jueves, 19 de junio de 2008
Existe algo más que lo puramente visible, lo razonable, algo más que lo justamente establecido tras pasar por el filtro de los sentidos y de la lógica. Algo que desde el resurgir de la humanidad el hombre ha sabido que existía, que estaba ahí, que tenía implicaciones reales en sus vidas y en el mundo en general. Pero para que algo exista realmente hay que ponerle nombre, definirlo, dotarlo de naturaleza. Y es ahí donde no hemos sido capaces de ponernos de acuerdo.
En tiempos remotos, cuando las diferentes civilizaciones se encontraban separadas por extensos océanos, inhóspitos desiertos o escarpadas cordilleras, todo resultaba más sencillo. De generación en generación iban pasando estos místicos conocimientos sobre lo inmaterial, divino, milagroso o celestial, importando poco el nombre recibido, dando por bueno lo aprendido. Eran altas enseñanzas surgidas en la antigüedad (siempre en la antigüedad), que llegaron a nuestros ancestros después de arduas reflexiones y duras experiencias sufridas. ¿Por qué cuestionar tales conclusiones que les llevaron a solucionar sus problemas con la naturaleza y a resolver sus dudas, conduciéndoles a una vida más serena, segura y en armonía con el entorno? Todo provenía de la misma raíz, no había controversia; de vez en cuando surgía algún iluminado en la misma comunidad que se atrevía a realizar modificaciones en la doctrina, generalmente pequeños cambios, que la completaban o la hacían algo más coherente con los cambios culturales sufridos. Si estos cambios eran bien admitidos por la comunidad, pasaban a convertirse poco a poco en parte de la Enseñanza. Y de esa manera, la “Verdad” continuaba transmitiéndose de padre a hijo eternamente.
Pero inevitablemente los pueblos comenzaron a crecer, a hacerse poderosos, empezaron a necesitar recursos que no poseían o, simplemente, se volvieron avariciosos. Y así fue como llegaron las conquistas, así fue como comenzaron a formarse los imperios y como las distintas civilizaciones acabaron mezclándose forzosamente. Los pueblos más fuertes dominaban a los más débiles, imponiéndoles su cultura, sus conocimientos y enseñanzas, aunque siempre recibiendo también de éstos algo a cambio que pudiese aportarles algún beneficio.
Fue entonces cuando comenzaron los problemas. Distintas “Verdades” se enfrentaban entre sí, teniendo que vencer una por fuerza, ya que la “Verdad” tiene que ser única e irrefutable, no admite el compartir espacio y tiempo con otra contraria y de diferente naturaleza y nombre. Pero la “Verdad” es algo muy elástico y moldeable y frecuentemente terminaban ambas “Verdades” fundiéndose en una sola, grande e incuestionable. Por supuesto, siempre con la necesaria ayuda del sanador tiempo. Fue así como, a pesar del auge y caída de los diferentes imperios, las enseñanzas sagradas continuaron su impertérrito camino hacia delante, creciendo, haciéndose poderosas por sí mismas, cambiando de nombres, de naturalezas, adoptando diferentes formas e imágenes... pero en el fondo, si perder su esencia primigenia y absoluta, su poder metafísico y sobrenatural sobre el espíritu de los hombres que creían en ella y la adoraban.
Pero el tiempo que todo lo puede y todo lo abarca continuó su viaje hacia el infinito y llegaron otras edades en que las fronteras se hicieron más difusas, edades en que los grandes océanos, desiertos y montañas dejaron de ejercer su influencia tenebrosa y amedrentadora. Los pueblos poderosos ya no se limitaban a guerrear entre ellos, no se imponían el uno sobre el otro, sino que pactaban alianzas, comerciaban entre ellos, obtenían beneficios con mutuos acuerdos. El mundo se hizo un pañuelo, y fueron tantas las distintas “Verdades”, todas grandiosas, incuestionables y hambrientas de adeptos, que se encontraron cara a cara de forma amistosa, que resultó del todo imposible unificarlas en una sola; tuvieron que aprender a convivir. Taoístas, budistas, hindúes, musulmanes, judíos, cristianos católicos, protestantes, ortodoxos, indígenas americanos... Monjes, curas, chamanes, brujos, rabinos, imanes, santones, curanderos, ascetas, maestros, científicos... Dios, dioses, Alá, Jehová, Tao, Verdad, Misterio, Todo, Universo, Cristo, Fuerza, Zeus, Naturaleza... Infinidad de nombres y definiciones para nombrar lo innombrable, para definir lo indefinible, cada uno de ellos con sus rituales, personajes, tradiciones y dogmas de fe, pero con una misma fuente insondable fruto de esa arcana curiosidad por conocer todo lo que se oculta tras lo indescifrable de la vida y lo oscuro de la muerte.
