lunes, 30 de julio de 2007
Cuando vas en una barca y observas la orilla, podrías pensar que la orilla se mueve, pero, cuando mantienes la vista fija en la embarcación, ves que es la barca la que se mueve. De igual modo, si examinas cualquier fenómeno con un cuerpo y una mente confusos, podrías suponer que tu mente y la naturaleza son permanentes, pero, cuando practicas íntimamente y retornas al lugar donde te encuentras, ves con claridad que no existe nada en absoluto que posea un yo inmutable.
La iluminación es como la luna que se refleja en el agua. La luna no se moja ni el agua se rompe. Aunque la luz de la luna sea muy amplia y hermosa, esa luna se refleja, incluso, en un charco de tres centímetros de ancho. La luna entera y todo el cielo se reflejan en las gotas de rocío que se forman en la hierba o, incluso, en una sola gota de agua.
Así como la luna no rompe al agua, la iluminación no te divide. Así como una gota de agua no impide la luna en el cielo, tampoco se puede impedir la iluminación.
La profundidad de la gota es la altura de la luna. Cada reflexión, ya sea larga o corta, manifiesta en su duración la vastedad de la gota de rocío y realiza lo ilimitado de la luz de la luna en el cielo.
Aunque tanto este mundo polvoriento como el mundo que está más allá de toda condición poseen multitud de características distintas, tan sólo ves y comprendes lo que el ojo de tu práctica puede alcanzar. Para comprender la naturaleza de todos los fenómenos, debes saber que los océanos y las montañas, aunque puedan parecer tan sólo redondos o cuadrados, poseen rasgos infinitos en su variedad. En ellos hay mundo enteros. No sólo alrededor de ti, sino directamente también, debajo de tus pies o en una gota de agua.
Un pez nada en el océano, y no importa lo lejos que nade, el agua no tiene fin. Un pájaro vuela en el cielo y no importa lo lejos que vuele; el aire no tiene fin. Sin embargo, ni el pez ni el pájaro han abandonado nunca su elemento. Cuando su actividad es amplia, su campo de acción es amplio. Cuando su necesidad es pequeña, su campo de acción es reducido. Así, cada uno de ellos cubre su total extensión y cada uno de ellos experimenta plenamente su reino. Si el pájaro abandonara el aire, moriría de inmediato. Si el pez abandonara el agua, moriría de inmediato.
Aprende que el agua es vida y que el aire es vida. El pájaro es vida y el pez es vida. La vida debe ser el pájaro y la vida debe ser el pez. La práctica, la iluminación y las personas funcionan de la misma manera.
Ahora bien, si el pájaro o el pez intentan alcanzar el final de su elemento antes de moverse en él, ni el pájaro ni el pez encontrarán su camino o lugar. Cuando encuentras tu lugar en el sitio donde estás, la práctica surge de un modo espontáneo y con ella el significado de su esencia. Cuando encuentras tu camino en este momento, la práctica surge de un modo espontáneo y con ella el significado de su esencia. El lugar, el camino no son ni grandes, ni pequeños, ni tuyos, ni de los demás. El lugar, el camino no son algo que se ha conservado desde el pasado; tampoco algo que, simplemente, esté surgiendo en este preciso momento.
Por lo tanto, en la práctica del camino hacia la iluminación de buda, encontrarse con algo es dominarlo. Hacer una práctica es practicar completamente.
La iluminación es como la luna que se refleja en el agua. La luna no se moja ni el agua se rompe. Aunque la luz de la luna sea muy amplia y hermosa, esa luna se refleja, incluso, en un charco de tres centímetros de ancho. La luna entera y todo el cielo se reflejan en las gotas de rocío que se forman en la hierba o, incluso, en una sola gota de agua.
Así como la luna no rompe al agua, la iluminación no te divide. Así como una gota de agua no impide la luna en el cielo, tampoco se puede impedir la iluminación.
La profundidad de la gota es la altura de la luna. Cada reflexión, ya sea larga o corta, manifiesta en su duración la vastedad de la gota de rocío y realiza lo ilimitado de la luz de la luna en el cielo.
Aunque tanto este mundo polvoriento como el mundo que está más allá de toda condición poseen multitud de características distintas, tan sólo ves y comprendes lo que el ojo de tu práctica puede alcanzar. Para comprender la naturaleza de todos los fenómenos, debes saber que los océanos y las montañas, aunque puedan parecer tan sólo redondos o cuadrados, poseen rasgos infinitos en su variedad. En ellos hay mundo enteros. No sólo alrededor de ti, sino directamente también, debajo de tus pies o en una gota de agua.
Un pez nada en el océano, y no importa lo lejos que nade, el agua no tiene fin. Un pájaro vuela en el cielo y no importa lo lejos que vuele; el aire no tiene fin. Sin embargo, ni el pez ni el pájaro han abandonado nunca su elemento. Cuando su actividad es amplia, su campo de acción es amplio. Cuando su necesidad es pequeña, su campo de acción es reducido. Así, cada uno de ellos cubre su total extensión y cada uno de ellos experimenta plenamente su reino. Si el pájaro abandonara el aire, moriría de inmediato. Si el pez abandonara el agua, moriría de inmediato.
Aprende que el agua es vida y que el aire es vida. El pájaro es vida y el pez es vida. La vida debe ser el pájaro y la vida debe ser el pez. La práctica, la iluminación y las personas funcionan de la misma manera.
Ahora bien, si el pájaro o el pez intentan alcanzar el final de su elemento antes de moverse en él, ni el pájaro ni el pez encontrarán su camino o lugar. Cuando encuentras tu lugar en el sitio donde estás, la práctica surge de un modo espontáneo y con ella el significado de su esencia. Cuando encuentras tu camino en este momento, la práctica surge de un modo espontáneo y con ella el significado de su esencia. El lugar, el camino no son ni grandes, ni pequeños, ni tuyos, ni de los demás. El lugar, el camino no son algo que se ha conservado desde el pasado; tampoco algo que, simplemente, esté surgiendo en este preciso momento.
Por lo tanto, en la práctica del camino hacia la iluminación de buda, encontrarse con algo es dominarlo. Hacer una práctica es practicar completamente.
Adaptado del Genjo Koan
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