lunes, 14 de abril de 2008
La felicidad es el fin primordial de todas nuestras decisiones; como dijo Aristóteles: “La felicidad es ciertamente una cosa definitiva, perfecta, y que se basta a sí misma, puesto que es el fin de todos los actos posibles del hombre.”
La vida de cada individuo está formada por el conjunto de decisiones que ha ido tomando a lo largo de ella; nos pasamos la vida tomando decisiones; ¿voy al videoclub a alquilar una película para verla esta noche?, y si voy ¿cuál me traigo? O, ¿sería conveniente abrir ahora un plan de pensiones para el futuro?, ¿o sería preferible comprar un terreno con el dinero ahorrado como inversión? Todas nuestras decisiones afectan a nuestro futuro, algunas a corto plazo, como la del videoclub, y otras más a largo plazo, como la del plan de pensiones o el terreno; todas ellas buscan lo mismo: mayor bienestar en un futuro, ya sea próximo o lejano.
Pero, al mismo tiempo, todas comportan un riesgo. Si alquilo una película, puede que esta noche me salga un plan mejor y desperdicie el dinero que me ha costado, o puede que alquile una que no me guste nada y me aburra. De la misma manera, si me abro un plan de pensiones, es posible que en un futuro el banco entre en bancarrota u ocurra una crisis económica general que me haga perder todo el dinero invertido, o también puede que dentro de poco necesite el dinero para algún imprevisto y no pueda disponer de él como yo quisiera. En fin, seguro que a todos se nos ocurren montones de cosas que pueden salir mal por cada decisión que tomamos. Pero sin embargo, hay que tomarlas, tenemos que arriesgarnos, aunque muchas de ellas puedan llevarnos a la ruina, no sólo económica, sino también personal, conduciéndonos a la desgracia o a llevar una vida triste y aburrida.
Es así, todos conocemos muchísimos ejemplos de personas que no son felices por culpa de haber tomado una decisión desacertada en un momento dado de sus vidas; casarse con la persona equivocada, estudiar una carrera para la que no se vale, trabajar en algo que no gusta, tener hijos sin estar preparados, invertir gran cantidad de dinero sin informarse previamente del riesgo, hipotecarse demasiado innecesariamente, etcétera.
Así es la vida, dirán muchos, quien no arriesga no gana. Efectivamente, así es la vida; pero qué quiere que les diga, yo prefiero jugar sobre seguro; mi felicidad es algo demasiado importante como para jugármela a los dados cada dos por tres. Hay muchas decisiones de las que nadie se puede librar, ya hemos dicho que éstas son las que forman el conjunto de nuestras vidas, por tanto, son inevitables. Pero, ¿por qué arriesgarse tanto? Cierto que nadie sabe lo que pasará en un futuro, ni próximo ni lejano, pero también es verdad que muchos acontecimientos sí que son previsibles. Si la evolución nos ha dado una herramienta tan poderosa como la sabiduría para tomar esas decisiones con el menor riesgo posible, ¿por qué no utilizarla?
La mayoría de la veces, sólo basta pensar un poco antes de tomar una decisión para darse cuenta de los riesgos que conlleva y de todas las probabilidades que hay de que algo salga mal. Pero precisamente ese es uno de los mayores problemas que existen hoy: no se piensa. Antes de pensar en consecuencias y probabilidades, lo que solemos hacer casi todos es mirar a nuestro alrededor, ver lo que hacen los demás, ya que, tendemos a pensar que lo que hacen los demás es lo correcto sin tener en cuenta que cada persona es diferente y tiene unas circunstancias distintas que puede que no tengan nada que ver con las nuestras.
También nos suelen preocupar mucho las apariencias; si actuamos de forma diferente a como lo hace el resto, ¿qué pensarán de nosotros? Este es otro de los errores más graves que se suelen cometer a la hora de tomar decisiones. También sobre este tema nos puso sobre aviso el filósofo Ortega y Gasset cuando escribió: “Es la época de las «corrientes» y del «dejarse arrastrar». Casi nadie presenta resistencia a los superficiales torbellinos que se forman en arte o en ideas, o en política, o en los usos sociales.”
Yo soy de la opinión (bastante discutible, por cierto) de que hoy en día la mayoría se equivoca; algo bastante preocupante ya que es la mayoría la que domina sobre todas las cuestiones importantes de la vida: política, modas, costumbres, tradiciones, etcétera. ¿Por qué pienso así? Básicamente por la gran cantidad de tendencias negativas (ya comentadas en otro capítulo) que están apareciendo en los últimos tiempos. De ahí que yo sea partidario de alejarme siempre de las grandes multitudes y de la muchedumbre; en mi opinión, éstas se mueven siempre llevadas por la manipulación a que estamos siendo sometidos continuamente a través de los medios de comunicación por partidos políticos, empresas multinacionales y empresas de mercadotecnia que son las que conducen a la población a favor de sus intereses particulares.
Me gustaría hacerles ver la importancia que tiene el tomar nuestras propias decisiones, o sea, no permitir que los demás anden siempre decidiendo por uno, que suele ser algo muy habitual y la causa de que, muchas veces, terminemos haciendo algo que no nos gusta o para lo que no estamos preparados. El escritor Joseph Campbell escribió en una ocasión: “Hace falta valor para hacer aquello que deseamos, puesto que los demás tienen siempre un sinfín de planes para nosotros... Ser libre implica escoger tu camino, y cada paso que damos puede cambiar todo nuestro destino, lo cual a veces nos da miedo.”
Está bien dejarse aconsejar, escuchar a los demás, sopesar los pros y los contras pero, a la hora de la verdad, nadie te puede conocer mejor que tú mismo, y por ello, nadie puede saber mejor que tú lo que te gusta o no te gusta, o lo que es lo mismo, lo que te hace feliz o no. Nunca dejéis que los demás gobiernen vuestro destino sin contar con vosotros.
Además, ya sea para bien o para mal, por cada día que pasa, el abanico de posibilidades nuevas que se abren ante nuestros ojos es mayor. Antiguamente no había mucho donde elegir; el hijo del labrador sabía casi con toda seguridad que acabaría trabajando sus mismas tierras, lo mismo ocurría con el hijo del zapatero o del tendero. Al no haber donde elegir, tampoco existía la necesidad de decidir. Hoy todo eso a cambiado; tenemos mucho donde elegir y, por consiguiente, también mucho donde equivocarnos. Además, por cada decisión que tomamos, se nos abren otra infinidad de puertas nuevas, con lo que continuamente tenemos que andar eligiendo, aumentando aún más las posibilidades de error. Ortega y Gasset escribió también en su libro La rebelión de las masas:
“Nuestra vida como repertorio de posibilidades es magnífica, exuberante, superior a todas las históricamente conocidas. Circunstancia y decisión son los dos elementos radicales de que se compone la vida. La circunstancia (las posibilidades) es lo que de nuestra vida nos es dado e impuesto. En vez de imponernos una trayectoria, nos impone varias y, consecuentemente, nos fuerza ... a elegir. Ni un solo instante se deja descansar a nuestra actividad de decisión. El que decide siempre es nuestro carácter, nunca las circunstancias; éstas son el dilema ante el cual tenemos que decidir.”
Ciertamente, el que decide es nuestro carácter, como especifica el filósofo español; de ahí la importancia que tiene el formar este carácter convenientemente, reduciendo de esta manera las posibilidades de equivocarnos en cada decisión que tomamos. El estudio de la sabiduría es, sin duda, lo mejor que podemos afrontar para dicha formación.
La vida de cada individuo está formada por el conjunto de decisiones que ha ido tomando a lo largo de ella; nos pasamos la vida tomando decisiones; ¿voy al videoclub a alquilar una película para verla esta noche?, y si voy ¿cuál me traigo? O, ¿sería conveniente abrir ahora un plan de pensiones para el futuro?, ¿o sería preferible comprar un terreno con el dinero ahorrado como inversión? Todas nuestras decisiones afectan a nuestro futuro, algunas a corto plazo, como la del videoclub, y otras más a largo plazo, como la del plan de pensiones o el terreno; todas ellas buscan lo mismo: mayor bienestar en un futuro, ya sea próximo o lejano.
Pero, al mismo tiempo, todas comportan un riesgo. Si alquilo una película, puede que esta noche me salga un plan mejor y desperdicie el dinero que me ha costado, o puede que alquile una que no me guste nada y me aburra. De la misma manera, si me abro un plan de pensiones, es posible que en un futuro el banco entre en bancarrota u ocurra una crisis económica general que me haga perder todo el dinero invertido, o también puede que dentro de poco necesite el dinero para algún imprevisto y no pueda disponer de él como yo quisiera. En fin, seguro que a todos se nos ocurren montones de cosas que pueden salir mal por cada decisión que tomamos. Pero sin embargo, hay que tomarlas, tenemos que arriesgarnos, aunque muchas de ellas puedan llevarnos a la ruina, no sólo económica, sino también personal, conduciéndonos a la desgracia o a llevar una vida triste y aburrida.
Es así, todos conocemos muchísimos ejemplos de personas que no son felices por culpa de haber tomado una decisión desacertada en un momento dado de sus vidas; casarse con la persona equivocada, estudiar una carrera para la que no se vale, trabajar en algo que no gusta, tener hijos sin estar preparados, invertir gran cantidad de dinero sin informarse previamente del riesgo, hipotecarse demasiado innecesariamente, etcétera.
Así es la vida, dirán muchos, quien no arriesga no gana. Efectivamente, así es la vida; pero qué quiere que les diga, yo prefiero jugar sobre seguro; mi felicidad es algo demasiado importante como para jugármela a los dados cada dos por tres. Hay muchas decisiones de las que nadie se puede librar, ya hemos dicho que éstas son las que forman el conjunto de nuestras vidas, por tanto, son inevitables. Pero, ¿por qué arriesgarse tanto? Cierto que nadie sabe lo que pasará en un futuro, ni próximo ni lejano, pero también es verdad que muchos acontecimientos sí que son previsibles. Si la evolución nos ha dado una herramienta tan poderosa como la sabiduría para tomar esas decisiones con el menor riesgo posible, ¿por qué no utilizarla?
La mayoría de la veces, sólo basta pensar un poco antes de tomar una decisión para darse cuenta de los riesgos que conlleva y de todas las probabilidades que hay de que algo salga mal. Pero precisamente ese es uno de los mayores problemas que existen hoy: no se piensa. Antes de pensar en consecuencias y probabilidades, lo que solemos hacer casi todos es mirar a nuestro alrededor, ver lo que hacen los demás, ya que, tendemos a pensar que lo que hacen los demás es lo correcto sin tener en cuenta que cada persona es diferente y tiene unas circunstancias distintas que puede que no tengan nada que ver con las nuestras.
También nos suelen preocupar mucho las apariencias; si actuamos de forma diferente a como lo hace el resto, ¿qué pensarán de nosotros? Este es otro de los errores más graves que se suelen cometer a la hora de tomar decisiones. También sobre este tema nos puso sobre aviso el filósofo Ortega y Gasset cuando escribió: “Es la época de las «corrientes» y del «dejarse arrastrar». Casi nadie presenta resistencia a los superficiales torbellinos que se forman en arte o en ideas, o en política, o en los usos sociales.”
Yo soy de la opinión (bastante discutible, por cierto) de que hoy en día la mayoría se equivoca; algo bastante preocupante ya que es la mayoría la que domina sobre todas las cuestiones importantes de la vida: política, modas, costumbres, tradiciones, etcétera. ¿Por qué pienso así? Básicamente por la gran cantidad de tendencias negativas (ya comentadas en otro capítulo) que están apareciendo en los últimos tiempos. De ahí que yo sea partidario de alejarme siempre de las grandes multitudes y de la muchedumbre; en mi opinión, éstas se mueven siempre llevadas por la manipulación a que estamos siendo sometidos continuamente a través de los medios de comunicación por partidos políticos, empresas multinacionales y empresas de mercadotecnia que son las que conducen a la población a favor de sus intereses particulares.
Me gustaría hacerles ver la importancia que tiene el tomar nuestras propias decisiones, o sea, no permitir que los demás anden siempre decidiendo por uno, que suele ser algo muy habitual y la causa de que, muchas veces, terminemos haciendo algo que no nos gusta o para lo que no estamos preparados. El escritor Joseph Campbell escribió en una ocasión: “Hace falta valor para hacer aquello que deseamos, puesto que los demás tienen siempre un sinfín de planes para nosotros... Ser libre implica escoger tu camino, y cada paso que damos puede cambiar todo nuestro destino, lo cual a veces nos da miedo.”
Está bien dejarse aconsejar, escuchar a los demás, sopesar los pros y los contras pero, a la hora de la verdad, nadie te puede conocer mejor que tú mismo, y por ello, nadie puede saber mejor que tú lo que te gusta o no te gusta, o lo que es lo mismo, lo que te hace feliz o no. Nunca dejéis que los demás gobiernen vuestro destino sin contar con vosotros.
Además, ya sea para bien o para mal, por cada día que pasa, el abanico de posibilidades nuevas que se abren ante nuestros ojos es mayor. Antiguamente no había mucho donde elegir; el hijo del labrador sabía casi con toda seguridad que acabaría trabajando sus mismas tierras, lo mismo ocurría con el hijo del zapatero o del tendero. Al no haber donde elegir, tampoco existía la necesidad de decidir. Hoy todo eso a cambiado; tenemos mucho donde elegir y, por consiguiente, también mucho donde equivocarnos. Además, por cada decisión que tomamos, se nos abren otra infinidad de puertas nuevas, con lo que continuamente tenemos que andar eligiendo, aumentando aún más las posibilidades de error. Ortega y Gasset escribió también en su libro La rebelión de las masas:
“Nuestra vida como repertorio de posibilidades es magnífica, exuberante, superior a todas las históricamente conocidas. Circunstancia y decisión son los dos elementos radicales de que se compone la vida. La circunstancia (las posibilidades) es lo que de nuestra vida nos es dado e impuesto. En vez de imponernos una trayectoria, nos impone varias y, consecuentemente, nos fuerza ... a elegir. Ni un solo instante se deja descansar a nuestra actividad de decisión. El que decide siempre es nuestro carácter, nunca las circunstancias; éstas son el dilema ante el cual tenemos que decidir.”
Ciertamente, el que decide es nuestro carácter, como especifica el filósofo español; de ahí la importancia que tiene el formar este carácter convenientemente, reduciendo de esta manera las posibilidades de equivocarnos en cada decisión que tomamos. El estudio de la sabiduría es, sin duda, lo mejor que podemos afrontar para dicha formación.
Texto extraído de mi libro "Tratado sobre la Sabiduría".
17 Consejos, saludos, propuestas...:
hola pedri muy buen post...y cunato de vredadero....muy acertado "la vida es como un repertorio",,,como un abanico de oportunidades....es asi ...
creo que no andariamos asi tan errados en el mundo si aplicaramos "la sabiduria en la toma de desiciones"
un beson enormeeeeeeeeeeeeeee!!!
Un post profundo y lleno de significado y reflexiones...
Las decisiones siempre tienen consecuencias. Hay que meditar sobre todo, las decisiones que sean trascendentales, ahí, usar la sabiduría práctica.
Un abrazo Pedro:)
Excelente texto, no es para leerlo rápidamente, es para meditar y masticar lo que ha escrito...
Si no nos arriesgamos a tomar una decisión difícil, siempre tendremos la duda de lo que podría haber sucedido.
Un beso, que tengas una linda semana!
Hay decisiones difíciles que sin ellas no seriamos libres, aunque luego se arrastren consecuencias.
Interesante lo que nos dejas, también muy cierto.
Un abrazo amigo
El texto hace honor al libro del que fue extraido, sin duda.
Vivir entraña riesgo de equivocaciones, a medida que vamos errando, también vamos aprendiendo.
Que el miedo no nos paralice y nos impida vivir.
un beso
Nos pasamos la vida decidiendo, incluso cuando decidimos dejar para mas tarde la decision. Tan importante como tomar una decision es aceptar que nos podemos equivocar y que en toda decision hay que rechazar algo. Un Beso
Pedro estoy totalmente de acuerdo,... pero no estoy segura si es mi "felicidad" la que está en juego... más bien diría que es mi "tranquilidad", porque la felicidad sin tranquilidad no existe.
Yo tuve que dar un giro a mi ida 360°, tanto por mi enfermedad como por haber perdido mi trabajo, y todavía no sé si tomé las decisiones correctas... hasta el momento no me arrepiento, pero no sé qué pasará en el futuro. Eso no lo podemos saber.
Por lo tanto, estoy viviendo el hoy, sin endeudarme, sin despilfarrar, sin especular, y hasta el momento estoy tranquila.
¿Mañana? sólo Dios dirá.
Un besote
Magnífico post pedro. Y estoy de acuerdo con quienes dicen que vivir ya es un riesgo en si mismo. Debemos tomar decisiones a cada momento y a cada momento, debemos estar dispuestos a equivocarnos. De la vida aprendemos y eso nos hace más grandes y la vez, más pequeños cada día.
Excelente texto para leer com mucha calma, reflexionar.
tomar decisiones aveces no es facil, pero con unpoco de reflexión y sin miedo porque de los errores se aprende.Besos
anamorgana
La vida está llena de decisiones como tú muy bien dices, pero estas decisiones nunca las podremos tomar con absoluta libertad, pues ya estamos condicionados desde el nacimiento. ¿Tiene la misma libertad la persona que ha nacido en una familia con alto nivel cultural y economico, que la que nace en un arrabal? ¿Somos libres cuando en plena adolescencia ya tenemos que decidir si elegir unos estudios de ciencias o de letras? ¿Somos libres eligiendo a los 18 años nuestra carrera profesional? No, no somos libres porque carecemos del conocimiento necesario para tomar una decisión bien pensada y acorde con nuestras aptitudes. ¿Somos libre al elegir pareja? Acaso somos inmunes a los prejuicios, a los estatus sociales, al qué dirán... ¿Son todos los hijos deseados? Ya sabes, a veces los medios fallan. Cuando tienes hijos ¿siempre haces los que te dicta la voluntad, o renuncias la mayoría de las veces por el bien de la familia? Muchas, muchísimas veces no somos nosotros quienes tomamos las decisiones, muchas nos vienen impuestas por la educación recibida, o nuestro nivel cultural o por nuestras capacidades. Otras veces son las circunstancias las que nos obligan a tomar decisiones no deseadas. Hablar de elegir libremente, es hablar de una utopía.
Abrazos
Pedro, según mi amigo Fortimbras, se puede adquirir el Pisco en el Corte Inglés. Yo, este sábado, me voy para allá a comprar una botellita, ese "Pisco-Sour" hay que probarlo.
Abrazos
Maravilloso y profundo post!!!muy bueno tu libro y volveré a leer los siguientes capítulos, coincido contigo totalmente, eres muy claro y ameno en tu forma de escribir, lo he disfrutado mucho, un cariño desde Argentina..estas cosas me llegan al alma..
Saludos pedro, muy acertado lo que piensas acerca de las tomas de decisiones, la vida es ir en el camino y encontrarse con las encrucijadas cada cierto tiempo y depende el camino que tomemos hoy amaneceremos mañana.
Saludos cordiales
¿Pensamos poco o pensamos demasiado? Le damos vuelta y vueltas a la toma de decisiones, sentimos inseguridad ante la posibilidad de equivocarnos y al final tendemos a dejarnos influir por la intuición, o como dices, la opinión ajena como modo de salir del estancamiento. ¿Necesitaríamos tal vez aprender a pensar? Un saludo
Pedro realmente tu reflexión me ha llegado muy hondo. Confieso que uno de mis principales obstáculos es ser muy emocional. Mis decisiones las tomo, muchas veces, por orden del corazón y no de la razón. Por eso fantaseo, sueño sin ponerle bases reales a mis ilusiones. Trato de asumir la responsabilidad que implica decidir acertadamente y en esa etapa estoy.
Oye, te comento que en mi casa hay algo para ti. Creo que esa si es una decisión bien acertada. Date una vuelta que te espera mi"decisión". Un abrazo,
Carlos Eduardo
¿Equivocaciones? ¿Aciertos?
Son dos impostores, ni la equivocación lo es por si misma, ni el acierto es total.
¿Qué nos obliga a decidir? ¿La imposibilidad de un deseo que queremos conservar?
Tal vez decidamos, tal vez ¡no!
Me gusta creer que podemos elegir nuestros deseos; las decisiones, entonces ya están tomadas y son consecuencia de los deseos elegidos.
Aún mas, me gusta elegir no tener deseos y entonces no decido, sólo actúo, siendo yo.
¡Ten paz! ¡Pedro!
Me he lanzado sin red en muchas oportunidades, no lo tomo como fracaso y sabes por qué Pedro???, no siempre he tenido el caminito marcado. En ésto de subsistir en el país de la selva, vas por aquí vas por allá.
A mis nenas las dejo ser libres, no estoy acuerdo con una crianza como la que tuve...quizás me equivoque pero por ahora van bien.
Yo no tuve muchas oportunidades para elegir, a los 14 ya estaba trabajando porque en mi hogar hacía falta y era la mayor de 4.
Mis nenas saben por la escuela que los niños no deben trabajar, deben estudiar. Ahora, Carla ya está en la universidad, ha rendido todas las materias de el 1er año. Lucía quiere el año próximo ir a otro lugar a estudiar y le hemos dicho que no. Mantenemos nuestra casa, un departamento en la ciudad donde estudia la hermana, deberá elegir una carrera aquí o donde vive la mayor.
PEDRO, escribes tan bonito y haces que saque tantas cosas.
Besos y abrazos.
Publicar un comentario