La convivencia no siempre es fácil. A la raza humana siempre le ha atemorizado lo diferente, lo desconocido, lo nuevo. Y es por ello que cuando nos enfrentamos a otras “Verdades” distintas a las establecidas y aceptadas por nuestra cultura y tradición, no siempre somos capaces de admitirlas como tal. Por el contrario, nos sentimos recelosos, las negamos con una autoridad que está muy por encima de nuestra capacidad de discernimiento y nos reafirmamos más aún si cabe en la “Verdad” que consideramos como propia, como nuestra, sin apenas reflexionar que “nuestra Verdad” es “nuestra” tan sólo porque nos fue impuesta en un pasado remoto y transmitida generacionalmente, sin más juicio que el propio de la educación recibida desde la inocente niñez.
Claro que esta convivencia no siempre es negativa. Gracias a la mezcla tan diversa de “Verdades”, fue posible la aparición de la duda. Muchos espíritus inquietos empezaron a albergar en sus corazones un sentimiento de conflicto entre aquello que siempre le habían enseñado como la “Verdad” y aquello otro en lo que otros creían ciegamente también como en su “Verdad”. Y este conflicto generó la esperanzadora semilla de la búsqueda en la que muchos se encuentran inmersos. La búsqueda, a pesar de saludable, no siempre tiene resultados ventajosos; a menudo puede resultar infructuosa o desesperanzadora, acabando por sendas más tortuosas e inseguras que de la que partió, de ahí que deba ser siempre la prudencia y el sentido común los que guíen los pasos a través de lo desconocido.
Los buscadores de otras “Verdades” pueden parecer a veces locos e insensatos, por salirse del camino establecido, pero no suelen ser peligrosos. Los realmente peligrosos son aquellos otros que se han acomodado a una de estas “Verdades”, a veces por intereses estrictamente materiales, otras por auténtica fe ciega y desmedida, y creen estar en posesión de la única e incuestionable “Verdad Absoluta” de todos los tiempos. Cuando estos personajes consiguen auténtico poder, se convierten en los seres más peligrosos del planeta, ya que su fanatismo los conducirá a intentar establecer sus creencias allá hacia donde puedan extender sus brazos, sin importarles las consecuencias ni los medios utilizados; para estas personas, tendrá siempre más valor un creyente muerto que un infiel vivo, con lo que no dudarán un instante en emplear toda la fuerza necesaria para establecer sus criterios, creyéndolos más verdaderos y positivos que el resto.
Y aún más peligroso es si cabe, cuando estas ancestrales enseñanzas son relegadas a un segundo plano y sustituidas por nuevas y más peligrosas doctrinas, como son la economía de mercado, el capitalismo, la fama o el poder político, por poner algunas. Modernas doctrinas nacidas a raíz de la globalización producida en todo el planeta y que tienden a olvidar por completo el poder arcano del espíritu, la valía del ser humano como individuo único e íntegro por sí mismo, amparándose en valores efímeros y pueriles, como son el éxito y la admiración de coetáneos, u otros aún más miserables, como la búsqueda de la riqueza económica y la ostentación de poder ilimitado.
En este mundo tan globalizado donde nos ha tocado vivir, donde predomina tanto el poder de la palabra y del capital, hay que huir de aquellos que se proclaman guardianes de la libertad y de la democracia y protectores de la auténtica doctrina, porque, de adquirir la confianza del pueblo, acabarán transformándose en temibles impostores dispuestos a repartir arbitrariamente libertades a golpe de metralla incluso fuera de sus fronteras y culturas. Ya ha ocurrido, está ocurriendo y nada hay que impida el que vuelva a ocurrir.
