lunes, 22 de octubre de 2007
¿Cómo se pretende que siga a alguien que insiste constantemente en que ya no es una persona ni tiene un yo?
Idealmente sigues a esa persona perdiendo tu propio yo, cosa que parece imposible, ya que es tu yo el que está fascinado con ella. Es tu yo el que sufre y quiere liberarse de ese sufrimiento. El mensaje más importante del budismo es que ese yo no puede lograr nada real. Tiene que encontrar una manera de desaparecer, tal como hizo Buda.
¿El yo alcanza su meta no siendo yo? Parece ilógico, o como poco paradójico.
Sí, pero los budistas encontraron tres formas de vivir la sabiduría que les legó su maestro. La primera es social: formar un sangha con grupos de discípulos, como el de monjes y monjas que reunió Buda en vida. El sangha existe para establecer un estilo de vida espiritual. Las personas recuerdan la enseñanza y mantienen viva la visión budista. Meditan juntos y unidos crean una atmósfera de paz.
La segunda forma de seguir a Buda es ética y se centra en el valor de la compasión. Buda era conocido como «El Compasivo», un ser que amaba a toda la humanidad sin juzgarla. La ética budista traslada esa actitud a la vida diaria. Todo budista practica la amabilidad, el don de ver a otros sin juzgarlos, pero además muestra amor y veneración por la vida misma. La moral budista es pacífica, abierta y dichosa.
La tercera forma de seguir a Buda es mística. Te tomas en serio el mensaje del no yo. Haces todo lo posible por romper los vínculos que te mantienen atrapado en la ilusión de que eres un yo aparte. Tu meta es salirte de puntillas, en silencio, del mundo material, aun cuando tu cuerpo permanezca en él. Las personas comunes están haciendo cosas todo el día, pero en lo profundo de tu corazón tú has vuelto la atención al no hacer, como lo llaman los budistas. No hacer no es pasividad, sino un estado de apertura a todas las posibilidades.
Si practico el no hacer, ¿qué haré en realidad? Sigue pareciendo una paradoja.
La tercera forma de seguir a Buda afronta el lado más enigmático de Buda. ¿Cómo puedes deshacerte del yo aparte cuando es lo único que has conocido? El proceso suena aterrador. En primer lugar, porque no hay garantías. Una vez que logras la «muerte del ego», como se suele llamar, ¿qué quedará? Quizás termines iluminado, pero podrías terminar también hecho un blanco, un no ser pasivo sin intereses ni deseos. Las personas creen que el camino budista es exigente porque en él se te pide que reevalúes todo lo que consideras que te hará avanzar en la vida –el dinero, las posesiones, la condición social, los logros– y lo veas como una fuente de sufrimiento. Por ejemplo, tener dinero no provoca sufrimiento directamente, pero te ata a la ilusión al no dejarte ver que hay otra forma de vivir que es real. El dinero, como las posesiones y la condición social, crea una rutina que trae detrás de ella un deseo tras otro.
¿Entonces la iluminación es lo mismo que no tener deseos?
Tienes que entender la «ausencia de deseos» en un sentido positivo, como realización. Cuando está tocando un músico, hay un estado de ausencia de deseos porque el músico se siente realizado. Cuando estás comiendo un manjar delicioso, te sientes realizado porque satisfaces el hambre. Buda predicó que hay un estado, conocido como Nirvana, en el que el deseo es irrelevante. Todo lo que trata de alcanzar el deseo ya existe en el Nirvana. No tienes que perseguir deseo tras deseo en una búsqueda inútil para poner fin al sufrimiento. Por el contrario, vas directamente a la fuente del ser, que no está llena ni vacía. Simplemente es.
¿Te quedan ganas de vivir después de eso?
En el Nirvana ya no se trata de la vida y la muerte, que son opuestos. Buda quería liberar a las personas de todas las dicotomías. Si sigues sus enseñanzas de la segunda forma posible, a través de la moral y la ética, es importante ser bueno, sincero, no violento y compasivo. No querrás practicar el comportamiento opuesto. Pero si sigues a Buda de la tercer forma, la forma mística del no hacer, es precisamente la dualidad lo que tratas de disolver. Vas más allá del bien y del mal, algo que asusta a muchas personas.
¿Qué es el no yo?
Es quien eres cuando no tienes relación con nada. Eso parece místico, pero no deberíamos dejar que nos distrajera la semántica. El no yo es natural; está arraigado en la experiencia cotidiana. Cuando te levantas por la mañana, hay un instante que precede al momento en que tu mente se llena con todas las cosas que tienes que hacer en el día. En ese instante, existes sin un yo. No piensas en tu nombre ni en tu cuenta bancaria; ni siquiera piensas en tu esposa e hijos. Eres y ya está. La iluminación extiende y profundiza ese estado. No estás agobiado por tener que recordar quién eres, nunca más.
