lunes, 22 de octubre de 2007
Los Tres Sellos del Dharma o los tres hechos fundamentales del ser:
1. Dukkha
La vida es insatisfactoria. El placer en el mundo físico es efímero. Inevitablemente le sigue el dolor. Por lo tanto, nada que experimentemos puede ser profundamente gratificante. En el cambio no hay descanso.
2. Anicca
Nada es permanente. Toda la experiencia fluye y desaparece. Causa y efecto son eternos y confusos. Por lo tanto, jamás se puede hallar la claridad y la permanencia.
3. Anatta
El yo aparte no es digno de confianza y es, en última instancia, irreal. Usamos palabras como «alma» y «personalidad» para designar algo que es pasajero y fantasmal. Nuestros intentos de hacer del yo algo real no terminan nunca, y tampoco dan frutos a cambio. Por eso, nos aferramos a una ilusión que nos dé seguridad.
...
La palabra «ilusión» tiene muchísimos significados, y algunos son muy tentadores. La ilusión, por ejemplo, de que cuando te enamores será para siempre. La ilusión de que no morirás jamás. La ilusión de que la ignorancia es dicha. Buda veía el peligro que escondían estos señuelos. Rara vez hablaba con dureza, pero me lo imagino reventando todas esas burbujas: el amor tiene fin, todos mueren, la ignorancia es una locura. Pero si se hubiera detenido ahí, Buda habría terminado siendo poco más que un tedioso moralista.
Su definición de ilusión es tan absoluta que casi congela la sangre. Todo lo que se puede ver, oír o tocar es irreal. Todo aquello a lo que te aferras como si fuera permanente es irreal. Todo lo que puede pensar la mente es irreal. ¿Hay algo que se salve de las garras fulminantes de la ilusión?
No.
Pero una vez que nos sobreponemos a la sorpresa que produce saberlo, Buda afirma que con un cambio de conciencia se revela la realidad. No como una cosa, no como una sensación, ni siquiera como un atisbo de pensamiento. La realidad es puramente realidad. Es el fundamento de la existencia, la fuente a partir de la cual se proyecta todo lo demás. En los términos más básicos, el budismo cambia un mundo de infinitas proyecciones por el único estado del ser, una libertad tan absoluta que no tiene que pensar en la libertad ni pronunciar su nombre.
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1. Dukkha
La vida es insatisfactoria. El placer en el mundo físico es efímero. Inevitablemente le sigue el dolor. Por lo tanto, nada que experimentemos puede ser profundamente gratificante. En el cambio no hay descanso.
2. Anicca
Nada es permanente. Toda la experiencia fluye y desaparece. Causa y efecto son eternos y confusos. Por lo tanto, jamás se puede hallar la claridad y la permanencia.
3. Anatta
El yo aparte no es digno de confianza y es, en última instancia, irreal. Usamos palabras como «alma» y «personalidad» para designar algo que es pasajero y fantasmal. Nuestros intentos de hacer del yo algo real no terminan nunca, y tampoco dan frutos a cambio. Por eso, nos aferramos a una ilusión que nos dé seguridad.
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La palabra «ilusión» tiene muchísimos significados, y algunos son muy tentadores. La ilusión, por ejemplo, de que cuando te enamores será para siempre. La ilusión de que no morirás jamás. La ilusión de que la ignorancia es dicha. Buda veía el peligro que escondían estos señuelos. Rara vez hablaba con dureza, pero me lo imagino reventando todas esas burbujas: el amor tiene fin, todos mueren, la ignorancia es una locura. Pero si se hubiera detenido ahí, Buda habría terminado siendo poco más que un tedioso moralista.
Su definición de ilusión es tan absoluta que casi congela la sangre. Todo lo que se puede ver, oír o tocar es irreal. Todo aquello a lo que te aferras como si fuera permanente es irreal. Todo lo que puede pensar la mente es irreal. ¿Hay algo que se salve de las garras fulminantes de la ilusión?
No.
Pero una vez que nos sobreponemos a la sorpresa que produce saberlo, Buda afirma que con un cambio de conciencia se revela la realidad. No como una cosa, no como una sensación, ni siquiera como un atisbo de pensamiento. La realidad es puramente realidad. Es el fundamento de la existencia, la fuente a partir de la cual se proyecta todo lo demás. En los términos más básicos, el budismo cambia un mundo de infinitas proyecciones por el único estado del ser, una libertad tan absoluta que no tiene que pensar en la libertad ni pronunciar su nombre.
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1 Consejos, saludos, propuestas...:
En 4 palabras. El hueco en el interior del vaso es el no-vaso y cumple su función no-siendo.
Lo mismo pasa con la libertad. Un preso en la cárcel, limita tu propia libertad.
El no actuar, no es no-hacer-nada, es dejar que los demás hagan. La diferencia entre la simbiosis y el parasitismo, sólo es la inactividad del huésped.
Debes de actuar con tu ser y no ser -circunstancias o los demás- pero no para cambiarlos, eso no está en tu mano.
¡Jo! ¡Qué lío!
Salud
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