A parte de todo esto, quiero expresar mi más sincero respeto y admiración por todas aquellas personas que rigen sus actos guiados por una fe inquebrantable y verdadera hacia cualquiera de estas “Verdades”, manteniendo presente en todo momento su auténtica fuente mística e interior, siendo coherentes con su significado profundo y con sus valores éticos y morales y aceptando y comprendiendo también la existencia de otras muchas “Verdades” igual de sanadoras y revitalizantes.
En tiempos remotos, cuando las diferentes civilizaciones se encontraban separadas por extensos océanos, inhóspitos desiertos o escarpadas cordilleras, todo resultaba más sencillo. De generación en generación iban pasando estos místicos conocimientos sobre lo inmaterial, divino, milagroso o celestial, importando poco el nombre recibido, dando por bueno lo aprendido. Eran altas enseñanzas surgidas en la antigüedad (siempre en la antigüedad), que llegaron a nuestros ancestros después de arduas reflexiones y duras experiencias sufridas. ¿Por qué cuestionar tales conclusiones que les llevaron a solucionar sus problemas con la naturaleza y a resolver sus dudas, conduciéndoles a una vida más serena, segura y en armonía con el entorno? Todo provenía de la misma raíz, no había controversia; de vez en cuando surgía algún iluminado en la misma comunidad que se atrevía a realizar modificaciones en la doctrina, generalmente pequeños cambios, que la completaban o la hacían algo más coherente con los cambios culturales sufridos. Si estos cambios eran bien admitidos por la comunidad, pasaban a convertirse poco a poco en parte de la Enseñanza. Y de esa manera, la “Verdad” continuaba transmitiéndose de padre a hijo eternamente.
Pero inevitablemente los pueblos comenzaron a crecer, a hacerse poderosos, empezaron a necesitar recursos que no poseían o, simplemente, se volvieron avariciosos. Y así fue como llegaron las conquistas, así fue como comenzaron a formarse los imperios y como las distintas civilizaciones acabaron mezclándose forzosamente. Los pueblos más fuertes dominaban a los más débiles, imponiéndoles su cultura, sus conocimientos y enseñanzas, aunque siempre recibiendo también de éstos algo a cambio que pudiese aportarles algún beneficio.
Fue entonces cuando comenzaron los problemas. Distintas “Verdades” se enfrentaban entre sí, teniendo que vencer una por fuerza, ya que la “Verdad” tiene que ser única e irrefutable, no admite el compartir espacio y tiempo con otra contraria y de diferente naturaleza y nombre. Pero la “Verdad” es algo muy elástico y moldeable y frecuentemente terminaban ambas “Verdades” fundiéndose en una sola, grande e incuestionable. Por supuesto, siempre con la necesaria ayuda del sanador tiempo. Fue así como, a pesar del auge y caída de los diferentes imperios, las enseñanzas sagradas continuaron su impertérrito camino hacia delante, creciendo, haciéndose poderosas por sí mismas, cambiando de nombres, de naturalezas, adoptando diferentes formas e imágenes... pero en el fondo, si perder su esencia primigenia y absoluta, su poder metafísico y sobrenatural sobre el espíritu de los hombres que creían en ella y la adoraban.
