miércoles, 9 de enero de 2008
Hace tiempo, cuando empecé a leer a los filósofos clásicos de la Grecia antigua, Sócrates, Platón y Aristóteles, llegué a pensar que sí era necesario tener muchos conocimientos sobre diversas materias para poder aspirar a tener un poco de sabiduría. Con el correr de los años, me he podido dar cuenta de que no tiene por qué ser así.
Y esto ha sido gracias a haber conocido a personas, ancianas por lo general, prácticamente analfabetas, que en sus vidas no han leído ningún libro y, sin embargo, hablando con ellas pude comprobar que rebosan sabiduría por los cuatro costados.
¿Qué quiere decir esto? Pues muy sencillo, que la sabiduría es una ciencia que, no sólo se puede adquirir a través del estudio, sino también con la experiencia, de ahí que sea la ciencia de la vida, ya que es ésta la que te la proporciona. Intentaré ilustrar esta idea con un ejemplo sacado de un texto del escritor Paulo Coelho:
“La tradición sufí nos cuenta la historia de un filósofo que cruzaba un río en barco. Durante la travesía, intentaba mostrar su sabiduría al barquero.
–¿Conoces los textos de Horbiger?
–No –respondió el barquero–. Pero conozco lo que la naturaleza me enseñó para desempeñar bien mi trabajo.
–¡Pues has de saber que has desperdiciado media vida!
En mitad del río, el barco chocó con una piedra y naufragó. El barquero empezó a nadar hacia una de las orillas, cuando vio que el filósofo se estaba ahogando.
–¡No sé nadar! –gritó éste, desesperado–. ¡Yo te dije que habías perdido media vida por no conocer a Horbiger, y ahora yo pierdo mi vida entera por no entender algo tan simple como las corrientes de un río!”
Efectivamente, la experiencia diaria es nuestra mejor fuente de conocimiento y es algo que está al alcance de todos. Pero para aprovecharla al máximo, no sólo es suficiente vivir mucho, la prueba está en que no todo el que llega a anciano es sabio. Hay dos formas de andar un camino; una es preocupándote solamente de donde pones los pies para no tropezar hasta llegar al final.
En la segunda, no sólo nos fijamos en el camino en sí, sino también en todo el paisaje que lo rodea; en los árboles, los pájaros con sus distintos cantos, las distintas especies de plantas, los insectos, saludamos a otros caminantes con los que nos cruzamos; en definitiva, no sólo andamos el camino sino que también nos dedicamos a su contemplación.
De la misma forma se puede pasar por la vida. Es fácil distinguir a aquellas personas que viven de la primera forma de aquellas que lo hacen de la segunda; la diferencia está precisamente en la sabiduría que adquieren estos últimos, sin necesidad de estudiar ni de hacer esfuerzos o sacrificios supremos, simplemente dedicándose a vivir con una filosofía distinta y, les puedo asegurar, que mucho más provechosa. Tanto es así que para los segundos la felicidad será algo que tendrán al alcance de la mano, mientras que los otros es seguro que llevarán una vida más complicada y desdichada.
Además, al hablar de conocimientos hay que hacerlo siempre desde un punto de vista relativo ya que éstos son infinitos. Es imposible que nadie lo sepa todo; yo suelo decir que por cada cosa que sé, existen al menos un millón de ellas que no conozco, y que por mucho que una persona crea saber siempre habrá otra que sepa más. El hecho de que una persona sepa mucho o no, depende de con quién se la compare simplemente. Una persona puede saber mucho sobre una o varias materias en concreto, pero eso no la hace estar más capacitada para la vida que otras personas con otros tipos de conocimientos. Lo importante es que cada uno estemos bien capacitados para lo que hacemos a diario. Un agricultor, por ejemplo, debe tener un perfecto conocimiento de la tierra, la climatología, la calidad del agua, los distintos tipo de abonos, etcétera; mientras que un físico teórico debe ser un experto en matemáticas y astronomía. Cada uno puede ser un erudito en su materia, pero no tienen por qué conocer nada de las ocupaciones del otro. Por supuesto que nunca está de más cualquier tipo de conocimiento extra, pero sin hacer de ello una cuestión de vital importancia. Seguro que todos conocemos o hemos oído hablar de personas muy inteligentes, grandes intelectuales que no han sido felices y que incluso han acabado sus vidas de forma traumática.
Debemos de tener muy claro que todo el mundo está capacitado para algo en concreto, por tanto, cada vida es de igual importancia. El árbol cuya madera no es apta para hacer grandes obras, por ser demasiado rígida o blanda, llegará a convertirse en un gran árbol, capaz de dar mucha sombra y de albergar entre sus ramas y tronco a una gran cantidad de especies vivas; en la inutilidad de su madera, está su utilidad como árbol. Lo mismo ocurre con cualquier persona, nadie debe sentirse menospreciado por no estar capacitado para alguna determinada tarea ya que, sin duda, lo estará para otras. La sabiduría nos enseñará cual es nuestra verdadera misión en la vida.
Al haber definido la sabiduría como una ciencia, la estamos dotando de un ámbito específico dentro de lo que podríamos englobar como conocimientos generales. Estos conocimientos específicos que corresponden a la ciencia de la sabiduría son los que yo propongo en este libro, al menos una parte de ellos. Quién aspire a convertirse en algo más, a parte de ser un experto en su trabajo, debería de tener muy en cuenta estos conceptos; ya hemos dicho que la sabiduría es la ciencia de la vida, y la vida es algo en la que todos estamos inmersos, así que, igual que para un físico son imprescindibles las matemáticas, para cualquier ser humano debería ser también imprescindible, al menos, un poco de sabiduría. Mi propuesta es no esperar a que el tiempo nos enseñe estos conocimientos básicos, que sin duda lo hará, sino empezar cuanto antes, de manera que podamos aprovechar mejor nuestras vidas que, probablemente, será la única que tendremos. Cuántas veces habremos oído a una persona anciana decir: “¡Ay si yo tuviera tu edad sabiendo lo que ya sé!”. No cometamos el error de esperar a la vejez para aprender a vivir.
Hablando de la vejez, se me viene a la mente la respuesta que le dio el anciano Céfalo a Sócrates cuando éste le preguntó si consideraba la situación de la vejez como la más cruel de la vida; quizás no venga mucho a cuento pero fue una interesante respuesta, y muy sabia por cierto; juzguen ustedes mismos:
“Me sucede muchas veces, según el antiguo proverbio, que me encuentro con muchos hombres de mi edad, y toda la conversación por su parte se reduce a quejas y lamentaciones; recuerdan con sentimiento los placeres del amor, de la mesa y todos los demás de esta naturaleza, que disfrutaban en su juventud. Se afligen de esta pérdida como si fuera la pérdida de los más grandes bienes. La vida de entonces era dichosa, dicen ellos, mientras que la presente no merece ni el nombre de vida. Algunos se quejan, además, de los ultrajes a que les expone la vejez de parte de los demás. En fin, hablan sólo de ella para acusarla, considerándola causa de mil males. Tengo para mí, Sócrates, que no dan en la verdadera causa de esos males, porque si fuese sólo la vejez, debería producir indudablemente sobre mí y sobre los demás ancianos los mismos efectos. Porque he conocido a algunos de carácter bien diferentes, y recuerdo que, encontrándome en cierta ocasión con el poeta Sófocles, como le preguntaran en mi presencia si la edad le permitía aún gozar de los placeres del amor, «Dios me libre –respondió–, ha largo tiempo he sacudido el yugo de ese furioso y brutal tirano». Entonces creía que decía la verdad, y la edad no me ha hecho mudar de opinión. La vejez, en efecto, es un estado de reposo y de libertad respecto de los sentidos. Cuando la violencia de las pasiones se ha relajado y se ha amortiguado su fuego, se ve uno libre, como decía Sófocles, de una multitud de furiosos tiranos. En cuanto a las lamentaciones de los ancianos de que hablo, a los malos tratamientos de que se quejan, hacen muy mal, Sócrates, en achacarlos a su ancianidad, cuando la causa es su carácter. Con costumbres suaves y convenientes, la vejez es soportable; pero con un carácter opuesto, lo mismo la vejez que la juventud son desgraciadas.”
Y esto ha sido gracias a haber conocido a personas, ancianas por lo general, prácticamente analfabetas, que en sus vidas no han leído ningún libro y, sin embargo, hablando con ellas pude comprobar que rebosan sabiduría por los cuatro costados.
¿Qué quiere decir esto? Pues muy sencillo, que la sabiduría es una ciencia que, no sólo se puede adquirir a través del estudio, sino también con la experiencia, de ahí que sea la ciencia de la vida, ya que es ésta la que te la proporciona. Intentaré ilustrar esta idea con un ejemplo sacado de un texto del escritor Paulo Coelho:
“La tradición sufí nos cuenta la historia de un filósofo que cruzaba un río en barco. Durante la travesía, intentaba mostrar su sabiduría al barquero.
–¿Conoces los textos de Horbiger?
–No –respondió el barquero–. Pero conozco lo que la naturaleza me enseñó para desempeñar bien mi trabajo.
–¡Pues has de saber que has desperdiciado media vida!
En mitad del río, el barco chocó con una piedra y naufragó. El barquero empezó a nadar hacia una de las orillas, cuando vio que el filósofo se estaba ahogando.
–¡No sé nadar! –gritó éste, desesperado–. ¡Yo te dije que habías perdido media vida por no conocer a Horbiger, y ahora yo pierdo mi vida entera por no entender algo tan simple como las corrientes de un río!”
Efectivamente, la experiencia diaria es nuestra mejor fuente de conocimiento y es algo que está al alcance de todos. Pero para aprovecharla al máximo, no sólo es suficiente vivir mucho, la prueba está en que no todo el que llega a anciano es sabio. Hay dos formas de andar un camino; una es preocupándote solamente de donde pones los pies para no tropezar hasta llegar al final.
En la segunda, no sólo nos fijamos en el camino en sí, sino también en todo el paisaje que lo rodea; en los árboles, los pájaros con sus distintos cantos, las distintas especies de plantas, los insectos, saludamos a otros caminantes con los que nos cruzamos; en definitiva, no sólo andamos el camino sino que también nos dedicamos a su contemplación.
De la misma forma se puede pasar por la vida. Es fácil distinguir a aquellas personas que viven de la primera forma de aquellas que lo hacen de la segunda; la diferencia está precisamente en la sabiduría que adquieren estos últimos, sin necesidad de estudiar ni de hacer esfuerzos o sacrificios supremos, simplemente dedicándose a vivir con una filosofía distinta y, les puedo asegurar, que mucho más provechosa. Tanto es así que para los segundos la felicidad será algo que tendrán al alcance de la mano, mientras que los otros es seguro que llevarán una vida más complicada y desdichada.
Además, al hablar de conocimientos hay que hacerlo siempre desde un punto de vista relativo ya que éstos son infinitos. Es imposible que nadie lo sepa todo; yo suelo decir que por cada cosa que sé, existen al menos un millón de ellas que no conozco, y que por mucho que una persona crea saber siempre habrá otra que sepa más. El hecho de que una persona sepa mucho o no, depende de con quién se la compare simplemente. Una persona puede saber mucho sobre una o varias materias en concreto, pero eso no la hace estar más capacitada para la vida que otras personas con otros tipos de conocimientos. Lo importante es que cada uno estemos bien capacitados para lo que hacemos a diario. Un agricultor, por ejemplo, debe tener un perfecto conocimiento de la tierra, la climatología, la calidad del agua, los distintos tipo de abonos, etcétera; mientras que un físico teórico debe ser un experto en matemáticas y astronomía. Cada uno puede ser un erudito en su materia, pero no tienen por qué conocer nada de las ocupaciones del otro. Por supuesto que nunca está de más cualquier tipo de conocimiento extra, pero sin hacer de ello una cuestión de vital importancia. Seguro que todos conocemos o hemos oído hablar de personas muy inteligentes, grandes intelectuales que no han sido felices y que incluso han acabado sus vidas de forma traumática.
Debemos de tener muy claro que todo el mundo está capacitado para algo en concreto, por tanto, cada vida es de igual importancia. El árbol cuya madera no es apta para hacer grandes obras, por ser demasiado rígida o blanda, llegará a convertirse en un gran árbol, capaz de dar mucha sombra y de albergar entre sus ramas y tronco a una gran cantidad de especies vivas; en la inutilidad de su madera, está su utilidad como árbol. Lo mismo ocurre con cualquier persona, nadie debe sentirse menospreciado por no estar capacitado para alguna determinada tarea ya que, sin duda, lo estará para otras. La sabiduría nos enseñará cual es nuestra verdadera misión en la vida.
Al haber definido la sabiduría como una ciencia, la estamos dotando de un ámbito específico dentro de lo que podríamos englobar como conocimientos generales. Estos conocimientos específicos que corresponden a la ciencia de la sabiduría son los que yo propongo en este libro, al menos una parte de ellos. Quién aspire a convertirse en algo más, a parte de ser un experto en su trabajo, debería de tener muy en cuenta estos conceptos; ya hemos dicho que la sabiduría es la ciencia de la vida, y la vida es algo en la que todos estamos inmersos, así que, igual que para un físico son imprescindibles las matemáticas, para cualquier ser humano debería ser también imprescindible, al menos, un poco de sabiduría. Mi propuesta es no esperar a que el tiempo nos enseñe estos conocimientos básicos, que sin duda lo hará, sino empezar cuanto antes, de manera que podamos aprovechar mejor nuestras vidas que, probablemente, será la única que tendremos. Cuántas veces habremos oído a una persona anciana decir: “¡Ay si yo tuviera tu edad sabiendo lo que ya sé!”. No cometamos el error de esperar a la vejez para aprender a vivir.
Hablando de la vejez, se me viene a la mente la respuesta que le dio el anciano Céfalo a Sócrates cuando éste le preguntó si consideraba la situación de la vejez como la más cruel de la vida; quizás no venga mucho a cuento pero fue una interesante respuesta, y muy sabia por cierto; juzguen ustedes mismos:
“Me sucede muchas veces, según el antiguo proverbio, que me encuentro con muchos hombres de mi edad, y toda la conversación por su parte se reduce a quejas y lamentaciones; recuerdan con sentimiento los placeres del amor, de la mesa y todos los demás de esta naturaleza, que disfrutaban en su juventud. Se afligen de esta pérdida como si fuera la pérdida de los más grandes bienes. La vida de entonces era dichosa, dicen ellos, mientras que la presente no merece ni el nombre de vida. Algunos se quejan, además, de los ultrajes a que les expone la vejez de parte de los demás. En fin, hablan sólo de ella para acusarla, considerándola causa de mil males. Tengo para mí, Sócrates, que no dan en la verdadera causa de esos males, porque si fuese sólo la vejez, debería producir indudablemente sobre mí y sobre los demás ancianos los mismos efectos. Porque he conocido a algunos de carácter bien diferentes, y recuerdo que, encontrándome en cierta ocasión con el poeta Sófocles, como le preguntaran en mi presencia si la edad le permitía aún gozar de los placeres del amor, «Dios me libre –respondió–, ha largo tiempo he sacudido el yugo de ese furioso y brutal tirano». Entonces creía que decía la verdad, y la edad no me ha hecho mudar de opinión. La vejez, en efecto, es un estado de reposo y de libertad respecto de los sentidos. Cuando la violencia de las pasiones se ha relajado y se ha amortiguado su fuego, se ve uno libre, como decía Sófocles, de una multitud de furiosos tiranos. En cuanto a las lamentaciones de los ancianos de que hablo, a los malos tratamientos de que se quejan, hacen muy mal, Sócrates, en achacarlos a su ancianidad, cuando la causa es su carácter. Con costumbres suaves y convenientes, la vejez es soportable; pero con un carácter opuesto, lo mismo la vejez que la juventud son desgraciadas.”
Extracto de mi libro Tratado sobre la Sabiduría
9 Consejos, saludos, propuestas...:
Coincido plenamente con vos, la sabiduría se absorve de la vida, de las experiencias, creo que es mucho más sabio un hombre que lucho y aprendió solo en la vida que el máyor de los estudiosos...
Un beso Pedro!
...cada uno docto en su arte u oficio. Soy de los que cree que es mejor saber de todo un poco que todo sobre una sola cosa.
Me encantó la anécdota o leyenda del hombre del barco y el sabio, muy ilustrativa.
Felíz 2008 Pedro.
Si conoces el nombre de una estrella,
no conoces el nombre de todas las demás.
¡Esta es la falacia del conocimiento!
Bien, conoces el nombre del Sol, sun, sonnen,
soleil, sole, ... y ¿en chino?
Ahora ¿como le dices a un extraterrestre que hablase perfecto castellano- que tu estrella, se llama Sol? Dónde está, con cual otra no hay que confundirla, como llegar hasta ella y no a otra? etc. etc. Al fin y al cabo, tu casa, la conoces, no tiene nombre y sabes explicarle a cualquiera, donde está, como llegar, ... entonces, tu conoces tu casa, que no tiene nombre y no conoces el sol que si lo tiene.
Lo que llamamos conocimiento, no son mas que unas pocas referencias para andar por casa. Hasta hace unos días, era Ra, el dios Ra y no era menos verdadero, cierto y científico que nuestra estrella sol.
Un sentido abrazo pedro y ...
¡Salud!
Más sabe el diablo por viejo, que por diablo.
Los años te enseñan.
La mejor universidad, la vida.
Pedro.
Un abrazo y buen año.
Antonio Morales Chiclanita
Solo he leido el título del post( no time) pero mi respuesta es no. Basta con tener sentido común y aprender de la vida
Un abrazo
Cuando la violencia de las pasiones se ha relajado y se ha amortiguado su fuego, se ve uno libre, como decía Sófocles, de una multitud de furiosos tiranos
qué cierto es pero yo no renuncio a vivir con pasión, aunque ya no tanta, quiero guardar algo para la vejez. Tarascanear un poco, ya sabes.
Saludos
Hola mi Pedro!!!. Amigo la PC había caído en Terapia Intensiva. En verdad creo que el saber se va haciendo con los años, por ahí encuentras personas de 40 años que te dicen para qué intentar algo nuevo, si ya estoy mayor...en mi familia paterna la edad no existe, sos viejo a los 100 y más todavía, es así que mis 48 años no me pesan y creo que tengo tanto que aprender todavía. Besos Pedro, que el nuevo año te traiga ilusiones.
Hola Pedro, despues de leer todo el post, me acorde de un cuento, como es un poco largo despues lo publico en mi blog, como siempre un gusto pasar por aqui, salu2!
Sabias palabras!... Cada tiempo tiene su atractivo, el de las pasiones desenfrenadas y el de las contemplaciones. Pero como ´solía decir mi papá... "Siempre gusta más la cama del vecino", a uno siempre le llama la atención lo que no le es por condición, mérito u oportunidad. Así, cuando uno es joven quiere la madurez para vivir la experiencia sexual como un sabio, y cuando se es viejo, se desea tener 20 años para aplicar toda la experiencia acumulada con un cuerpo nuevo.
Como decía el filósofo y boxeador argentino Natalio "Ringo" Bonavena, ya fallecido en el rancho de Sally Conforte, en Reno, Nevada, USA, "... La experiencia es como el peine que te dan cuando te quedás pelado".
Pedro, muchas gracias por tu visita al Blog. EL Peruano Dorado quedó gratamente impactado con el tuyo, y prometió seguir reflexionando sobre tus posteos.
Un abrazo desde Argentina.
Patricio y AlexB
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