Cuando me levanto por la mañana me acuerdo de quién soy casi inmediatamente. ¿Cómo se cambia eso?
Cambiando gradualmente tu manera de pensar. Piensa en cómo te relacionas con tu cuerpo. Casi siempre te olvidas de eso. Los latidos del corazón, el metabolismo, la temperatura corporal, el equilibrio de los electrolitos... Literalmente, docenas de procesos tienen lugar automáticamente, y tu sistema nervioso los coordina a la perfección sin que interfiera la conciencia. Buda sugiere que puedes despreocuparte de muchas cosas que piensas que debes controlar. En lugar de dedicar tanto esfuerzo y lucha a pensar, planificar, correr tras el placer y evitar el sufrimiento, puedes rendirte y poner también esas funciones en manos del piloto automático. Eso se logra gradualmente con una práctica llamada conciencia.
Es decir, ¿tengo que dejar de pensar?
Dejas de invertir parte de ti en pensar, porque Buda te enseña que, de todas maneras, no has tenido el control de tu mente. La mente es una serie de sucesos efímeros, pasajeros, y tratar de aferrarte a lo efímero es una ilusión. El tiempo es exactamente lo mismo: una secuencia de sucesos efímeros que carece de base sólida. Una vez que oigas esta enseñanza, ponla en práctica mediante la conciencia. Cada vez que te tiente la ilusión, recuérdate a ti mismo que no es real. En cierto modo, un termino más adecuado sería «reconciencia».
El proceso de cambiar tu conciencia lleva tiempo. Es una evolución, no una revolución. Todos nos sentimos atraídos por la tentación de elegir entre A o B. La dualidad nos hace creer que es importantísimo tomar buenas decisiones y evitar las malas. Buda no está de acuerdo: él dice que es importantísimo salirse de la dualidad, y jamás escaparás mientras sigas enterrándote más hondo en el juego de «A o B». La realidad no es A ni es B. Es ambas y es ninguna. La conciencia hace que te acuerdes de eso.
¿Cómo se supone que debo entender la expresión «ambas y ninguna»?
No puedes entenderlo, por lo menos con la mente. En pocas palabras, la mente es una máquina que procesa el mundo en lo que respecta al planteamiento «quiero esto» y «no quiero lo otro». Buda predicó que puedes salir de esa maquinaria y mirar cómo trabaja, ser testigo de la mescolanza fantástica de deseos, miedos y recuerdos que es la mente. Cuando te vuelves más diestro en esto mediante la meditación, las cosas cambian. Empiezas a ser consciente de ti con más simpleza, sin tanta confusión mental. Con el tiempo, cambia tu forma de pensar, y lo que domina es el espacio que hay entre los pensamientos –la brecha silenciosa– en lugar de los pensamientos mismos.
¿Es eso el Nirvana?
No, eso es apenas un signo de que estás practicando bien la conciencia. La brecha silenciosa entre los pensamientos pasa con demasiada rapidez para que alguien pueda pararse a vivir allí. Tienes que darle a la brecha la posibilidad de que se amplíe y, al mismo tiempo, el silencio se haga más profundo. Tal vez suene extraño, pero tu mente puede estar en silencio todo el tiempo mientras está pensando. Comúnmente, el silencio mental y el pensamiento se consideran opuestos, pero cuando superas los opuestos, éstos se fusionan. Te identificas con la fuente eterna del pensamiento más que con los pensamientos que emergen de ella.
¿Qué ventaja tiene, suponiendo que me tome el tiempo y el trabajo de llegar a ese estado?
Uno puede hablar de las ventajas en términos elogiosos que suenan muy atractivos. Ganas paz, ya no sufres. La muerte ya no resulta aterradora. Estás de pie, inquebrantable, en tu propio ser. En realidad, los beneficios son muy personales y se van dando a su propio ritmo. Cada persona se encuentra en su particular estado de irrealidad, que es muy personal. Tal vez yo sea obsesivo y la persona que tengo junto a mí sea ansiosa y la persona que está junto a ella, depresiva. En la meditación, estos nudos de discordia y conflicto empiezan a desatarse por impulso propio. Pero siempre hay una revelación evolutiva. A tu manera, caminas hacia la paz, la ausencia de sufrimiento, la intrepidez y todo lo que representaba a Buda.