Pero el tiempo que todo lo puede y todo lo abarca continuó su viaje hacia el infinito y llegaron otras edades en que las fronteras se hicieron más difusas, edades en que los grandes océanos, desiertos y montañas dejaron de ejercer su influencia tenebrosa y amedrentadora. Los pueblos poderosos ya no se limitaban a guerrear entre ellos, no se imponían el uno sobre el otro, sino que pactaban alianzas, comerciaban entre ellos, obtenían beneficios con mutuos acuerdos. El mundo se hizo un pañuelo, y fueron tantas las distintas “Verdades”, todas grandiosas, incuestionables y hambrientas de adeptos, que se encontraron cara a cara de forma amistosa, que resultó del todo imposible unificarlas en una sola; tuvieron que aprender a convivir. Taoístas, budistas, hindúes, musulmanes, judíos, cristianos católicos, protestantes, ortodoxos, indígenas americanos... Monjes, curas, chamanes, brujos, rabinos, imanes, santones, curanderos, ascetas, maestros, científicos... Dios, dioses, Alá, Jehová, Tao, Verdad, Misterio, Todo, Universo, Cristo, Fuerza, Zeus, Naturaleza... Infinidad de nombres y definiciones para nombrar lo innombrable, para definir lo indefinible, cada uno de ellos con sus rituales, personajes, tradiciones y dogmas de fe, pero con una misma fuente insondable fruto de esa arcana curiosidad por conocer todo lo que se oculta tras lo indescifrable de la vida y lo oscuro de la muerte.
La convivencia no siempre es fácil. A la raza humana siempre le ha atemorizado lo diferente, lo desconocido, lo nuevo. Y es por ello que cuando nos enfrentamos a otras “Verdades” distintas a las establecidas y aceptadas por nuestra cultura y tradición, no siempre somos capaces de admitirlas como tal. Por el contrario, nos sentimos recelosos, las negamos con una autoridad que está muy por encima de nuestra capacidad de discernimiento y nos reafirmamos más aún si cabe en la “Verdad” que consideramos como propia, como nuestra, sin apenas reflexionar que “nuestra Verdad” es “nuestra” tan sólo porque nos fue impuesta en un pasado remoto y transmitida generacionalmente, sin más juicio que el propio de la educación recibida desde la inocente niñez.
Claro que esta convivencia no siempre es negativa. Gracias a la mezcla tan diversa de “Verdades”, fue posible la aparición de la duda. Muchos espíritus inquietos empezaron a albergar en sus corazones un sentimiento de conflicto entre aquello que siempre le habían enseñado como la “Verdad” y aquello otro en lo que otros creían ciegamente también como en su “Verdad”. Y este conflicto generó la esperanzadora semilla de la búsqueda en la que muchos se encuentran inmersos. La búsqueda, a pesar de saludable, no siempre tiene resultados ventajosos; a menudo puede resultar infructuosa o desesperanzadora, acabando por sendas más tortuosas e inseguras que de la que partió, de ahí que deba ser siempre la prudencia y el sentido común los que guíen los pasos a través de lo desconocido.
Los buscadores de otras “Verdades” pueden parecer a veces locos e insensatos, por salirse del camino establecido, pero no suelen ser peligrosos. Los realmente peligrosos son aquellos otros que se han acomodado a una de estas “Verdades”, a veces por intereses estrictamente materiales, otras por auténtica fe ciega y desmedida, y creen estar en posesión de la única e incuestionable “Verdad Absoluta” de todos los tiempos. Cuando estos personajes consiguen auténtico poder, se convierten en los seres más peligrosos del planeta, ya que su fanatismo los conducirá a intentar establecer sus creencias allá hacia donde puedan extender sus brazos, sin importarles las consecuencias ni los medios utilizados; para estas personas, tendrá siempre más valor un creyente muerto que un infiel vivo, con lo que no dudarán un instante en emplear toda la fuerza necesaria para establecer sus criterios, creyéndolos más verdaderos y positivos que el resto.
Y aún más peligroso es si cabe, cuando estas ancestrales enseñanzas son relegadas a un segundo plano y sustituidas por nuevas y más peligrosas doctrinas, como son la economía de mercado, el capitalismo, la fama o el poder político, por poner algunas. Modernas doctrinas nacidas a raíz de la globalización producida en todo el planeta y que tienden a olvidar por completo el poder arcano del espíritu, la valía del ser humano como individuo único e íntegro por sí mismo, amparándose en valores efímeros y pueriles, como son el éxito y la admiración de coetáneos, u otros aún más miserables, como la búsqueda de la riqueza económica y la ostentación de poder ilimitado.
En este mundo tan globalizado donde nos ha tocado vivir, donde predomina tanto el poder de la palabra y del capital, hay que huir de aquellos que se proclaman guardianes de la libertad y de la democracia y protectores de la auténtica doctrina, porque, de adquirir la confianza del pueblo, acabarán transformándose en temibles impostores dispuestos a repartir arbitrariamente libertades a golpe de metralla incluso fuera de sus fronteras y culturas. Ya ha ocurrido, está ocurriendo y nada hay que impida el que vuelva a ocurrir.
A parte de todo esto, quiero expresar mi más sincero respeto y admiración por todas aquellas personas que rigen sus actos guiados por una fe inquebrantable y verdadera hacia cualquiera de estas “Verdades”, manteniendo presente en todo momento su auténtica fuente mística e interior, siendo coherentes con su significado profundo y con sus valores éticos y morales y aceptando y comprendiendo también la existencia de otras muchas “Verdades” igual de sanadoras y revitalizantes.
27 Consejos, saludos, propuestas...:
hola,,,
solo se que entre tierra y cielo nada es oculto, que todo sale a la luz,,,
sobre tu post tendria que decir mucho pero ya vos has dicho bastante,,,
abrazos,,,
el que quiere vivir de verdad vivira apegado a sus valores y a sus creencias siendo fiel a si mismo...
Los mitos perviven en el tiempo y en el recuerdo y resultan falsos. En cambio, los ritos, por reales y practicados, desparecen al instante.
Así, el mito de la justicia, se imparte en actos vacuos, en puros ritos que la ahuyentan, pues ya no es nunca mas justicia.
¡Salud!
Querido Pedro,
Me ha encantado toda esta reflexión. Extraordinariamente expuesta, y muy profunda.
¡Enhorabuena!
Muy profunda esta reflexión, Pedro.
Yo también siento muchísim admiración por esa fé inquebrantable de muchas personas.
Te dejo un beso!
Es cierto todo lo que dices, muy cierto...
He disfrutado mucho de tu texto...
Gracias
Jose
Un saludo a todos de todo corazón.
Dicen que el 6º patriarca chan, Hui Neng, era especialista en las discusiones orales. Postulaba que cualquier temática que pudiera expresarse en palabras podía rebatirse facilmente. Ya que cada postura, en cualquier discusión, es totalmente subjetiva, y depende de demasiados factores, ¿hay alguien que posea la verdad absoluta?
Quizá no, o por lo menos no por medio de la palabra, y mucho menos impuesta.
Gracias a todos por vuestra sabiduria
Las únicas verdades que todos conocemos están en nosotros mismos en nuestro interior, y cada uno hacemos de ellas nuestra más mistica y placentera religión; creer en nosotros mismos nos lleva a la gran verdad de la vida y a los sentimientos que ellas nos rodean.
Tu reflexión es una gran verdad, y la llevas dentro de ti para transmitirla a los demás; gracias por compartirla.
Besos tiernos y dulces para ti, Pedro.
** MARÍA **
Pedro. Un gran artículo, grandes verdades contadas, con tu forma tan particular, me gusta.
Destaco esta frase:
...PRUDENCIA Y SENTIDO COMUN.
un abrazo y buen fin de semana.
Antonio
Pienso que las nuevas religiones son tan válidas como las religiones tradicionales (que en sus comienzos también fueron nuevas).
Saludos.
Como muy expones y desarrollas, a través de la historia de los tiempos, el ser humano siempre ha necesitado saber las respuestas a esas preguntas existencialistas.
Tal vez por ello, ha necesitado acudir a diversas fuentes espirituales, más allá del mundo material.
Yo soy feliz, pues formo parte de esas personas que mencionas en el último párrafo de tu escrito...
Un abrazo Pedro:)
Si basásemos nuestros criterios en el respeto, la aceptación de otras visiones, otras culturas... la de guerras que nos abríamos ahorrado, la de muertes innecesarias.
Pedro, es la historia de la humanidad. Solo unos pocos tienen esa semilla de búsqueda dentro, no de la verdad, sino de la riqueza de los colores...
Un beso tierno, para tí amigo
Natacha.
