si he desilusionado a alguien, espero que recuerde que sólo soy un ser cambiante, como todo en el Universo, y que ahora no soy el mismo que fui ayer, ni mañana seré el que soy hoy; tengan esperanza, quizá mañana pueda volver a entusiasmarles (si es que alguna vez lo hice). Les aconsejo que no me hagan mucho caso, o si acaso, échenle otro vistazo al consejo que aparece sobre estas líneas, bajo la etiqueta de “El más sabio de los consejos”; es lo único que me atrevo a decirles y, después, hagan lo que reverendamente les venga en gana. Si quieren leer sinceros sentimientos bien expresados visiten la mente de Navi o el lunático país de Natacha, o si prefieren deleitarse con maravillosos poemas les recomiendo que suban a la colina de mi amigo Doncel, o que golpeen en la pared de la siempre inspiradísima Maya, por mencionar algunos, o si lo que les gustan son las verdades como puños bien reflexionadas y consensuadas pasen por casa del ingenioso mpiryco, o viajen con Mariola y José Luis si les apetece escuchar buenos consejos (pero para después seguirlos, o intentarlo por lo menos), porque lo que es yo, de momento no puedo ofrecerles otra cosa, lo siento; aunque, si les sirve de consuelo, nunca dejaré de pensar que la Vida siempre merecerá la pena ser vivida con intensidad, ya que es un regalo que alguien nos hizo un día desinteresadamente, sin pedir ni esperar nada a cambio, y sólo por eso, en agradecimiento, nuestro deber es vivirla con ilusión, esperanza, buenos sentimientos y mucho corazón. Espero que nadie me malinterprete, aunque si lo hacen, allá ustedes.
Que tengan un buen día.

Una de premios

lunes, 11 de febrero de 2008

Cuando empecé a escribir en mi blog, hace ahora unos siete meses, nunca me pude imaginar que llegase el día en el que dos personas, de dispares y lejanos lugares de procedencia, se acordasen de mí a la hora de otorgar un premio, reconocimiento o como queráis llamarlo. Tengo que reconocer que no soy muy amigo de galardones de ningún tipo, por lo que ello te obliga, pero es cierto que hace ilusión que se acuerden de uno de esta manera tan desinteresada, por ello, les estaré siempre agradecido a Graciela y a Natacha.









Y ahora vienen los imprescindibles requisitos que todo conlleva, y no iban a ser menos esto de los premios. Lo primero: exponer las normas (son muy parecidas la de ambos):

1) Debes elegir a 5 blog (7 en uno de ellos) que consideres sean merecedores de este premio por su creatividad, diseño, material interesante y aporte a la comunidad bloguera, sin importar su idioma.
2) Cada premio otorgado debe tener el nombre de su autor y el enlace a su blog para que todos lo visiten.
3) Cada premiado, debe exhibir el premio y colocar el nombre y enlace al blog de la persona que la ha premiado.
4) Premiado y premiador, debe exhibir el enlace de Arte y pico, para que todos sepan el origen de este premio.
5) Exhibir estas reglas.

Ahora viene lo difícil: elegir ganadores. Pero como a mí no me van mucho eso de las normas, y mucho menos aquellas que me obliguen a hacer algo difícil, les otorgo este merecido reconocimiento a todos aquellos enlaces que podéis encontrar al margen izquierdo de este blog, o sea, a todos vosotros, porque sois los que lo hacéis posible (qué tópico me ha quedado), aunque no puedo dejar de recordar a los primero amigos que confiaron en mí para pasar un poco de sus valiosos tiempos y que aún no se han aburrido, como Doncel, mpiryco, Navi, Carolus o Ariadna. También pueden incluirse sin compromiso ninguno todos aquellos que me visitan esporádicamente y a los que me es imposible mencionar sin que se me pase alguno. A todos los que estáis ahí, muchas gracias y espero no defraudarles nunca.

Melocotón

martes, 5 de febrero de 2008

Ejercicio correspondiente al taller de literatura. En él se nos pide que escribamos algo erótico. Yo, además de un pequeño relato, me he atrevido con un intento de poesía. Ahí van..., y no sean muy duros conmigo.

“Con suavidad, como si estuvieras saboreando un delicioso melocotón, cariño”, no cesaba de repetir con aquella sinuosa voz de caramelo que me enamoró. Pero yo, por más que miraba aquello, no encontraba forma de hallarle la semejanza, sin contar que a mí desde pequeño me habían habituado a comer la susodicha fruta con cuchillo y tenedor; mi desesperante ingenuidad a punto estuvo de llevarme a preguntarle si se refería a un melocotón en almíbar o qué; gracias a Dios me frené a tiempo, bastante ridículo estaba resultando ya. “No, así no, así no, hazlo con amor, con amor”, se quejaba una y otra vez para mi exasperación. Hasta que ocurrió lo inevitable, la magnífica e imponente erección de la que tanto me enorgullecía al comienzo del acto, pasó a convertirse con los nervios de la situación en un lánguido y amorfo pedacito de carne inútil. Alzando la cabeza de entre sus piernas, humillado, abatido y con la lengua como papel de lija, me atreví a decirle con rabia “¡basta ya, qué amor ni qué niño muerto!”.
Desde aquella noche no la he vuelto a ver, hace ya treinta años, pero su insatisfecha imagen de mujer frustrada irrumpe en mi cabeza como una pesadilla lejana cada vez que sostengo entre mis manos un dulce melocotón; sigo sin comprender qué tendrá que ver una cosa con la otra. Aquella fue mi primera vez, y la punzante huella que en mí dejó la llevó a ser también la última. Y todavía me preguntan algunos de mis feligreses de mayor confianza que cómo llevo eso de la castidad. Benditos.


Erguido tronco de rugosa madera
Absorbente maleza negra y frondosa
Erizadas colinas paralelas enraizadas de manos temblorosas
Transforman a la bella dama en vil ramera.

Sinuosas y húmedas culebras
Danzan juntas y revoltosas
En el interior de la cavidad en tinieblas
Formada por ambas bocas ansiosas.

Pupilas dilatadas revolotean cómicamente
Brazos multiplicados se aferran con tesón
Aluvión de fluidos se entremezclan sin pudor
Y una sonrisa eterna se dibuja en la mente.

Sudor frío, temblor ardiente
Ritmo enloquecido y frenesí rugiente
Respiración palpitante, corazón desbocado
Siento que aún no ha empezado, pero ya ha acabado
Y así todo termina tan de repente.

Se acordaron de mí: