lunes, 13 de agosto de 2007
Es fácil reconocer a aquellas personas en cuyo corazón sólo hay lugar para la ira, para la ambición y para la infamia; estas personas sólo conocen el odio y toda su existencia girará en torno a la violencia.
También son fácilmente identificables aquellas otras que han consagrado su vida a la compasión, a la solidaridad y a la justicia; para éstas, será siempre el amor al prójimo el que gobierne sus actos en cualquier circunstancia.
Tanto unas como otras conocen bien el camino que han elegido libremente, y son perfectamente conscientes de que recogerán a lo largo de su vida el fruto de la semilla que han sembrado.
Pero todas estas personas tan sólo componen una pequeñísima parte de la humanidad; el resto, la gran mayoría, siempre se moverán entre la difusa línea que separa el bien y el mal, sin conocer en muchas ocasiones en qué lado de ésta se encuentran. Para estas personas, el futuro siempre será confuso y enigmático, y tan incierto como el camino en el que se mueven. El protagonista de nuestro relato aprendió hacia qué lado de esa borrosa línea debía dirigirse si quería que sus dioses respetasen el destino que él mismo había elegido.
Esta historia nos señala que cuando llega el caos, a todos afecta, pero tan sólo hace mella en los más débiles. Nos advierte que ante lo inevitable, de nada sirven las lágrimas; es entonces cuando hay que empuñar las armas y luchar.
Pero ante todo nos invita a que comencemos a escribir nuestro futuro en este mismo instante, antes de que éste se presente inesperadamente y borre nuestro pasado y nuestro presente, siendo ya tarde para remediarlo.
Pero todas estas personas tan sólo componen una pequeñísima parte de la humanidad; el resto, la gran mayoría, siempre se moverán entre la difusa línea que separa el bien y el mal, sin conocer en muchas ocasiones en qué lado de ésta se encuentran. Para estas personas, el futuro siempre será confuso y enigmático, y tan incierto como el camino en el que se mueven. El protagonista de nuestro relato aprendió hacia qué lado de esa borrosa línea debía dirigirse si quería que sus dioses respetasen el destino que él mismo había elegido.
Esta historia nos señala que cuando llega el caos, a todos afecta, pero tan sólo hace mella en los más débiles. Nos advierte que ante lo inevitable, de nada sirven las lágrimas; es entonces cuando hay que empuñar las armas y luchar.
Pero ante todo nos invita a que comencemos a escribir nuestro futuro en este mismo instante, antes de que éste se presente inesperadamente y borre nuestro pasado y nuestro presente, siendo ya tarde para remediarlo.
Extracto del prólogo de mi libro: Metnok (aún sin publicar)
1 Consejos, saludos, propuestas...:
Comenzar a escribir nuestro futuro en este mismo instante...
Qué razón tienes Pedro! Tantas veces dejamos que sea la vida la que nos lleve
Un abrazo
PS Buen blog!
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