Tal vez no tengamos capacidad suficiente para conocer la "Verdad" y por eso nos inventamos mitos. Pero quien sabe, tal vez con la Inteligencia Artificial...o la Inteligencia Cyborg
Es que a mí la palabra Verdad con mayúscula no acabo de verle el significado. Lo que pasa es que la hemos oido tantas veces a lo largo de nuestra vida, que ahí se ha quedado.
Yo más que de verdad, hablaría de sentimiento, de Plenitud, un sentimiento que me llena totalmente y al que habrá que convenir se pueda llegar por distintos caminos, con distintas "Verdades" ¿ ?
Un abrazo
PROFUNDO POST EL QUE LEO. LA DUDA ES BUENA PARA BUSCAR CADA UNO SU VERDAD SIN IMPONERLA A NADIE. EN MI PROPIA DUDA ESTOY.
CREO QUE YA HABIA COMENTADO...SALUDOS
anamorgana
Pedro muy lindo tu comentario...y me alegra mucho que ahays entrado en nuestro post...
Y de tener tu coentario tan valioso.Con mucho cariño
Patry
hola pedro divino:
mira una cancion de arjona dice:
"una mentira que te haga feliz ..puede mas que una verdad que te amargue la vida" pues muchas veces le he encontrado la logica ...no porque yo ande por ahi a las mentiras si no que bueno el MENTIR es todo un arte... pero decir la VERDAD es mas que un arte..es una arte es como una purificacion es pisar una pedazo de paraiso..
un beso enrome ...gracias porestar siemnpre..!
Tienes un regalo para ti en mi blog.
un beso
Profundo post el que nos regalas hoy querido amigo, es un placer leerte y tenerte como amigo màs..un abrazo para vos y te regalo el cuento de mi blog con placer jajaj
Hola mi Pedro, excelente entrada amigo!!!, si fuéramos comprensivos, tolerantes y tuviéramos sentido común, nuestra forma de vivir sería otra. El fanatismo divide, deberíamos aprender que el otro nos enriquece..."Verdades" no existen.
Mis besitos, abrazos perfumados a repartir por toda tu casa!!!
Siguiendo el acertado consejo de Neurotransmisores hemos elegido tu post "Dudas tengo , dudas ofrezco" para nuestra pequeña biblioteca.
Lo principal es el respeto hacia las personas tengan el credo que tenga, se pùede aprender de todos sin fanatismo , cada quien es libre de elegir su Verdad y compartirla pero no imponerla. Si ese respeto exisitiera otro gallo nos cantaria a la humanidad. Un beso .
Querido Blogger
Nuestro equipo ha considerado su blog para integrar el Top 100-Blogs (Argentina, España, Chile, Colombia, Perú, Venezuela, Ecuador) entra a nuestra web y elige tu país.
Si acepta esta designación favor pasar por nuestra web y dejar sus datos en la zona de comentarios.
Está atento de las Novedades y Rankings.
Toma nuestro banner y pégalo en tu magnifico blog desde ahora. Tus amigos y visitantes se irán familiarizando con este tu nuevo hogar.
Atento saludo
NPB-Team
La verdad..... como saber que es la verdad,,tenemos que descubrirlo y deducirla.
Puedo reconocer las verdades simples y directas, si yo te digo este blog me encanta, "Es verdad" o como dicen los chicos es mi país es "Posta" es una verdad comprobable porque si no, ni pasaria por aquí.
Cada persona, ¿tiene su verdad? o la verdad es aquella que se manifiesta de la misma manera en distintas personas. Es una pregunta no una opinión
Saludos
La verdad es que me olvide de firmar.
un abrazo
Silvia
¡Cuantas de nuestras decisiones humanas pueden tener consecuencias insospechadas! El miedo a no encontrar el alimento que se busca y nuestra inteligencia nos llevó a observar que según las estaciones del año el mundo vegetal era abundante o escaso. Luego comprobamos que las semillas se podían plantar y que crecían en su momento. Se acabó el temor al hambre, comenzó el comercio de lo sobrante y con ello la avaricia.
PS// pásate por mi blog cuando pueds hay un recadito para tí.
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