martes, 11 de septiembre de 2007
Como les decía, lo más maravilloso que le puede pasar a una persona, es seguir siendo la misma después de haber pasado por todo lo que les acabo de relatar. Recuérdelo, si cuando esté leyendo esto en la tranquilidad de su hogar, nota que en el exterior las cosas ya no funcionan como a usted le gustaría, que por la ventana entreabierta se cuela un ruido más molesto del habitual o que el agradable perfume de su hogar se va transformando en un nauseabundo olor a podredumbre, entonces es que ha llegado el momento, aléjese de las multitudes, refúgiese en su casa si es necesario, no siga la corriente, no tema porque le llamen «bicho raro», busque la compañía de los que son como usted y, si no los encuentra, recuerde que más vale sólo que mal acompañado. Si termina acabando en el lado podrido de la manzana, dejará de tener voluntad propia, dejará de ser usted para convertirse en un engranaje más de una gran maquinaria que arrasa con todo a su paso y a la que nadie controla. Sólo existe una forma de parar a esa máquina: destruyéndola, y con ella, a todo el que forme parte de la misma. Cuando llegue ese momento (que llegará), procure estar fuera.
Por cierto, seguro que a estas alturas, muchos de ustedes se estarán preguntando qué fue de Irene. Sé que no les incumbe, y que nada tiene que ver con nuestra historia, pero también soy consciente de que eso es lo único que les interesa a muchos, así que seré bueno y les diré lo que pasó.
Tuvimos una bonita relación durante unos años, de esas de las que a mí me gustan; es decir «te quiero mucho, te amaré toda la vida, ha sido maravilloso cariño, pero ahora vete y déjame escribir». Como comprenderán, con semejante filosofía no hay mujer que me aguante durante mucho tiempo, y, como decía Santiago, nada es eterno. Pero no crean que sigo así; con el paso de los años he madurado y he aprendido a ser más dichoso; tengo muy presentes las palabras del escocés Thomas Chalmers: “La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar”.
Por cierto, seguro que a estas alturas, muchos de ustedes se estarán preguntando qué fue de Irene. Sé que no les incumbe, y que nada tiene que ver con nuestra historia, pero también soy consciente de que eso es lo único que les interesa a muchos, así que seré bueno y les diré lo que pasó.
Tuvimos una bonita relación durante unos años, de esas de las que a mí me gustan; es decir «te quiero mucho, te amaré toda la vida, ha sido maravilloso cariño, pero ahora vete y déjame escribir». Como comprenderán, con semejante filosofía no hay mujer que me aguante durante mucho tiempo, y, como decía Santiago, nada es eterno. Pero no crean que sigo así; con el paso de los años he madurado y he aprendido a ser más dichoso; tengo muy presentes las palabras del escocés Thomas Chalmers: “La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar”.
Extracto de mi libro El Mesias.
4 Consejos, saludos, propuestas...:
PEDRO:
Tienes narrativas muy curiosas.
Te he creado un vinculo en mi página. De esta manera conocerás más amigos.
UN abrazo
ME ha gustado tu blog, sigue adelante.
Hola!, acabo de leer casi todos los posts que has publicado hasta la fecha (excepto el de la leche), la vdd me gusto bastante el post acerca de las mascaras (si te gusta la trova te recomiendo que escuches la cancion "Desfile de antifaces" de Fernando Delgadillo que habla mas o menos de lo mismo), sin duda me estare dando la vuelta por aca un poco mas seguido, cuidate mucho, que tengas un buen dia!.
Pedro, pásate por la colina. Hay una cosa que te gustara.
Saludos Antonio
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