Desde fuera, esta tercera forma de seguir a Buda parece mística, pero con el tiempo se vuelve tan natural como la respiración misma. El budismo sobrevive hoy en día, y prospera en todo el mundo, por ser tan abierto. No tienes que seguir un conjunto de reglas ni adorar a Dios ni a los dioses. Ni siquiera tienes que ser espiritual. Lo único que debes hacer es mirar dentro de ti, desear la claridad, despertarte y estar completo. El budismo se basa en el hecho de que todos tenemos al menos una pizca de esas motivaciones. La conciencia y la meditación constituyen el fundamento de la práctica budista, aunque cada secta y maestro tenga un enfoque particular al respecto. El za-zen, el tipo de meditación budista que se practica en Japón, no es lo mismo que la meditación vipasana del sudeste asiático. Sin embargo, a fin de cuentas, el budismo es un proyecto personal, y ése es el secreto de su atractivo en el mundo moderno. ¿Acaso no nos concentramos todos en el sufrimiento personal y en nuestro destino individual? Buda no pedía nada más como punto de partida y, aún así, prometía que la llegada sería la eternidad.
Idealmente sigues a esa persona perdiendo tu propio yo, cosa que parece imposible, ya que es tu yo el que está fascinado con ella. Es tu yo el que sufre y quiere liberarse de ese sufrimiento. El mensaje más importante del budismo es que ese yo no puede lograr nada real. Tiene que encontrar una manera de desaparecer, tal como hizo Buda.
¿El yo alcanza su meta no siendo yo? Parece ilógico, o como poco paradójico.
Sí, pero los budistas encontraron tres formas de vivir la sabiduría que les legó su maestro. La primera es social: formar un sangha con grupos de discípulos, como el de monjes y monjas que reunió Buda en vida. El sangha existe para establecer un estilo de vida espiritual. Las personas recuerdan la enseñanza y mantienen viva la visión budista. Meditan juntos y unidos crean una atmósfera de paz.
La segunda forma de seguir a Buda es ética y se centra en el valor de la compasión. Buda era conocido como «El Compasivo», un ser que amaba a toda la humanidad sin juzgarla. La ética budista traslada esa actitud a la vida diaria. Todo budista practica la amabilidad, el don de ver a otros sin juzgarlos, pero además muestra amor y veneración por la vida misma. La moral budista es pacífica, abierta y dichosa.
La tercera forma de seguir a Buda es mística. Te tomas en serio el mensaje del no yo. Haces todo lo posible por romper los vínculos que te mantienen atrapado en la ilusión de que eres un yo aparte. Tu meta es salirte de puntillas, en silencio, del mundo material, aun cuando tu cuerpo permanezca en él. Las personas comunes están haciendo cosas todo el día, pero en lo profundo de tu corazón tú has vuelto la atención al no hacer, como lo llaman los budistas. No hacer no es pasividad, sino un estado de apertura a todas las posibilidades.
Si practico el no hacer, ¿qué haré en realidad? Sigue pareciendo una paradoja.
La tercera forma de seguir a Buda afronta el lado más enigmático de Buda. ¿Cómo puedes deshacerte del yo aparte cuando es lo único que has conocido? El proceso suena aterrador. En primer lugar, porque no hay garantías. Una vez que logras la «muerte del ego», como se suele llamar, ¿qué quedará? Quizás termines iluminado, pero podrías terminar también hecho un blanco, un no ser pasivo sin intereses ni deseos. Las personas creen que el camino budista es exigente porque en él se te pide que reevalúes todo lo que consideras que te hará avanzar en la vida –el dinero, las posesiones, la condición social, los logros– y lo veas como una fuente de sufrimiento. Por ejemplo, tener dinero no provoca sufrimiento directamente, pero te ata a la ilusión al no dejarte ver que hay otra forma de vivir que es real. El dinero, como las posesiones y la condición social, crea una rutina que trae detrás de ella un deseo tras otro.
¿Entonces la iluminación es lo mismo que no tener deseos?
Tienes que entender la «ausencia de deseos» en un sentido positivo, como realización. Cuando está tocando un músico, hay un estado de ausencia de deseos porque el músico se siente realizado. Cuando estás comiendo un manjar delicioso, te sientes realizado porque satisfaces el hambre. Buda predicó que hay un estado, conocido como Nirvana, en el que el deseo es irrelevante. Todo lo que trata de alcanzar el deseo ya existe en el Nirvana. No tienes que perseguir deseo tras deseo en una búsqueda inútil para poner fin al sufrimiento. Por el contrario, vas directamente a la fuente del ser, que no está llena ni vacía. Simplemente es.
¿Te quedan ganas de vivir después de eso?
En el Nirvana ya no se trata de la vida y la muerte, que son opuestos. Buda quería liberar a las personas de todas las dicotomías. Si sigues sus enseñanzas de la segunda forma posible, a través de la moral y la ética, es importante ser bueno, sincero, no violento y compasivo. No querrás practicar el comportamiento opuesto. Pero si sigues a Buda de la tercer forma, la forma mística del no hacer, es precisamente la dualidad lo que tratas de disolver. Vas más allá del bien y del mal, algo que asusta a muchas personas.
¿Qué es el no yo?
Es quien eres cuando no tienes relación con nada. Eso parece místico, pero no deberíamos dejar que nos distrajera la semántica. El no yo es natural; está arraigado en la experiencia cotidiana. Cuando te levantas por la mañana, hay un instante que precede al momento en que tu mente se llena con todas las cosas que tienes que hacer en el día. En ese instante, existes sin un yo. No piensas en tu nombre ni en tu cuenta bancaria; ni siquiera piensas en tu esposa e hijos. Eres y ya está. La iluminación extiende y profundiza ese estado. No estás agobiado por tener que recordar quién eres, nunca más.
Cuando me levanto por la mañana me acuerdo de quién soy casi inmediatamente. ¿Cómo se cambia eso?
Cambiando gradualmente tu manera de pensar. Piensa en cómo te relacionas con tu cuerpo. Casi siempre te olvidas de eso. Los latidos del corazón, el metabolismo, la temperatura corporal, el equilibrio de los electrolitos... Literalmente, docenas de procesos tienen lugar automáticamente, y tu sistema nervioso los coordina a la perfección sin que interfiera la conciencia. Buda sugiere que puedes despreocuparte de muchas cosas que piensas que debes controlar. En lugar de dedicar tanto esfuerzo y lucha a pensar, planificar, correr tras el placer y evitar el sufrimiento, puedes rendirte y poner también esas funciones en manos del piloto automático. Eso se logra gradualmente con una práctica llamada conciencia.
Es decir, ¿tengo que dejar de pensar?
Dejas de invertir parte de ti en pensar, porque Buda te enseña que, de todas maneras, no has tenido el control de tu mente. La mente es una serie de sucesos efímeros, pasajeros, y tratar de aferrarte a lo efímero es una ilusión. El tiempo es exactamente lo mismo: una secuencia de sucesos efímeros que carece de base sólida. Una vez que oigas esta enseñanza, ponla en práctica mediante la conciencia. Cada vez que te tiente la ilusión, recuérdate a ti mismo que no es real. En cierto modo, un termino más adecuado sería «reconciencia».
El proceso de cambiar tu conciencia lleva tiempo. Es una evolución, no una revolución. Todos nos sentimos atraídos por la tentación de elegir entre A o B. La dualidad nos hace creer que es importantísimo tomar buenas decisiones y evitar las malas. Buda no está de acuerdo: él dice que es importantísimo salirse de la dualidad, y jamás escaparás mientras sigas enterrándote más hondo en el juego de «A o B». La realidad no es A ni es B. Es ambas y es ninguna. La conciencia hace que te acuerdes de eso.
¿Cómo se supone que debo entender la expresión «ambas y ninguna»?
No puedes entenderlo, por lo menos con la mente. En pocas palabras, la mente es una máquina que procesa el mundo en lo que respecta al planteamiento «quiero esto» y «no quiero lo otro». Buda predicó que puedes salir de esa maquinaria y mirar cómo trabaja, ser testigo de la mescolanza fantástica de deseos, miedos y recuerdos que es la mente. Cuando te vuelves más diestro en esto mediante la meditación, las cosas cambian. Empiezas a ser consciente de ti con más simpleza, sin tanta confusión mental. Con el tiempo, cambia tu forma de pensar, y lo que domina es el espacio que hay entre los pensamientos –la brecha silenciosa– en lugar de los pensamientos mismos.
¿Es eso el Nirvana?
No, eso es apenas un signo de que estás practicando bien la conciencia. La brecha silenciosa entre los pensamientos pasa con demasiada rapidez para que alguien pueda pararse a vivir allí. Tienes que darle a la brecha la posibilidad de que se amplíe y, al mismo tiempo, el silencio se haga más profundo. Tal vez suene extraño, pero tu mente puede estar en silencio todo el tiempo mientras está pensando. Comúnmente, el silencio mental y el pensamiento se consideran opuestos, pero cuando superas los opuestos, éstos se fusionan. Te identificas con la fuente eterna del pensamiento más que con los pensamientos que emergen de ella.
¿Qué ventaja tiene, suponiendo que me tome el tiempo y el trabajo de llegar a ese estado?
Uno puede hablar de las ventajas en términos elogiosos que suenan muy atractivos. Ganas paz, ya no sufres. La muerte ya no resulta aterradora. Estás de pie, inquebrantable, en tu propio ser. En realidad, los beneficios son muy personales y se van dando a su propio ritmo. Cada persona se encuentra en su particular estado de irrealidad, que es muy personal. Tal vez yo sea obsesivo y la persona que tengo junto a mí sea ansiosa y la persona que está junto a ella, depresiva. En la meditación, estos nudos de discordia y conflicto empiezan a desatarse por impulso propio. Pero siempre hay una revelación evolutiva. A tu manera, caminas hacia la paz, la ausencia de sufrimiento, la intrepidez y todo lo que representaba a Buda.
Desde fuera, esta tercera forma de seguir a Buda parece mística, pero con el tiempo se vuelve tan natural como la respiración misma. El budismo sobrevive hoy en día, y prospera en todo el mundo, por ser tan abierto. No tienes que seguir un conjunto de reglas ni adorar a Dios ni a los dioses. Ni siquiera tienes que ser espiritual. Lo único que debes hacer es mirar dentro de ti, desear la claridad, despertarte y estar completo. El budismo se basa en el hecho de que todos tenemos al menos una pizca de esas motivaciones. La conciencia y la meditación constituyen el fundamento de la práctica budista, aunque cada secta y maestro tenga un enfoque particular al respecto. El za-zen, el tipo de meditación budista que se practica en Japón, no es lo mismo que la meditación vipasana del sudeste asiático. Sin embargo, a fin de cuentas, el budismo es un proyecto personal, y ése es el secreto de su atractivo en el mundo moderno. ¿Acaso no nos concentramos todos en el sufrimiento personal y en nuestro destino individual? Buda no pedía nada más como punto de partida y, aún así, prometía que la llegada sería la eternidad.
7 Consejos, saludos, propuestas...:
Hola Pedro,
Saludos a la Madre Patria.
Quiero agradecerte que hayas hecho parada en mi blog. A veces me pregunto qué de interesante puede encontrar en mi espacio gente que escribe tan profundo y tan coherente como tú. Puede ser precisamente la incoherencia, la locura o la sencillez de mis escritos lo que atrae de vez en cuando a mentes tan complejas. De cualquier modo no lo voy a cuestionar; al contrario, lo agradezco enormemente.
Te estaré visitando también.
Un beso mexicano desde California.
Para leer después de una taza de café, bien dcargado.
Lo del actuar y no actuar es sencillo. Un zapatero remendón, no cambia el mundo, no cambia a los demás, hace su oficio y beneficia a todos.
Ese mismo zapatero remendón como padre de su hija, la educa, la cambia y actúa.
Siendo el mismo zapatero, como oficio, actúa sin hacer. Como padre actúa y produce cambios en los demás.
En cualquier caso, clientes e hija, son su-no-ser.
Él, zapatero remendón y padre, no deja de ser la misma persona.
Por lo tanto, hasta elaborar un simple pensamiento, sin hacer, cambia el mundo y actúa.
¡Jo! ¡Qué lio!
Espero no haberte levantado dolor de cabeza.
Salud,
Asi, por ejemplo, no sería muy osado ver la sombra del Moises, que asciende al. Nietzsche, habla de la llegada al punto culminante de la humanidad.
Sorprendida con tus magnificos aporte literarios
Cariños
...Pedro, estoy aprendiendo a ver el budismo de otra manera gracias a los textos que nos compartes. Me quedo y comparto plenamente en que es un proyecto persunal, pero que ayuda un mundo...es que todos somos un mundo distinto no?
Fuerte abrazo Pedro...
Pedro:
Siempre es un grato placer leer tus artículos. Me encanta la forma de escrbir que tienes. Veo que tu blog está siendo conocido por otros lugares del mundo. Me alegro y ánimo.Un abrazo Antonio
Hola Pedro, muchas gracias por tu visita en mi blog, sin duda las ensenanzas de buda son extremadamente complicadas, ya habia leido algo parecido anteriormente hace algunos anos, lo que mas recuerdo era la frase "EL desos es la causa del dolo", en mi opinion esa es una de las cosas mas dificiles de hacer en el budismo y como no soy muy espiritual no le encontraria gusto a la vida si no tengo deseos. Como siempre es un gusto pasar por aqui, ojala te encuentres bien.
Pedro, por favor!
Envía un Mail para la embajada del Brasil en tu País y habla de la injusticia que los tribunales do Brasil están cometiendo con esta niña.
Gracias.
Viva la solidaridad entre los humanos.
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